miércoles, 14 de diciembre de 2011

dale

Dale amor al hijo del otro. El tuyo nunca vendrá. Lo has atascado con flores de cempasuchil y besos de cocaína. Dale amor al hijo de la otra. Al hijo que tú ya no tendrás, por el plomo que hay en tus ovarios y la sequedad, que se cae a cachos, de tu vientre. Dale amor al hijo de ellos, al niño que crecerá para querer morir, para no entender al mundo y tener que conformarse y sonreír y luchar y autoengañarse con que no todo está tan mal. Dale amor a su hijo, porque va a necesitarlo, dale el amor que tú te ahorrarás (como en el super) en el tuyo. Dale las ganas de ser. Dale, dale, dale no pierdas el tino. Abre la cortina tina y timón de Atenas no estará bastardo. Serán los hijos que Pilatos remató con su pulcritud.

Dale agua al violador.
Coje un palo y azota tu entrevista.
Impulsa la necesidad de salir.
Asume tu aspereza.
Olvida el diez de la neurona.

sábado, 10 de diciembre de 2011

las ganas que tengo

Y es que me han vuelto a entrar ganas de comerme a tu madre. De comerme un sapo en tu honor y gritarle al dios de las calamidades que después de todo nada sigue igual. De encontrarme, así de pronto, las luces de la calle Arenal rodeadas de pasados lujuriosos.
De volar a un satélite escupida por las ilusiones del ayer, que ahora hay más. hay más tiempo de soñar y de retomar frases.
Me han entrado ganas, tremendas, de morderle un labio a tu padre y jugar con él a que somos hijos de ti y de tu hermana francesa. De untarme crema de sábila de los pies a la cabeza y fingir que es vitamina e para la vista infrahumana.
Hoy pienso-recuerdo-aspiro un paso caído y dos tercios de tu no masculinidad. Hablar en Arenal, de nuevo, sobre los pisadas de los ancianos madrileños y los tacos de los que nunca han sido mexicanos. Un abrazo de muerte y de risa mientras pensamos que seguramente no nos volveremos a ver. No como ahora, no como lo que somos sino como lo que seremos, que ahora ya lo estamos siendo y tu eres el lejos de la lejanía.

Comerme unas croquetas con el buen viejo del teatro y pintar hongos en su calva al tiempo que me habla de Sam Shepard como si fuera su conocido.

Yo conocí a un Sam, me aventó un ojo y se cortó el pelo para verme el escote.
Traerás el sabor amargo de un hilo mal cortado y las venas de una pluma roja, novoladora.

Me han entrado ganas de ver una telenovela de Thalia y llorar con ella por ser el pariente pobre del amor, ah no esa es Lucero y yo soy yo, yo sin ellas de ella casi para el otro.
Saltarme los avisos de contaminación y robar la equinacea de los herbolarios. Bailar un tango tropical con el de la boca grande y los ojos de malabar.
robar un circo y ponerme al elefante de sombrero, dar dos saltos hacia atrás y volverme anoréxica perdida.

Na mas las ganas

viernes, 28 de octubre de 2011

no estoy enfermo.

Le escribo a ella. No sé porqué a ella. Podría escribir a los 879 contactos que tengo en el ordenador, mi mente vuela a ella. Para contarle, decirle que todavía me sigo buscando. Algo me pide explicarle que no fue ella, que sigo siendo yo. Yo, este hombre-niño que busca en todos lados. Detrás de las paredes, en las sincronizadas y el café con leche de la mañana, en los libros de Onetti y en los poemas de Lezama Lima. Busco, encontrando y a la vez no tanto en los talleres de lectura y de comprensión cinematográfica. En las chicas de la calle y en las de castillos. Todavía no encuentro, no encuentro todo, por eso me remito a ella. Y ella, sintiéndose atacada, confundida y soberbia me contesta. Recordándome que no soy más que un niño. Que ella ya está bien, que está mejor que nunca, que su literatura ha avanzado más allá de lo que yo un día pude imaginar. Que el amor le florece por todos lados. Que es una esponja de sensibilidad y una máquina que fabrica arte sin parar. Que no hay nada que la moleste.
Vamos, que la vida sin mi es la mejor vida que le ha podido tocar. Me siento, tomando un sake mientras la leo. Respiro profundo y caigo en la cuenta de que no le creo nada. Que ambos sabemos todo es parte del reto. Todavía no me entiende. Pensará que le escribo para presumirle. ¿Escuchará los espacios entre palabras?No entiende el grito de mis acentos, ni la nostalgia de mis comas.
El sake, tan japonés, como ella. Lo tomo para leerla, para que mínimo algo de ese momento tenga su sabor. Porque sus mails ya no saben a ella. Saben a su máscara y al externo que se pone cuando habla conmigo. Saboreo el sake recordando cómo era cuando tomábamos botellas de tinto hasta que llegara su compañero de piso, hablando sin parar de lo que nos dolía de nosotros y del mundo. Cuando tirábamos lágrimas a la madrugada en una ventana de reguiletes coloreados.
Intento pensar en su voz cuando comía pollo al curry en el indú más picante del barrio bajo. Cuando me confesaba el temor que le tenía a las estrellas y porqué sus minifaldas eran cada vez más cortas. Ella me escribe bajo el puente que cubre sus intenciones sexuales, pensará que yo tengo algunas. No me interesa el sexo con ella, no ahora. Si quisiera sexo no le escribiría. O si la quisiera a ella para volver a algún sitio. No me interesa volver ¿o sí? Me interesa seguir allí.
Tal vez es sólo que la extraño. "Extraño tu intelecto" me dijeron alguna vez, en ese momento me hizo gracia, una gracia amarga y dolorosa. Ahora lo entiendo, lo entiendo con ella y no con la otra. Extraño sus conversaciones, las de cuando era ella y no esa muñeca de cartón intelectualoide que pretende ser cuando está conmigo.
Me gustaría volver a ver sus ojos y no los de esa barbie popera en la que se ha convertido. No los ojos de esa líder postmoderna. Quiero ver los ojos de la que en las madrugadas se asustaba ante la imagen de la muerte de su padre. Escuchar el consejo de la que ya vivió cuatro vidas y sabe que lo que dice es lo que tiene que ser. La que me miraba con ternura y no con miedo.
Sus mails huelen a miedo y tengo que dar tragos largos al sake para no darme cuenta.

Debería no escribirle. DEbería quedarme sentado, leyendo, esperándo el mail de alguien más y escribirle a quién sea. Pero tiene que ser ella. A ella hay que descargarle, para que me entienda. Para que salga de ahí y viéndome a mi se pueda ver a ella. Por un acto de mera soberbia y escarnio.

No estoy enfermo.

domingo, 23 de octubre de 2011

siguió el absurdo entre nosotros

Es absurdo pensar que dejaré de quererte cuando te vayas. Como puede serlo combinar una pijama de mafalda con una de pastelitos azules.

Es absurdo pensar que dejaré de quererte cuando me escupas en la cara. Todavía no hay máquinas Dell que expulsen virus antiamor.

Absurdo que al cerrar los ojos voy a dejar de pensar en ti, aunque vivas con otra, o con muchas, aunque haya lazos que un dios, no se el de quién, haya juntado. Que Tron esté deshaciendo las palomitas de caramelo que hicimos cuando desperté en tu cama.

Tan absurdo como lo que dicen los diarios y las entrevistas sobre los amores contemporáneos. Que yo no olvido. Que yo soy Simone y María y Midori y antes que nada soy yo y no soy yo sin el tú.
La masa de angustia que no me deja dormir por que no impedí que nadie se fuera. Porque me quedé bajo un móvil de recuerdos en brillantina y luces de colores.

Leyendo.


Es absurdo que porque nos separan tantos kilómetros uno deja de pensar y de sentir.
La sinergia de que si yo amo a C siempre habrá un D que me ame a mi. Y así se mueve el mundo, en multitudes amorosas siguiendo la cola del alebrije prehispánico. Para amanecer en un Bisquets Obregón comiendo enchiladas verdes.

Lejos de cualquier desayuno anterior.

Tan absurdo como que porque tú no me ames a mi yo voy a dejar de amarte. Porque todos nos amamos en algún punto. Se me ocurre amarte en el punto en el que lo último que quisiera es volver a sentir tu lunar, no el del cuello, el que se esconde detrás de tu naríz.
Se guarda el amor en moléculas que flotan, cada una a una altura y el resto son espacios vacíos. La sensación de no haber estado o la misma de estar soñando entre boligomas.

Casi el mismo absurdo que el de dejar de pensarte antes de escribir las últimas letras sobre ti. Todavía no ha habido últimas, tampoco habrá primeras, esas nadie supo cuales fueron. Ni el mismo lápiz. Da igual quién seas, cuál seas, a quién te dedicas. Absurda tu manera de no verme porque yo soy tu ceguera y tu nuevo paisaje. Yo soy el paisaje en el que no estoy. Como tú eres las fotos que me tomo para no estar contigo.

Sigue en tu absurdo del deseguimiento. Absurdo de dosmil millones de dedos en escenarios paralizados por el mar de una política rojiazul con alianzas...¿tengo que repetir la palabra?

