sábado, 2 de febrero de 2008

Historia fallida de un posible amor.

Parte III.

Son las cuatro de la mañana. Hace frío, porque en esa ciudad es invierno. Ramona y Junco andan rumbo a casa.
Ramona lleva las manos y la mitad de la cara escondidas en el abrigo. Negro. Mira hacia el suelo, gris y recién lavado. Se le mojan los pantalones. Cada paso la humedad avanza medio centímetro, en los vaqueros y frío en los huesos.
Junco, a su lado, con los ojos rojos y el jersey azul. Habla mucho, dice poco. Palabras que se repiten. Ramona sólo ve de reojo el movimiento de sus manos. No sabe si de verdad quisiera escucharlo. Podría ser mejor idea que escuchar a su cabeza. "Ramona no eres nada".
Junco no está diciendo eso. Junco habla de sus porqués, que no son los mismos que los de Ramona.

Junco nota la ausencia, tal vez sólo la distancia de Ramona, se detiene y en tono suplicante le pide:
- Ramona ¿podrías verme a los ojos mientras te hablo?
Ramona, con una parsimonia que a ella misma asombra ante tal momento, se detiene levanta la cabeza y lo mira.
Junco, entonces, al recibir la emoción en la mirada de ella, que es la suya, desvía sus ojos.
Ramona sonriendo, casi con ternura, le dice:
-¿Para qué quieres que te mire si no sabes sostener mi mirada?

Junco le da la razón a Ramona y sigue andando, ahora él también mira el suelo, gris, húmedo. Sus huesos.
Las razones por las que Junco ha sido incapaz de sostenerle la mirada pueden ser muchas, se han hecho varias hipótesis.
1.- La mirada de Ramona le ha perforado el corazón (poco probable)
2.- Cuando ella alzó la vista se dio cuenta de que sí tenía interlocutor y eso lo asustó ( más probable)
3.- A las cuatro de la mañana con siete cañas encima le era imposible mantener la mirada en un punto fijo (la más probable de las hipótesis)
4.- Ramona le ha hecho recordar los ojos de su primer pollito, el cual murió cuando él tenía cinco años. (pobre pinki-pinki)
5.- Al ver los ojos acuosos le han dado ganas de descargar la vejiga ( estamos solo elucubrando)

Él continúa hablando y para desilución de Ramona sus palabras no le dicen nada. La voz de fondo sigue "Ramona no eres nada".
Junco intenta explicarle a ella, que se explica a él, lo que no entienden ninguno de los dos, salta de una justificación a otra intentando no lastimarla. Sabe que no esta diciéndo nada de lo que quiere decir. Sabe que Ramona lo está viendo con compasión y eso en el fondo le gusta.
Ramona sabe que ya una vez que te han perforado la piel los pinchazos dejan de ser el terror de los niños.
Minutos antes ha abierto su corazón. O su cerebro. Ramona suele confundir los conceptos. Decir lo que piensas, sentir lo que dices, decir lo que sientes, sentir lo que piensas. ¿Cuál era cuál? A decir verdad es que ha dejado suelta la lengua y entre corazón y cerebro se han armado frases hermosas. Que han asustado un poco a Junco.

Existen, también, hipótesis sobre ésta explosión de Ramona en momento no adecuado:

1.- Ramona ha tenido frío y eso la ha llevado a buscar el último halo de calor que había en su cuerpo. ( salió el corazón)
2.-Ha bebido siete cañas, igual, le han desamarrado las palabras.
3.- Pensó que siempre tenía que ser sincera (tremento error eso de no-ocultar)
4.- Se aburría y quiso crear una historia de personajes que no eran los suyos, ni los de ella ni los de él.
5.- Un pequeño duende a rayas le ha dictado todo en el oído derecho. ( favor de sonreír ante las idioteces del autor)

La casa se acerca, porque es ella la que se acerca a ellos. Y no han concluído en nada más que en incomodidades innecesarias, para ella, necesarias para él. Está haciéndo más frío y Junco abraza a Ramona.
Posibles razones por las que Junco abrace a Ramona:
1.- Sentimiento de culpa
2.- Él también tiene frío
3.-Su brazo es un órgano independiente y actúa a su antojo.
4.- Ante la insuficiencia de sus palabras ha optado por los movimientos, que no son acciones.
5,- Es un poco tonto y no sabe salir del paso.