Absurdo cómo giro en yoga para mirarme en el espejo, justo detrás de las pesas, alargando de la barba al pubis, pensando que esto servirá para la última posición que haré contigo en la cama. Aunque ya no estás, digas que no estarás. Yo sé que es absurdo.

domingo, 9 de octubre de 2011

bitácora del viaje DEvitt

Recuerdo nuestro "primer y único viaje" aunque para mi estar contigo era un viaje continuo. Y ese, en tiempo real, fue el único, para ií, porque ya no quisiste más. Recuerdo, también mi vestido corto y ligero, mis maldiciones al clima, y mis chantajes constantes para que me abrazaras, para que mi ropa fueras tú, que ahí estabas, siempre dispuesto a tocarme y a ser para mi.
Del puerto recuerdo poco, las ganas tremendas de huir de no se quién o qué y por qué. Supongo que era de nosotros ahí, para vivir el allí o el aquí. Mis dudas sobre cómo un lugar nos podía condicionar tanto, si huir podría ser la solución. Tu helado de limón y mi sopa caliente. Tu cara al mirar las cifras del cajero. Números rojos. Tú no estabas acostumbrado. No sé si ya lo estarás. Yo nunca he salido del rojo, ni de los cajeros malolientes.
Envolví con mi pelo, entonces largo, tu cuello pensando que sólo las estrellas podían pincharnos con sus picos pero su lejanía nos sonreía. ¿Había un mar? No lo sé. Había tu brazo abrazando mi cintura y un momento en el que me alejé para desearle buenos pensamientos a una amiga lejana que seguro sonreiría si hubiera sabido que estaba contigo.

Me acuerdo de esas ganas de llorar tan quedito, de que mis lágrimas salieran de tu cuello y recorrieran tus brazos. Del blanco de tu espalda baja cuando le hacía cosquillas. Era el día en que no hubo preguntas, hubo el aceptarnos y es descubrirme en tu mirada. Un puerto que podría haber sido valle. El momento en el que decidí que yo sólo era para ti.
El momento en el que me quedé.

domingo, 18 de septiembre de 2011

eso dicen...

No tengo más que decir. Que tal vez tú seas el sujetador que no lavé para poder ponermelo cada vez que quería levantarme los senos.
Un día fuiste al cajero y cuando volví tus ojos no eran profundos, eran de apio y cebolla.
Ahora sales dejando las servilletas tiradas por los pasillos de los hoteles.
Estoy en casa, con ropa tendida por las sillas, las ventanas y el ventilador.
Rodeadas de visitas aromáticas con insomnio.

Tuve una experiencia con Ingrid Michaelson para que el domingo se aligerara. No me he depilado a falta de gana e intenciones desastrosas.
Cargaba con una fuente de duvalines. Mis rodillas ahora están en las montañas que un día subiré.
Sentía, soñaba que no me lastimabas. Fragancias rotas con naftalina.

La Bergman con sus frases de poeta desfasada. Once TV llevándome de la Roma a Coyoacán. Un poco de Facebook saturándome de información.

Sería cobarde quitarme la pijama y bailar con tus cinturones. Para no besar quesadillas de alquitrán. Un día ya no serás y yo seré.

Eso dicen..

miércoles, 14 de septiembre de 2011

pensando, continuamente, pen

Era el día en el que subía las escaleras,
pensando, continuamente pensando.
A veces las ideas se vuelven círculos de algodón que ya no puedo retener.
Pensando, continuamente pensando,
que al llegar al fregadero las llaves iban a deshacerse. Iban a buscar una azotea que no fuera la de Cuautemoc o Cuatelolco, como alguna extranjera la llamó, y se revelarían al batir de las lavanderías.
Subía las escaleras con la tinaja llena de ropa,
pensando, continuamente pensando, que en el 2011 ver subir a una mujer a los savaderos de un edificio es casi poético. Es como una flor en pleno concreto de Insurgentes, que no es Niños verdes ni Indios héroes.
Corrían los pensamientos al ritmo de una prosa jamás leída,
pensando, continuamente pensando, que el deber es una cosa que empiezaba a darme nauseas cuando veía los artículos de limpieza con vinagre.
La tinaja pesaba y yo sabía que ese jabón era para lavadoras y no para lavar a mano.
Ya no hay jabones para lavar a mano. Habría que ir a Zócalo o Socálo.
Pasé por el cubo de la basura y todavía estaba los restos de cartón de la caja de los platos.
Las mudanzas comienzaban a parecerme hermanas, compañeras de toda una vida. Las hermanas odiosas que te cuentan cuentos por las noches, cuentos que no son de los hermanos Grimm. Hubo uno que de tanto mudarse un día rompió en llanto. No lo entendí. En ese momento lo hubiera abrazado largamente.
La puerta de la azotea-lavadero cerrada, doble llave. ¿Alguien entrará cuando no estoy?
Mi ropa seguía enjaulada, separándose de la nada.
Seré la única que habite el edificio.
Unas veces yo le doblaba la ropa, cuando era Ella. Todas camisetas blancas. Tampoco lo entendí.

Mi ropa, la blanca, a lavar. Mi ropa, la negra, ya seca. Como cuando desperté y dormí.

Pensando, continuamente pensando, que por más que se lave, en Cuauhtemoc, Bravo Murillo o San Sebastián se sigue con un olor especial detrás del suavizante. No usaba suavizante.
Sigo sin usarlo.
Pensando, continuamente pensando, que debería comprar una lavadora. Cuando venda mis piernas.

martes, 30 de agosto de 2011

sabías que el absurdo era de nosotros

- ¿pensabas?
- imaginé que tu sonrisa era de otro.
- me di cuenta cuando bailé hacia la derecha y parpadeaste.
- se parecen demasiado.
- estás lastimada.
-todavía. mi piel despierta rosada por las mañanas. plateada cuando duermo.
- hubo un rumor a sal.
- sí... cuando te quería.
- ¿ahora?
-polvo entre las teclas de una computadora, vieja compañera.
-dejé que las plantas se marchitaran. todos los días les echaba agua.
- me ahogaste cuando la luz entró por la ventana.
-seguirás rodeada
-nunca dejaré de estarlo. soy como júpiter.
-el anillo se va haciendo grande
-mis órbitas más.
-volviste a soñar que te quería.
-eras tú y otro. era una malteada de fresa.
-voy a seguir aqui
-¿vas a seguir aquí?
-¿hasta cuándo?
-no sé. hasta que la cereza del café madure. uno cargado por favor.
-¿y la leche?
-todavía me duele.
-me fui hace mucho.
-ya lo se. se que me escucha la radio y el metrobús de la espada sin color.
-pensé que eras tú.
-pensé que pensabas que era yo. tú no eras.
-siempre lo supiste.
-hasta que me torciste los talones.
-dejaste de jugar por mi.
-volví a dormir. la casa es muy grande. la madera se ensucia fácil. tengo un futón para cualquiera.
-hoy era de lluvia.
-será de llegada.
-caminé buscándote y buscándote la encontré a ella.
-te buscabas a ti. yo me quedé en el laberinto de tus fantasías. nunca salí de ahí. hasta que me expulsó el gato de alicia. era tu televisor.
-sabías que me iba a ir.
-nunca supe que me arrancarías la piel. la papaya se enfría y hay ropa en la nevera.

jueves, 18 de agosto de 2011

Devitt otro por mi

Siempre pensé que tu música era demasiado ruidosa. A mi me gustan los sonidos de sonajas y las imágenes de pelotas gigantes de colores, mientras que tú siempre preferiste el negro y el azul metálico con un fondo nublado.
Mis noches, antes de ti, eran de borracheras y coqueteos. A veces el atasque de algún barbón, músico o cineasta, da igual. A los artistas les encantan las barbas. Y como yo luego me jacto de serlo me enredaba en tantos cabellos. Después veniste-volviste y aunque te conocí en el delirio (ahora es mi palabra favorita) con el tiempo pediste que dejara de beber cuando estuviera a tu lado. No sé porqué lo hice, quiza tenía que haber estado eternamente ebria. De todas formas siempre me sentí semi ebria semi hembra a tu lado.

Para mi tú eres el rock en español y las frases que casi nunca entendí. Las ropas de una fuente disfrazada de velorio. Nunca te ha quedado el negro. Aunque te empeñes en serlo. Quizá por eso buscaste mi arcoíris. Igual somos dos cáscaras de doble vista.

Esa vez, la vez de mi vestido de flores, no te terminé de creer. Siempre me costaron tus palabras. Siempre que eran ya usadas y que la palabra princesa aparecía en ellas. Quiza era porque me recordabas a unos cientos mil y a otras trescientas más. Pero la sonrisa en tus labios al ver mis rodillas eran más que suficiente para saber que mi estilo japonés te volvía loco.

Fue difícil quitarte la camisa, los pantalones no tanto. Eres de sos que se avergûenzan más de lo de arriba que de lo de abajo. A mi lo que me avergûenza son mis uñas y el espacio que hay entre mis dientes de arriba y de abajo.

Me acuerdo, también, de la chaparrita que me compraste. Como si fueran los noventas y mis hermanos estuvieran detrás.

¿Así que tienes ipod? Pensé que seguías en los cassettes...

la mañana pescado

Así se despierta. Con un libro de Usigli, conociendo héroes patrios que llevan siglos enterrados. Esperando que llegue su primo a decirle que el caldo de pollo esta seco y las medias de su madre están mal remendadas. Con un dolor en la espalda que la hace creer que lavar ropa no es sano. Como tampoco es sano seguir leyendo poesia en voz alta en el microbus.

Hay tres razones para que sea infeliz. Dos de ellas son él y la otra ella. Tendrá que ver telenovelas y ajustarse a la convesación de la vecina. Quizá con un café de olla y unas orejas quemadas.
Las sillas huelen a mojado y las sábanas a carbón. Todavía no se le pasa la gripa y sus ojos siguen llorando. Ya no se acuerda por qué. Algo que no era suyo.

Una barca con restos de pescado y espinas de mariposa. Un abrigo del anciano que murió cuando empezó a apestar. Dos besos de raíz de mandrágora y un apellido que sonaba a ambulancia.
Y así vuelve a poner los pies en la tierra. A calentar el agua para que se bañe el niño y el padre tome su remedio. Aunque no sean tiempos de guerra y ella no haya sido violada.

Asi sin seguir el pie, ni el paso, ni la brisa de la montaña que dejó de secarse cuando otra llegó.
Para que la noche sea después de la mañana y después del día. Cuando empiece a oler a jitomate y a vinagre. Hasta que vuelva a enterrarse las piedras en las uñas y los ojos en los pies.

miércoles, 27 de julio de 2011

La casa del lago

Un día más en todo menos en donde debería estar. Intentando buscar algo nuevo y sin poder pararme a hacerlo. Volver, volver, volver. Casi como la canción.
Pesaban las llaves en mi bolso. Después de tanto tiempo, ahora, esperándome. Me regalaron un llavero de la torre eiffel y lo primero que hice fue amarrar esas cuatro posibilidades. Así era el pasado y el futuro.
Desde que supe que el viejo continente no estará tan lejos en un futuro no dejo de pensar en que volveré, volví para irme y cuando me vaya no regresaré. Otra vez las uves sin parar.
Me ahogaba de una masa inexistente que entró en mi cabeza para Volver cualquier pensamiento en neblina, de esas que están pero no las ves. Sin saber qué era. El reencuentro de ese amor, ese que casi me volvió escarabajo patas arriba. Ese amor que me dejó llorando los viernes y difuminadas mis orientaciones sexuales. Pero no era eso, no podía ser eso. El reencuentro fue el mejor fin de ciclo. Un reencuentro de los grandes, de los que suenan mariachis en el aeropuerto mientras una boca lanza un beso y una mano hace señas de "viva el rock" De esos reencuentros despedidas que a mi me gustan, con los que sueño. Eso me hizo dormir pero no angustiarme. Después, cada mañana más angustia, una de esas que ni la mota del amigo matero de Coyoacán estaba ayudando. Pero la angustia se disolvía en huevos en cazuela de la abuela o tardes de la niñita de un año y medio, quizá con los mariscos del que escribía, una vez. Un poco con la visita de la rubia de París. Hasta que llegaba la mañana. Cogía el bolso y otra vez el peso. El no ruido que sí sonaba.
Hasta el café por la noche. Hasta que la actriz-psicóloga del cabello recién trazado descubrió su peso en mi bolso. Tras un largo te chai endulzado con lágrimas decidí dormir para sacarlas.
Me encontré por la mañana en espera de la 66 como tantas veces cuando era lavaplatos y estudiaba creación.
Mi trayecto- lectura con Amy Tan fue tranquilo. Embriagada en una China olvidada y olvidadiza. Al bajarme en mi parada lo primero fue una risa nerviosa, de esas que suenan a agua atorada entre la sien y la nariz. Pensé en uno y en las ganas que dijo que tenía de acompañarme a Volver. Entré a la privada buscando la marca de gansito que incrusté a los siete con el mejor vecino que una niña de siete pueda pedir. Sabía que era después de la coladera que nos aterraba cuando pasábamos en la bici a toda velocidad. No la encontré.
La fachada, sí, seca. Semi derrumbada. las plantas que siguen vivas invadieron los escalones y las que no el suelo entero. Entré por la puerta de servicio. Y con no más que una gran sonrisa vi que la nevera sigue siendo la más grande que tendré. Giré y la cocina, mi cocina, la cocina en la que canté Gloria Trevi desde los cinco. En la que encerramos a los ratones, y al gato y al tlacoache cubierta de polvo, pero estaba ahi. Hermosa y enorme. El comedor uno, luego el dos, las sillas en las que nos sentabamos los ocho, luego los diez y así hasta que fuimos diesiocho estában roídas. La habitación de los papás, la que cerraban con seguro los domingos a las siete ahora está en negros y llena de unos muebles que nunca estuvieron ahí.
Subí las escaleras agarrando la cuerda de mecate que tantas astillas me dejó cuando bajaba corriendo a contestar un teléfono de adolescentes. La sala quedó con una pequeña mesa, ya sin nuestros escritorios, los que pusieron para hacer tareas que sólo hizo la pequeña mientras yo me aprendía de memoria las telenovelas.
Mi habitación, ahora azúl con grafitis plateados me pareció mucho más pequeña y la de los hermanos bailarines y borrachos siguió con su mismo tamaño.
Ahora a la terraza, la terraza en la que no perdí la virginidad pero sí la ropa debajo de un cobertor blanco de plumas que nos tapaba de los mosquitos. En la que alguien me tocó mientras el otro contaba historias sobre supuestas hadas y dragones que saldrían del lago.
Miré por encima la caba a la que mi hermano me metía entre las rejas para sacarle cervezas a escondidas de papá. cuando era, aún más pequeña y más ágil. Mi árbol de limones totalmente seco. arranque un limón bebé, ya muerto y lo adopté en mi mano. Para despedirlo. Un poco más abajo el bar dónde la hermana pequeña se emborrachó hasta llorar y alguna amiga confesó sus tendencias sexuales. Ahí me senté. Pensando en el que se confundia con mapache y en la que nunca conoció mi infancia. Protegiendo los pensamientos que venían detrás. Así subí a la piedra, a la plana en la que jugaba a las muñecas con la hermana. En la que más tarde leí, y más tarde escribí. En la que lloraba cuando me enojaba con los grandes. En la que la otra hermana lloraba. Ahí rompí en llanto. Mi piedra plana, ahora cubierta de hierbas. La abracé cuando recordé que la hermana muerta se asustó al verme ahí y me mandó a leer a otro lugar más cómodo. Me quedé abrazada sobre mi piedra un buen rato. Abrazándola a ella como si así lo hiciera con toda la casa. Hasta que vi el capullo de una oruga que será mariposa. Casí me dormí. ¿dormía?

Subí a la piscina, a la que vuela al lago. Ahi saqué mi diario y a escribir. A sacarlo y a contarme. Me quité la ropa por aquello del calor y de la libertad. Esta vez no importaron los vecinos. Volví a llorar al ver el lago y pensar que la última vez que estuve ahí, llorando, era porque ella murió. Ahora me abre la puerta con una corriente de viento.
El sol enrojeció mi espalda y me fui al nuevo césped. Al que es de plástico, ahí segui escribiendo. Hasta que, algo, no se qué, me dio frío y me guardé en la sala, en la de la chimenea de las navidades con los vestidos de terciopelo azul. Conecto el Mp5 busco una banda sonora y casual y aparece la de Petter Pan. A esto lo llamo perfección. Unos minutos más y Crónicas de Narnia. Así me quedo dormida. Sin registrar a los patos ni el canto de las golondrinas a las que Mamá les cantaba al despertar.
Creo que recuperé un poco la voz. A ver si mañana hay menos angustia. A ver si era eso y no algo más. A ver si mi piedra sirvió de algo.

lunes, 25 de julio de 2011

sin un rojo cámara

¿Viste que nuestros pasos estaban en sepia mientras el rojo de mi blusa hacía reflejo con una de tantas cúpulas de las que aqui habitan?
¿Notaste que el azul del cineteatro esta esperándo a que alguien lo convierta en marrón?
Las hortensias nunca se fijan porqué les va cambiando el color. Ni quién hace su transicion en prismasol. Será que las hortensias piensan en otra cosa. Como en la muerte de Amy Winehouse. ¿Quién será ahora el ídolo de los falsos suicidas y las chicas de los peinados hasta el occidente?

Hoy mi voz no funcionaba y tuve que tirar de garganta. Mi voz siempre está haciéndome jugarretas. No quiere salir a pelear cuando yo la mando y se esconde tras unas cuerdas vocales cansadas de decir verdades. Tal vez deba empezar a mentir. Las golondrinas serían más compasivas con mis notas altas.
Se habla del teatro que no es teatro desde un asiento que no es teatral y una mirada que hace mucho no acoge un escenario. Acogerá su sonrisa y los caireles de rizitos de oro peliroja.

También voy a decir que las orquestas pueden tocar Lady Gaga y los asistentes aplauden emocionados en un jardín Guerrero que antes era de políticos, luego de jazzeros.
No siempre se puede entender lo que te esta pasando. Sobretodo cuando la angustia bloquea las arterias.

viernes, 22 de julio de 2011

lazos a Devitt

Tal vez tengas razón. He dicho "te amo" muchas veces. Tal vez tengas razón y contigo todo era falso. Todo lo mío a ti. Dejamos a un lado tus supuestas teorías sobre el amor que me profesas. Me convenía amarte y a ti te convenía que yo te amara. Lo hice por los dos. Podría haber seguido jugando así, sin darme ni darnos cuenta un buen rato. Tuviste que dejarme para entenderlo. Aún así no entiendí que me dejaras. Hablas de haberte dado cuenta de mi desamor antes que yo. Yo hablo de las veces que bailamos salsa en medio de un salón rodeados de conejos que se parecían a Bugs bunny.
Dices que me sigues amando, que mi amor no es, ni quieres que sea un consuelo, sino ese demonio. Ese demonio que te lleva a ser escorpión.
Yo siempre fui de chapulines. Nunca me han asustado los escorpiones, basta un poco de alcohol para que el resto de la manada se aleje. Como con los perfumes o la mala fama de los pueblos.
Tuve mañanas a tu lado en las que juré amarte. Ahora veo que no. mi vida sigue y lo último que quisiera es estar a tu lado.
Creas historias donde no las hay. Hablas de ser escorpión cuando más bien eres el macho de la mantis. Podrás seguir gritando de que me amas y que por eso destrozaste lo que teníamos. Yo grito que lo tuyo conmigo no fue y no va. Empezando porque no sé ni que sea esa palabra para ti. Ni para mi. A mi amor se me parece árbol o flor o amor podría ser adove.
Sé que desde que no estás canto más fuerte y mis pisadas suenan como las de gigante. Que los coches me miran simpática y las avestruces han dejado de jalarme las uñas.
No sé ya ni para qué decirlo.
Tampoco extraño su jabón de manos, aunque tenga un paquete en la alacena.

martes, 19 de julio de 2011

Ayer pensé que te quería. No se cuándo.

Algo en ella sanó hoy y por eso durmió tanto.

Entonces abre los ojos a la siguiente mañana y dirigido a ella sale un “Ayer pensé que te quería. No se cuándo”

La primera separación fue dura. No se recuerda tanto llanto desde que un Romeo pensó muerta a Julieta. Un Romeo que no era Di Caprio y una Julieta que no era la de Fellini.

Despedidas hay muchas. Unas duelen más que otras, unas se lloran más que otras. Unas parecen afectarle pero el ipod siempre le rescata de ello. Eso, o algún duende que estudie arquitectura y prefiera bailar Elvis Presley en una Sala Sol de Abril.

Después de la última despedida la Otra no quiso hacer la cama en días. Tenía miedo de que el olor se fuera. Dejó el pijama de la Una sobre su almohada. Para pensar que iba a volver. Que esa noche también dormirían juntas. Los días que, por fin, eran de calor, para la Otra se volvieron grises. Bajó la persiana, la de madera, la que no deja entrar un rayo de sol a ninguna hora y no quiso volver a pensar en los países del sur. La persiana que la Una dejaba semiabierta antes de dormir. Decía que de lo contrario no despertaría nunca. Y la Otra pensaba que ojalá no lo hubiera hecho. Que ojalá se hubiera quedado entre sus persianas y su puertita y los móviles de chino que le regalaba cada mes. Que ojalá sólo hubiera esa habitación, ese edredón y ellas dos. Más la música que ponían para disimular.

La Una tomó un avión. No se sabe si la echaron o si moría por huir. ¿Huía para morir? Si las persianas la habían vuelto alérgica y necesitaba desesperadamente volver a oler el Sur, y comer mangos en las calles. Tener sábados de paletas heladas de fresa y cervezas con limón. Que lloró todo el camino, las catorce horas, eso nadie lo duda. Pero sin saber bien a qué o a quién le decía adiós. Quizá a una canción de Moulan Rouge y a una vida en un pueblo de latinos dónde nació Penélope Cruz.

Se fue, para reencontrarse con una ciudad caoba de fuentes bailarinas. Con amores pasados idealizados hasta el tuétano. O quizá no. Con una ciudad de compromisos, de anillos, de sonrisas ya inventadas y borracheras siempre justificadas. Pensó que la Otra no cabría nunca allí. Había que reencontrar más de un abrazo.

A probar el agua de alpiste y las cápsulas de Omega 3. Intentando volver a un peso perdido. Tratando de borrar las arrugas que habían salido fuera. Sería por el frío, o por los llantos en las estaciones, o por gestualizar cuando no debería.

La Otra escribía y lloraba. Creaba castillos de sangre y otros de azúcar. Fijaba la mirada en la calle de un pueblo que nunca le había pertenecido. Pensaba en la Una como un sueño que todavía se podía alcanzar. Hasta que fue un lunes de piscina y la burbuja de nostalgia se rompió con una sola sonrisa. Hasta que ese lunes sus ojos se volvieron de fresa y ya no había pececito que la detuviera.

Después de tanto azufre la Una decidió creerle a McGregor y aferrarse a la Otra. Pero ya era tarde. La Otra estaba en otra más y la Una rodeada de cantera y de campanas de iglesia que le anunciaban algún final. O algún principio. Dejaron de ser un “nos” para ser un Ella, cada una. Una en el sur al que llaman norte y otra en un primero que es casi tercero.

Así acaban casi todas las historias. En realidad todas las que no sean de fantasía. Pero la Una y la Otra se reencuentran. En un punto en el que sería imposible ser un Nos y un Ella. En un punto en el que las miradas ya no llevan dolor, ni esperanza. Dónde las miradas son un; te querré siempre, pero no a tu lado ni a mi lado. Dónde estemos y con quién estés. Mejor así.

Se miran en una Catedral que estuvo hundida. Una Catedral construida sobre otra. Con nuevos cimientos que están hechos de los que hubo antes.

Esta vez se despiden sin un Nos, con dos yos fortalecidos y cariñosos. Hay un abrazo de cuatro días sin un baño y una nariz tapada, que entre otras cosas, tampoco registra el olor. Hay una lágrima y unas cuantas pasadas de saliva, o de agua interna. Eso no se sabe. Dos te quieros y una seña que no logró su objetivo. Esta vez no hay corazones rotos, ni egos destruidos. Hay una mochila que va de regreso a la lavandería y unas botas, de tacón, preparadas para largas distancias en ciudades desconocidas.

La Otra vuela hacia su otra y la Una se vuelve a leer a Stevenson. Pensando, en cada paso que los demás mienten. O están equivocados. El amor del que ella habla es posible.

sábado, 9 de julio de 2011

¡órale valientes! H. l azul.

Renuncia a la erudicción y evitarás preocupaciones.
(Lao Tse- Tao Te King)

El que capacita. Qué graciosa palabra, capacitar. ¡Orale a ser valientes, capaces, voraces! Sale de la sala, en la que estuvo media hora hablando sobre la nueva campaña publicitaria mientras yo lo espero afuera. Lo espero con una de tantas actrices olvidadas que sonríen ante quien les conviene y no se dan cuenta que tal vez el de al lado sea un mejor escalón. Nos dedicamos a blofear un rato que si hice tal novela, yo tal película, a mi no me gusta el teatro, a mi leer, agencia a,b y x. Nombres de personas que me he ido aprendiendo los últimos dos meses. Porque hay que estar al día y diría el que capacita. "Todas las mañanas a ver fashion tv"
Sale el que capacita, argentino mediano. Seguro mi argentina lo llamaría negro. Él era un negro en su país. Aquí nos ha conquistado con un poco de labia y los centímetros de ego que le faltan de estatura. Con razón habla tanto de Napoleón. Entonces me mira con esa desfachatez de porteño. No puedo evitar remitirme a aquella jefa del pádel que no paraba de hablar de todo lo que no tenía. Y con todo el morro que lo podía preceder, anuncia que no dará el curso, por tal, cual y pascual. No nos queda más que sonreír. Mirándolo a los ojos, estando totalmente seguras de que miente, de que en realidad nuestro tiempo, dinero y demás (que es de lo que él habla) no le importa un carajo. Pero entre tantas luces, música y dolares. Uno asiente y sale mentando madres sólo en su interior.
Para volver a un destino a dos horas donde llueve y las calles están inundadas. Los taxistas dormidos y las flores de muerto pudriéndose en las paredes.
Queda un libro de Xavier Velasco y un paraguas roto que combina con las botas mojadas.

Una transición entre el limbo y la duda sobre los besos. La importancia de los besos. Las apuestas. Igual luego no besas porque te dan cosquillas en la nuca y besar esa boca sería entrar a profundidades en las que ahora mismo no se puede volver. Hay que estar recta, coger el metrobus, el metro y caminar quince minutos. Eso lo primero. Luego buscarse una vida.
O igual sólo son las no ganas. Una cama repleta de ropa, algunas medias mías que llevaban ahí ocho meses y ya hasta los rombos se habían borrado. Una ventana con vista a un supuesto mar que en realidad es Reforma con Periférico. O es no hacer lo que hacen los demás. Es una gripa y un parásito y una bacteria.

Es un ir y venir por tierras de marcas y tierras de letras. Son librerías repletas de libros que nunca he leído y supongo que no leeré. Son comezones en la cintura por una máquina para endurecer. Es dormir en un armario con un muñeco del principito. Pensar en Maquiavelo y en los moscos que se empeñan en no dejarnos dormir.

Es una mesa y un suelo repleto de kleenex. Una nariz roja y desentonada. Una gran mudanza para hacer y muy pocas ganas de hacerlo todo a la vez. Un nextel a punto de morir. Tres libros de actuación esperando ser terminados. Dos de arte contemporáneo que algún amor, de esos pasajeros, dejó en mi casi buró para que entendiera su arte abstracto y saliera de mi Dalí. 27 películas de arte que no he visto. Una pila de diarios por transcribir. Una caja con nuevas ideas sobre papiroflexia, la Tia cositas, y la onda indie. Un kiss que abrí y se quedó a medias. Una lavadora que no quiere echar a andar. Ciertas reflexiones sobre la última película de Godard y un momento mágico en el metro Insurgentes haciendo música con la voz de alguien más y sus palmadas y su no barba.

Entonces es cuando el argentino, el que capacita, el negro, el Napoleón. Me importa menos. Y cómo me va a importar que me hable una hora y media o dos sobre New York, Einstein, Dolce, CArtier, Mac, y tantas otras más si no hay espacio suficiente para ser. Ese muñequito que quiere que sea. Como las matronas en las novelas de Sade, o de cualquiera. No puedo ser de su familia. Nos separa una vida y un corazón. En este caso creo que es el mio. Nos separan dos horas de metro y de carretera.
Ya capacitarme pierde sentido.

viernes, 8 de julio de 2011

Devitt uno de aqui.

Tuve que dejarte. Irremediablemante. Estaba harta de limpiar mis pisadas de tu suelo. Tener que esperar a que salieras de casa para limpiar cada rincón que yo había tocado. Angustiada porque cuando me fuera ese volviera a ser tu espacio y tú no te deprimieras pensando en mi. Cargar con tus tristezas no siempre era fácil. Hablas de mis falsos "te amos" No eran falsos. Tal vez sólo diferentes a los tuyos. Recuerdo pronunciarlos sabiendo que para ti no era lo mismo que para mi pero que aún así lo tenía que sacar. Porque tú lo necesitabas. Y yo también luego tenía ganas de decirlo.
Sabes que salir de ahí no es fácil. Que cuando cerré la puerta estuve segura que era la última vez que volvería. La última vez que te me encimarías a besarme el cuerpo entero y decirme cómo a nadie habías querido como a mi. También tendría que parar de recojer mis cabellos de tu lavabo y soltarme el pelo donde fuera para no preocuparme por mi adn regado en tu recinto.
No siempre es tan fácil dejarte. Lo hago una y otra vez cada vez que me lavo los dientes. Hoy tengo un sabor amargo. Las encías están cubiertas de una capa que ya no se si es café, huevo o los cigarros que nunca me he fumado.
Escribes, reclamándome el desamor, mi supuesto desamor. Nunca entendí el tuyo. Lo confundes con necesidad y con ganas de encajarle a alguien la punta de tu entrecejo.
Escribo para poder aclararte que siempre te amé. Te amo como amo yo. A mi manera.

miércoles, 6 de julio de 2011

V (homenaje al l. a)

He cambiado como cambia la luna, cuando no he tenido más luz que dar;
pero entonces no he podido renovarme como la luna;
no se han encontrado soles con los que pudiera conseguir préstamo.
(Timón de Atenas- Shakespeare)


Pasé la noche contando cucarachas. ¿Sábias que pueden llegar a tener 6 patas? Entre sueños perdía mi pasaporte y ante tal catástrofe moderna no sabía quién era, ni a dónde iba. Abrí los ojos intentando recordar qué día era y porqué estaba aqui. De quién era ese colchón y esos libros de rancho. Fue desesperante perder la razón. Con ese pensamiento descubrí que tengo razón. Qué cosa más rara.
Hubiera escogido quedarme con ustedes. Ahí en sus casitas de hongos y batidos de mango. Como si fuera bailarina.
Desde la orilla de la cama tiré una moneda. A ver si aparecía la cara de ese señor. Apareció un águila y sentí que el nopal la estaba devorando a ella. El nopal que dicen que sabe a Aloe Vera. Tantas tonterías vas escuchando por la calle.
Repasé las hojas de marfil. Encontré la flor de tu cabello, la que perdiste cuando él te dejó. Como cuando llorabas en el coche antes de dejarme con el negro.
Vi tu perfil y escuché tu llamada a primera hora para hablar de una virginidad mal arrancada.
Virginidad, virilidad, vitalidad, vicio, vitamina, vistete.
Vuelvo a viajar con V de vuelta.

jueves, 30 de junio de 2011

otra vez (h.l.azul)

Es un trabajo monstruoso. Cuanto más lavo mi cerebro más turbio está.
(Antonio y Cleopatra. Shakespeare)

Abrí el ojo y no supe dónde estaba. Entendí que estoy en el lugar del que me iré pronto, otra vez.Un poco de ácido en el estómago,otra vez, el comentario que escuché ayer sobre ti.
Intenté recordar tu sonrisa, otra vez no lo logré y apenas pasaron dos meses. Cuando sean seis serán tus ojos.

Me atraparon las redes, otra vez, y ya no volví a recordarte.

miércoles, 22 de junio de 2011

de diarios (h. libro azul)

La pacienca y la aflicción luchaban a quién la representaría más sanamente. Vos habeís visto el sol y la lluvia a un tiempo. Sus sonrisas y sus lágrimas semejaban el mejor mayo. EStas venturosas sonrisillas que jugaban en sus labios maduros, no parecían saber qué huéspedes contenían sus ojos; y estos huéspedes se desprendían como perlas que gotearan diamantes. En una palabra, el dolor sería una rareza muy estimada si todos pudieramos traducirlo asó.
(Rey Lear- Shakespeare)


Salí un miércoles. Miércoles que sería de calor pero por la mañana nos echaban un poco de fresco para que no estuviéramos cansados todo el día. Arranqué a las seis de la mañana. Salí, sin estar segura cuál era el bus que había de tomar. Unas cuantas preguntas y allá vamos. Maleta en mano. Ya tengo callos en las palmas de tanto cargarla. Me puse nerviosa y bajé antes. No distinguía la parada con los primeros rayos del sol dándome de frente. Caminé en subida, arrastrando mi maleta, la negra, la que todavía no se rompe. Pasé por la Cruz Roja en la que estuvo mi hermano por culpa de una gran resaca. Luego el salón en el que bailé tantos quince años y por fin llegué a la escuela de artes en la que, por casualidades, nunca entré. Me senté sobre mi maleta, la negra, a esperar. Comencé a leer teatro. No hay nada que disfrute más que leer teatro mientras termina de salir el sol.
Primero llegó la pareja. En la moto de él. Él, músico de 18, con el pelo largo y paliacate en la frente. Ella, bailarina exiliada de una religión castrante, abrazada a la cintura de su jazzero, preparada para un nuevo día en la academia. Me gusta verlos. Es como ver a la novela de Chimo en primera fila. Cuando el pianista llega, ella se despide. Zarpamos a la capital. "A la capirucha" Dice el jazzero y el pianista rie.
Así que jazzero-guitarrista, pianista y cantante tomamos carretera. Por unos instantes me siento On the road. Pero yo con diez años más. Me llaman "la veracruzana" por no tener pelos en la lengua. Al parecer a los de 18 hablar de la regla y algunos deseos les parece novedad. Yo disfruto alarmándolos. Llegamos a "la capirucha". Me bajan en Coyoacán. Enciendo el Mp5. El que me dio ella en un cumpleaños de amor y pobreza. Sí ya hay mp5. Lo sabré yo porque es mio.
Recorro Coyoacán, con mi maleta, la negra. Escucho Julieta Venegas, digo, ya que estamos por sus rumbos, vamos a ponernos en su ambiente.
Encuentro el metro General Anaya. Recuerdo la semana anterior, bajando de ahí con fiebre, diarrea y las ganas inmensas de estar en una cama que fuera mía. Al amigo que me ayudó y durmió en el suelo para que mi fiebre no fuera tan severa. Al centenar de gordos que no me dejaron bajar en mi estación y de un codazo me echaron hasta atrás.
Reí y emprendí camino a Ciudad Azteca. Leyendo teatro, cruzar la ciudad de punta a punta es una delicia. Llego. Ella no está. Me siento sobre mi maleta, la negra, y sigo leyendo. Ella siempre llega tarde y nunca sabe porqué. Dice que se arregla pero, yo siempre la veo igual, antes o después de bañarse. No se maquilla ni se alacia, ni ella sabe lo que hace. Talvez se pierde con ella misma en el espejo, en sus risos y en la distancia entre sus pestañas y sus cejas.
Dejamos mi maleta, la negra, en su casa y me hace ir de regreso al centro. El trayecto hablando me parece más largo que leyendo.
Recorremos el centro en búsqueda de un vestido perfecto. Creo que la gente no recuerda que odio ir de compras, me aburro y cada vez me parece más pesado el consumismo. Será porque no tengo para consumir.
Asì que ahí vamos, el novio-exnovio, ella y yo. Sonríen, hablan, caminan, se miran. Y no puedo evitar acordarme de ese antes con él. Que éramos el uno para el otro pero nos negábamos a ser el uno del otro. Así que estábamos sin estar, según nosotros, estando más que nunca. Hay lazos que van más allá de lo dicho. Me río un poco de ellos y de esa mentira que se están creando.
Pasamos por el Zócalo. Esa plaza que me llena de energía y nostalgia de una historia que no he vivido. Ellos se quejan por los manifestantes. No lo entiendo. Esa manifestación, la controle quien la controle habla de un pueblo que no ha caído del todo en la indiferencia, un pueblo que aún se quiere manifestar. Ahora son ellos los que ríen de mi y de mi forma de hablar. Dicen. Es que son Chefs y así no se habla entre ellos. Después a comprar cosas de repostería. Esas tiendas sí me gustan. Me gustan los colores de los globos, las estrellas, la brillantina y las plumas que cambian mis ojos. Algo traigo últimamente con las plumas.
Me llevan a un cine "de esos que te gustan a ti", Lumiere. Claro que me gustan. Pero no hay película disponible y tomamos un té chai hablando de los libros que nunca leyeron y no tienen ganas de hacerlo. Dicen que leer les da sueño. Yo me pierdo en el cartel de una tal Alicia y su relación con el mar.
Volvemos a casa. Él nos lleva hasta nuestra estación de metro. Yo pienso que las mujeres con novio se vuelven inútiles y dependientes. Que si no lo tienes no pasa nada en ir sola de un lugar a otro. No sé, hay muchas cosas que no entiendo. Como que te abran la puerta, tan fácil que es. O que te sirvan la copa, y los hielos, y el refresco. Esta doble manipulación de ser indefensa y que él lo haga todo. Pero tanto a ellos como a ellas les gusta. Así que qué va a decir uno.
Nos vamos al twitter y a la cama para descansar los pies, negros, como mi maleta. Dormir me cuesta. Alguien viene y no sé cómo será su visita.

El jueves despierto sola. Otra vez twitter y esta obsesión de ser amiga de todos. Parto, de nuevo con mi maleta, la negra. Una hora y media de camino para dejarla. En casa del amigo yuppie que me enseña sobre Ferragamo, Blackberry y Zegna. Dejo maleta, negra. Intento volverme más guapa y salgo a Nápoles. Me cruzo con mis compañeras de trabajo. Todas modelos y yo que les llego a la cintura. Sobretodo ahora que no llevo tacones. Decido echar una gran caminata. Total, mientras haya música los pasos no pesan. A conocer el Foro Shakespeare. Entonces, la vez que conocí a Bichir en un teléfono público a medio Gran Vía, y llamé al otro para decirle ¡Lo he conocido! gastando el euro que tenía para llamar. De cómo me dijo que algún día trabajaríamos juntos y yo lo tomé como señal. Me dejan a la espera, mientras conozco el espacio. Abro a Joyce y tratando de entender lo que dice sobre la estética me pierdo en el nuevo separador de Antes del desayuno.
Cortesía más cortesía del personal y de regreso a una cama que no es mía,pero casi será y otro viaje por twitter-facebook.
Por la noche unas copas. Con los amigos yuppies, de sus andanzas por Polanco, Santa Fe y las nuevas tecnologías telefónicas. Yo me ausento al tiempo que sonrío como si eso me importara. Pero mi tercer ojo me mira y no puedo evitar soltar una carcajada. ¿En qué momento llegué aqui? Llegamos aqui, los tres adolescentes de la escuela de monjas que querían ser distintos.
Duermo con el amigo Yuppie. El que soporta mis ronquidos, mis platicas de examores y las maletas que van y vienen. Lloramos un poco sin hablar y cada uno a su rincón.

Viernes de trabajo. Llego dos horas antes a mi destino porque estoy obsesionada con la puntualidad y las distancias y tráficos en "la capirucha" todavía me torturan. Me encuentro con Kidzania y los recuerdos de su hermana gemela me caen de golpe. Quiero entrar, volver a ser parte de. Pero recursos humanos está ocupado y me dejan a la espera cuarenta y cinco minutos. Ya no hay tiempo y tengo que comer para volver con mi maleta, la negra. A trabajar. Llego a la zona de comida rápida. Me encuentro a una vieja amiga. El mundo, de verdad, es pequeño. Puede ser que este encuentro me cambie la vida. Todos los encuentros cambian la vida en cierto punto. Este más. No sé. Pido un caldo tlalpeño que me zampo en 5 minutos, dejo el aguacate, que sigo enferma. Y a ahogarme en el mundo del consumismo. Cinco horas trabajando en Liverpool, hablando sobre el mejor café gourmet del mundo, de cómo nuestra tecnología es la mejor. Convenciendo a los clientes (que no son gente, son clientes) de cómo su vida no tiene sentido sin Nespresso en su cocina. De cómo tener Nespresso es necesario para respirar y para ser Gourmet. Rodeada de la chica Heineken, la Dolce, la Oster. Haciendo exactamente lo mismo. De cómo sin productos no somos nadie. Voy al baño y cruzo tres pasillos repletos de aparatos que yo no poseo y que no me hacen falta. Pero sé que si sigo aqui terminaré convencida de que no soy nadie sin ellos. La chica Dolce me cuenta de cómo su hijo no dice "quiero mis tenis" sino "quiero mis puma" a ella le parece maravilloso y yo hago un esfuerzo por no vomitar. Vuelvo a mi metro cuadrado de Pixies y Lattisimas a intentar entender porqué hemos tenido que echar a andar buses sólo para mujeres. ¿Tan patéticos somos ya?
Se pasan las horas hasta que viene por mi, el otro amigo Yuppie. Y recuerdo lo que es el confort de ir en coche y alguien que te ayude con la maleta... como las amigas con sus novios. Correr de un lado a otro, lavar la cafetera que no puedo llamar cafetera sino "máquina Nespresso". Llenar el inventario, ir por el pase de salida, formarme, que me cacheen, que me regañen por llevar mi maleta, la negra. Y salir a toda velocidad al coche del amigo. Que ya no es Yuppie, es Frepster, según nuevos términos.
Me cambio en el coche. Hay costumbres de actores que nunca se quitan. Creo que él se pone nervioso y a mi me gusta la idea de que un conductor mire a su lado y encuentre a una chica en sujetador. Llegamos a las luchas. Fui arrastrada ahí por los chantajes emocionales de la mejor amiga. Paso las primeras tres peleas sin entender lo que estoy viendo, ni lo que está pasando. De porqué los espectadores están tan emocionados con tal falacia. Con una mentira a simple vista y qué diría Paz sobre estas costumbres mexicanas. El porqué de las máscaras y los numeritos. El amigo frepster y la mejor amiga chantajista, me dicen que no analice, que disfrute, que esto no va así. En la cuarta pelea yo ya estoy de pie sobre mi butaca gritando "¡Máscara, máscara, máscara!" Escuchando un rap sobre Cristo y sin poder parar de reír. Llegamos a la fiesta, las charlas sobre las charolas de cocaína en televisa, el drogadicto de Zoe y la pijama que parece traje de baño de los cuarentas.
Sábado a hacer una lectura teatral. Llego a la casa del director. Es trasladarme a la residencia de Dalí y Buñuel, pero en limpio. A leer con el nuevo director y el nuevo actor. Entusiasmarse con un nuevo proyecto teatral. Cambiarme en el coche, mi deporte favorito y a Sears a hacer lo mismo que la tarde anterior. Pasa infinidad de parejas y a mi me parece algo tan lejano. La relación, la mano del otro. He amado y me han amado varias veces, ahora parece tan difícil. ¿Cómo pueden seguir? La despersonalización. La entrega. Buah casi me mareo de tanto mirarlos. La obsesión de las vendedoras con vender. Valga la redundancia, que cómo a mi no me importa porque no me llevo comisión. Salgo, con mi maleta, la negra. Hoy dormiremos en otra casa. La amiga de la madre patria pasa por mi al metro. Hablamos sobre su amor, ahora perdido, y automáticamente renace el ardor en mi. Me enciendo en contra de él y del último mío. Y mi no entendimiento hacia las acciones del otro. De cómo volvemos a confiar. Nos equivocamos una y otra vez de parada. Hablar de desamor distrae fácilmente. El frepster y la mejoramiga nos esperan en el coche. Borrachera casera, que gracias al alcohol cambia de colores. Dormimos, las tres, con el Frepster.

Domingo de trabajo y las mismas cavilaciones sobre el consumismo, el amor y el desamor. El frepster, que pretende ser mi marido, aunque yo haya dicho no volver a relacionarme en dos años, me recoge. Ellas se han vuelto a casa. Vamos por jamón serrano y queso. Como en mi Madrid con alguien más. Trasnochamos viendo Mi villano favorito, para no pensar.

Lunes de casting. A competir, a quién engaño, convivir con super modelos. Todo es marca, fashion, Hugo boss, CArtier, Nautica. Y no se cuántas más de las que no se, y tendré que aprender. Ellas con su 1.80 y sus cuerpos de ensueño. Yo con mi 1.50 y mis dos cojones. Twittearlo y facebukearlo para hacer reír a la banda. Y a mi misma. Empiezo confundida, termino muy simpatica. A comer a la fondita unas buenas flautas de pollo. Sigo con Joyce y ahora sí lo entiendo. Hablar de religión me es más fácil que de estética. Recoger mi maleta, la negra correr a la central. A esa del norte. Donde un día él me esperó una hora. Donde cada vez que paso lo escucho diciendome "no vengas acá, es muy lejos " y la necia de mi queriendo ir a recogerlo. Para llegar una hora después y que él no pudiera ni enfadarse porque mi intención era buena. Porque no nos veíamos en tanto tiempo y nos esperaba conocer Coyoacán juntos. Con el viejo amigo-hijo. Otravez subo esas escaleras y lo veo ahí esperando. Primera plus se hace cargo de mi equipaje. Y yo me encargo de comenzar Diablo Guardián. Conocer a esa Violeta con la que más de una vez me han comparado. Me encuentro con "Ser puta es calentarte con cada -a ver qué pasa-" y lo entiendo todo. Me gana el sueño y despertar, últimamente me produce un vacío en el estómago. Está la peli en la que Julia Roberts se vuelve flaca para enamorar al excuñado, el cual al salir de un años de recuperación mental dice amarla a ella. Todo es dudoso pero escojo quedarme con la sonrisa en los labios y la esperanza de un nuevo amor. Pero que se tarde.
Así regreso a mi lluviosa Dogville. A dar clase y todo lo demás.



viernes, 17 de junio de 2011

por decir (h. l azul)

Una conversación más larga con vosotros, pastores del rebaño de brutos plebeyos, infectaría mi cerebro. Me permitiré despedirme de vosotros.
(Coriolano-Shakespeare)


-Igual no siempre estoy de buenas. Hay noches que se convierten en primaveras antes de que me de cuenta.
-Vi que te sentías desnuda y por eso me arrojé a tus pies.
-No siempre vamos viendo por dónde vamos pero sí por dónde fuimos. Ahí está la contradicción. Para que nunca te dejen atrás. Ni las canicas, ni los diamantes esperanza del azul mañana.
-Ayer me reí para amenazar a los grillos. Nunca salieron.
-No he vuelto a tocar las caguamas desde que su boca, grande y babosa las sometió.
-Un día volveré a tomar miel para cantar y no para suavizar mi voz al hablarte.
-Dejaste de amarme para comerte un plátano.
- Las cosas nunca fueron como dijiste que serían. Por eso sigo aqui y ellas están mirándome desde sus espejos. Rompiste la laguna de sales movedizas. ¡Cambia tu cigarro de boca!
- Al final el tiempo es el principio. Y el final.
- Un día tuve un gato. Ahora es tuyo y sus cejas dejaron de pensar en las golondrinas. Sabías que él no era tuyo.
- Si traspasas el absoluto llegas al infinito. Y ahí no hay nada.
- Saca de tu mente la idea de que el ordenador va a abrazarte. Eso sólo yo. A ratos el tequila.
- Rodar sin complejo es más fácil que fotoshop. Dijo y se cayó.
- Las cataratas del 5.6 son, si te fijas, más allá del 6. Nadie se preguntó por qué.
- Facebook todavía no me devuelve mi personalidad. Hay que prestar atención a lo que se postea. El indice de fans puede bajar. ¡La fatalidad!
-Twittea el cambio de manecillas y Alicia saldrá por tus orejas. Luego te duchas y te quitas el pico humeante de la cabeza.
-¿Viste mi vestido? A veces confundo un cinturón con calorías. Ser naturista es más moderno.
-¡Callate! Hace tiempo que nadie te escucha. Gritas demasiado.
-Ojalá un dia cambie de marcha la ruta 66. Luego los autobuses me hacen vomitar. A ti también.
- Junio, Julio y después a flotar. Medusas bailarinas en Agosto. Envíalo por mail. No me hagas reir.
- Las amigas se ponen bien locas cuando se emborrachan. Yo no.
- Rapea para resbalar los pies en la cantera. La roja que huele bien cuando llueve.
- Namás hablamos por hablar.
- Escribe que te escribe antes de dormir.
- Otravez lavando el sartén de los domingos. Con huevo, jamón y los champiñones que nadie quiso.
- Al final todos somos amigos.
- Un café, un cigarro, lluvia por la ventana. Tanto cliché adherido.
- La regla es un castigo del olimpo.

lunes, 13 de junio de 2011

Las puertas

Así que vamos de nuevo bailando por la calle. Esta vez son los Doors. "Las puertas" dirían en esa ciudad que se me va escapando de las manos conforme van pasando los días y las imágenes dejan de ser recuerdos para volverse sueños borrosos.

Ahi dónde Ella y yo mirábamos desde la ventana de un piso con aire acondicionado, fotos de primeras comuniones y el dibulo del pueblo, ella y yo mirándo por la ventana esperándo que llegara el maestro de esa arte marcial que me ha perseguido y aún no termino de coger con el alma entera.
Ella en su cama de verdes y negros rodeada de sapos que nunca se han convertido en príncipes, con sus vestidos, faldas y botas nuevas. Con el perfume que volvió locos a esos dos que compartimos, o casi compartimos, o nos compartieron.

Cruzo La Fragua. Esa ferretería que se ha vuelto, ya, un todos los días con diferentes melodías. Voy a ritmo setentero. Imagino mi vida ahí, en esos tiempos. Seguro estaría desnunda con el pelo a la cintura, dibujos por todo el cuerpo y de pipa en pipa. Seguro me pondría flores en el cabello. Como ese exnovio mio que anda por ahí de revolucionario con la banda catalana. No sé si hubiera luchado por algo. Tal vez sólo me dedicaría a dar amor y a recibirlo. El amor en todas sus formas y géneros. En realidad eso es lo mío. Aunque aquél diga que ese nuevo discurso le sabe raro.

Ella que dice que ahora está enamorada. Sufre por estarlo. Por el miedo a que la lastimen y todas esas cosas que nos paralizan antes de avanzar a nada. Ni Fobia la ha disipado. Y mis palabras, ahora mismo, no pueden ser buenas. No hago otra cosa más que decir "Aviéntate que no está hondo" con un eco de lago turbio. A mi todavía me tiemblan las venas, pero a todos nos tienen que temblar.

Me miro en el reflejo del bar que siempre está al dos por uno y nunca he logrado entrar. Uñas de las manos azul metálico, lazo azul con puntitos y los pies también con puntitos azulados. Este fin de semana me dio por eso. Demasiado pop-sicodélica para ser una buena hippie. Tendría que andar desnuda con pendientes de plumas blancas y un tatuaje de una larga pluma que vaya del ombligo al clítoris. Pero estoy absorta en la cultura pop-indie y ya no puedo andar con esas cosas. Que no quiere decir que un día pueda hacerlo. Cuando termine de tirar los prejuicios por las ventanas.

Ella, que ahora estará cocinando unos macarrones con guindilla, tal vez un poco de tinta de calamar y bacon. Mientras su hermana refunfuña mirando el televisor diciendo que esto no le gusta, lo otro tampoco y preguntándose qué se va a poner para ver a los chicos del barrio, que siempre han sido una cosa normal.

Los conductores y copilotos que se ríen con mis huaraches rotos, pero las uñas bien pintadas, que no saben dejar de bailar. Y mira que bailar Let my fire no es una cosa casual. Hay que mover bien las caderas y que los brazos anden por su lado.

Ella con su camiseta negra cargando cajas de peso completo, destapando refrescos más rápido que lo que tarda un partido político en volver a robar, con la frente sudada y la sonrisa para todo borracho que quiera pasarse de listo. Ella ofreciendo croquetas y pulpo a la gallega a los viejos que se hacen llamar Las chicas y a los examores que un día le robaron un beso. Gritándole a un tío y pasando del otro, porque no le entiende y nadamás la regaña.

Paso la farmacia, en la que ayer compré mis medicinas. Esas medicinas que me retienen aqui y me están haciendo ver el mundo de otros colores. La farmacia en la que el Pedialite me volvió a la vida y regeneró el cutis de días con diarrea.

Farmacia. Como esa en la que Ella trabajaba las tardes de un verano que recordamos como el mejor. La farmacia de la señora loca y la mujer que le alivianaba la mañana. Como esa farmacia en la que descubrió que Ella era sólo para laboratorios. La farmacia de la que Ella se robaba cremas de muestra para mis arrugas. Que siguen aqui y ni el colágeno de Doctor Simil las ha quitado. Son mis marcas de guerra.
Ella, que está allá lejos. Donde no estoy yo y está todo de mi. Ella que si me sigue pensando hace que algo de mi se retenga. Ella enamorada de uno al que no conozco. Al que no llamaré para amenazarlo con matanzas. A la que no plancharé el pelo antes de una cita, como a los quince. Siempre a los quince.
Ella...

Giro a la izquierda, esa izquierda que no es la de aquél. Aquél que nos separó y nos unió más que nunca. Giro y los Doors me dejan. Así entra con todo Lilly Allen. Vuelve el indie-pop, o al revés. Doy tres saltos y una vueltecita. Para gritar Fuck you a voz dulcificada, con el vestidito azul y las ganas de haber sido setentera en la última canción.

sábado, 11 de junio de 2011

de tu oficina a mi casa

Hoy, al salir de la oficina llovía. Caían grandes gotas y Sabina me hablaba al oído por los auriculares. Pasé por tu oficina. Pensé en llamarte y contarte que hoy, también hoy, encontré tus mails. Volví a entrar a esa cuenta que dejé de lado hace unos años. Buscaba otra cosa, cosas de trabajo, un trabajo que no es mio. Ahí estaba la carpeta que llamé luciernaguillas y tu eras parte de ellas. Sin razón alguna abrí tus mails, pudiendo abrir los de cualquier otro. Nada importante. Tal vez darme cuenta que lo que yo leía en ese momento, ahora, a distancia, no suena tan poético. Estuve a punto de girar en el empedrado de tu oficina. Marcarte del radio. Decirte:
Estoy afuera. Verte y recordarte de cuando no encontraste bolita de cristal para mi y en cambio volviste con una botella de vodka, un vodka especial, dijiste. Como si representaran lo mismo. He ahí la diferencia entre mis sueños y los tuyos. Hablar de cuando desde Barcelona llamabas para decir que había un lugar de hadas al que me llevarías. A ustedes les encanta decir que me llevarán a todos lados.
De los días en los que nos leíamos y luego, cuando te ibas con ella, yo a llorar haciéndome amiga de la cabecera de esa cama-cuna con el edredón blanco. Y entonces borracha a escribir de ti, por ti, pa-ra-ti, como escriben ustedes. Perdón por el ustedes, ya se que tú no eres él pero una cosa lleva a la otra, como tú me llevaste a él. Pero eso hoy no importó. Del desfile por las escaleras en mis noches de borrachera clownesca. De tus caídas en esa ciudad desconocida que te anesteció desde que bajaste del avión. Sobretodo de la última, la caída en el aeropuerto. La de las escaleras de subida, que nunca son una gran caída, dijiste, y las carcajadas que te echaste al levantarte.
Pero no lo hice. No giré, ni te marqué. No es que no te llame, hablo contigo casi más que con cualquier otro, pero pocas veces con esa sonrisa y esta sonrisa hoy era para mi. Sabina me rogaba cantarlo y preferí seguir el camino bajo la lluvia. No hay nada que me embriague más que el olor que desprenden las gotas al caer en la cantera cubierta de polvo. Esta ciudad de cantera y casas pequeñas. Esta ciudad que no es esa en la que estábamos hace tiempo.
Crucé el semáforo, a mis anchas, Sabina se canta con calma, algunas veces claro. Un conductor estresado quiso regañarme por no cruzar más rápido. Paré en seco. Me acerqué a la ventanilla de su mujer y le dije – Tranquilo señor. Usted va en coche bajo la lluvia y yo voy caminando ¿quién debería estar más de malas?- El señor gordo, por supuesto, se echó una carcajada y me dio el paso. Caminé la siguiente calle riendo. Estas medicinas me hacen reír mucho. Volví a pensarte y en esa frase que dijiste hace unos días, cuando veniste a casa y no dejaste recado en el baño. Algo de mi facilidad para cambiar mi día por un hecho tan simple como cantar o bailar por las calles.
Agradecí tanto no tener coche y ser un eterno peatón. Pensé que si algún día hago una novela será sobre peatones y conductores. Si tuviera coche ¿qué haría el resto del día? ¿En qué momento disolvería mis emociones con pasos y saltos bailarines?
Menos mal que nunca aprendí a manejar. Sabina calló y entró Joan Sebastian. En realidad no se cómo apareció en mi mp5, pero entró cantando Ponles agua fresca. Entonces mi mente volvió a dejarte y se fue con otros, cada canción era uno nuevo. El olor de uno, la sonrisa de otra, las palabras de él y los movimientos de aquél.
Al cruzar la plaza la lluvia decidió no visitarnos. Seguro vio que no iba a molestar y se recogió. Saqué mi cámara y tomé fotos con vista al cielo. Seguro nunca las verás. No te gusta navegar en sitios con imágenes. Tú sólo eres de letras. Como cuando en ciencias políticas me instruías sobre el propedeútico de una carrera que nunca estudié y un amigo Pepe te hacía burla. Tú y las letras. Aunque ya casi no. Canté en voz alta todo el camino, reí sola y estuve tan contenta de ser y estar. Sólo yo. Olvidé mi enfermedad cuando retraté la casa blanca con la rama verde que sale de la pared.
Rematé llegando al departamento, al mio. Al de la la planta llamada Hermenegilda, las estrellas, los diarios y los autoretratos de los otros. Abrí la puerta con Esta boca es mia y solté una carcajada.

viernes, 3 de junio de 2011

hoy muere mayo

Hoy muere mayo

Hoy muere mayo. Y con él se mueren mis ganas de volverte a besar.

Hoy entierro tu olor y tus canciones.

Hoy mueren tus preguntas por la mañana para ver qué te pones.

Hoy le llevo flores a todos los sueños que hice contigo y de ti.

Mis lágrimas cremarán la historia de vivir juntos y de que el amor contigo era amor.

Hoy muere mayo y mayo se lleva consigo enero, febrero, marzo, abril y un día de noviembre.

Hoy los días en tu cama y en la mía se vuelven cenizas.

Hoy se mueren, para siempre, tus mensajes en la madrugada y los mios en la esquina que lleva tu nombre y ahora se queda huérfana.

Muere mayo y con él todas las lágrimas que he llorado por ti, por mi y por nosotros en estos treinta y un días. Cómo hubiera querido que fuesen menos.

Adiós mayo. Adiós dolor en el estómago por las mañanas y por las tardes y todavía más tarde.

Mi más sentido pésame a las noches de preguntas tormentosas sobre mi contigo y tú conmigo.

Mueres mayo y llévate a la tumba la sensación de haber sido engañada. Esta reducción, al mínimo, de mi.

Muérete mayo, muere con todas las palabras que me laceraron. Muere con el mensaje que hizo cachitos lo que llevo dentro. El alma, el corazón o el ego. Nunca sabemos cuál es cual.

Muere mayo y no vuelvas más. Quédate en este año, en este tiempo que no es tiempo. Muere con el ardor del estómago y la afonía crónica.

Entiérrate mayo del dos mil once y no vuelvas.

Entiérrate muy abajo y déjame empezar un Junio sin ti. Sin tu mirada de lejos recordando el dolor.

Que nazca un Junio de olvido y de perdón.

No quiero volver a verte mayo. No en lo que me resta en esta ciudad. Y en todas las que vienen.

No quiero más mensajes, ni mails, ni alertas sin responder.

Mueran los días a la espera de un arrepentimiento inesperado.

Muérete mayo con las ilusiones de una equivocación momentánea.

Al cementerio con la esperanza de un “perdón”.

Entiérrate con los litros de azahar para dormir y su imagen. Con las pocas fotos juntos y las dudas de qué fue y porqué.

Mayo, al inframundo, ahí dónde no me acuerde que alguien se olvidó de mi corazón y decidió desgarrar mis hojas con su nombre.

Muérete mayo. Muerete mayo.

Muerete mayo.

Muerte a mayo.

Hoy murió mayo… y un poquito de mi.

lunes, 23 de mayo de 2011

la ultima letra

Entonces te pierdes. ya no existes en las líneas del radio, ni del teléfono. Navego buscándote y no hay respuesta.
Algo te tragó. Te tragaste a ti mismo para no pertenecerme. Me quedan unos cuantos mails en la bandeja que lleva tu nombre en mayúscula y con signos de admiración.
Cualquiera diría que fuiste mi amor imaginario. Si no fuera por esas palabras que parecen escritas en máquina de escribir. Internet esta borrando nuestra historia. En mi blog no se publican los textos que van para ti. Como si te los tragaras. O si alguien más, un pasado, uno de esos por los que me dejaste, quisiera protegerme.
Sería tan bueno que borrando los textos que hablan de ti el dolor se fuera disipando.
El extrañarte cuando miro el radio y tu nombre ya es sólo un A5 más. Te convertiste en A5 y eso quiere decir que ya no estás conectado conmigo. A5. Cuando llego a mi habitación. Una vez por semana y al acostarme no puedo decirte buenas noches. Cuando por la mañana tu mensaje ya no es mi desayuno.
Vuelvo a ti cuando miro la fuente que creías de Disney y te hipnotizaba, con la trompa hacia delante. Cómo los niños que miran por primera vez el castillo.
Al escuchar a Kinky y el Hu hu hu de Natalia Lafourcade.
Cuando vuelvo a meterme a mi bandeja de entrada y tu nombre compuesto ya no existe. Cuando todos mis mensajes son de facebook, de esa red que tú odiabas. De tu red enemiga. Esa es la única que rellena mi bandeja de entrada.
Ahora me quedas en canciones de Lucerito, de Yuri, de la señora Lupita y el nudo que ni el propóleo, ni la menta, ni los tés de la mañana han sabido diluir. Mexicana ochentera resagada. Los restos de mi hermana. Me alejaste, sin control, de la misma forma que me amaste me echas de tu vida.
Las cosas como empiezan se acaban, eso dijeron ayer.
Acabarás con la ultima letra que escriba de ti...

lunes, 2 de mayo de 2011

Otra vez en ese colchon. El colchon que tiene espacio para todos mis yos.El colchón en el que me quedo , siempre, en la misma esquina. A llorarle al amor. De nuevo el dolor en el estómago, en la boca. La sensación de haber sido utilizada. De que las promesas, promesas. Esa palabra estúpida. como nosotros. como los humanos creando sentimientos-emociones que no son naturales. Son humanos y que asco.
Sin poder pegar ojo en toda la noche. Dandole vueltas y vueltas a la burla. Al reto que fui, que soy. Me niego, no quiero, ni debo volver a pasar por esto. Duele en cada parte, aunque se creía que no dolía tanto. Y ni se sabe qué duele.
me retiro de este juego-humano. Me he canssado y no doy más.
Ahora sólo el árbol, el libro y mi teatro. Ya no más compartir. ya no más intentar. Yo conmigo que es lo que me queda y es lo que hay.
No volver a sentirme de otro que no soy yo. Haber comprado su sueño y olvidado el mio.
Me retiro, señores, del negocio del amor. Nunca fui buena en matemáticas y menos en administración.
Con una reverencia felicito al retador y gran ganador de la jugada. Ojalá la recompensa sea buena. Ya que el premio no fui yo. Y pude haberlo sido.
Me retiro, señoras, del negocio del amor. Y me vuelvo de mi para mi. Para no volver al insomnio ni a los ojos inchados. Nada de espejismos, ni oasis en el desierto. Luego el despertar pesa demasiado, y no se yo, no se hoy si me este valiendo la pena.
Me duele demasiado. y no puedo leer, ni escribir bien, ni ver película. Sólo la mirada perdida y las imágenes duras en mi cabeza. Para dañarme más, para triturarme más.

lunes, 17 de enero de 2011

Tengo esta sensación. De que no he logrado olvidar. Que los llevo a todos dentro y son pequeñas heridas que se iluminan a ciertas horas del día, o por meses. Y me duele. No creo poder crear más porque estoy saturada de historias. De desengaños, de las caídas de los rompecabezas en invierno. Quiere llegar el verano y yo estoy aterrada. Él da un paso y las heridas de pronto se iluminan al unísono y me asusto. Tres para atras. No puedo. Ya no quiero más ex, más antes, más éramos,más fuimos, más ya no somos, ya no seremos. Entrar en la duda de quíen y cuándo existió y si sólo yo lo recuerdo. A veces parece que sólo yo vivii y sólo yo reí y sólo a mi me dolió. ¿Todos olvidan?
Estuve allí. Estuvimos. Recurro constantemente a los recuerdos para verificar que pasó. Mínimo yo lo voy a saber. Tantas cartas y canciones y el olor de una cama llena de placer. Ya no fui. Ya no somos.