Ramona siente su brazo y la voz de fondo toma tercera dimensión. Se cae una hoja, en su cara. "No eres nada". Ramona no se siente triste. Sabe que esta historia terminará antes de lo que ella cree. Que lamentablemente no es la historia de su vida. Le hubiera gustado. Indefinible como ella. Él, que no era su personaje, fue al final más como ella. Y mientras más habla Junco, más sabe Ramona que son igual de estúpidos, que están en lo que no deberían de estar.
Junco sabe que Ramona dejó escucharlo dos kilómetros atrás. Aún así sigue tratándo de explicarse, y cada vez se aleja más de una buena respuesta.

La casa llegó. Cada uno va a su habitación. Con tristeza de no amarse, porque hubiera sido bueno.
3.-
3.-

viernes, 1 de febrero de 2008

continuación

La monja sigue de pie frente al espejo. Ya cubierta por supuesto, las monjas no deben estar mucho tiempo en paños menores, no vaya a ser que se asome Jesucristo y le entren ganas... de algo. Lo siento, el narrador no debe dar sus puntos de vista en esta ocasión pero ha sido superior a mis fuerzas. La otra dama se ha sentado en los lavabos de frente a la monja.

La monja- Por favor no te sientes ahí. Está todo mojado y ya no tienes quince años como para andar trepandote en lavaderos y árboles.

La otra dama- Yo nunca voy a dejar de treparme- guiñe un ojo- en donde sea.

La monja le da una palmada en la rodilla haciéndo ojos de desaprobación, luego ríe.
La monja- Dios mio, no la escuches.

La otra dama- joder para una vez que me escucha ya andas tú diciéndole que se haga el sordo.

La monja ( un poco indignada)- Seguimos con tu historia o me voy.

La otra dama- Ah sí, ¿en qué iba?

La monja- En tu dedo chiquito temblando.

La otra dama- jaja claro! mi dedo chiquito. Es un traidor eh, o se acuesta antes de tiempo o anda temblando a horas indebidas. Menos mal que sólo poca gente lo ve, y a la hora que yo quiera mostrarlo.

La monja- Ya estás como la licenciada. ¡Sigue con la historia!

La otra dama- Bueno, bueno. Él como que no tenía mucho que decir, estaba nervioso y yo más, pero me estaba haciendo la fresca y casual de "esto pasa todos los días".

La monja- Hablas igual que a los dieciocho.

La otra dama- Hablo, pienso y me río igual que a los dieciocho. Mi pequeño yo nunca morirá.

La monja- Ya estamos con "tu pequeño yo"

La otra dama- Sin ofensas eh. En eso como que, no sé por qué, los dos nos quedamos callados. En la radio estaba sonando una canción que yo en mi vida había oído. A mi me sonaba un poco a Mijares.

La monja- ja ja, nadie se acuerda de Mijares.

La otra dama- Yo sí y de Yuri. Él empezó a tararear, y en ese momento me acordé de un concierto al que fuimos cuando tenía como dieciseis. Estábamos atrás del telón y él se sabía todas las canciones. Ahí descubrí que cantaba bien. Puede ser que allí me empezara a gustar. No me acuerdo. Le recordé ese episodio y después le conté lo que había sido de mi en los últimos dos años. Mi desepción de los mahometanos y la adoración que tenía por las ardillas. Él se reía sin poder parar. Movía mucho los dedos sobre la mesa y yo quise detener su mano y verlo a los ojos. Pero me pasó algo rarísimo. No pude verlo a los ojos. Como antes, como hacía muchisimo tiempo.

La monja- ¿tú? ¿Cuándo no has podido ver a los ojos a alguien?

La otra dama- Pues a él. Cuando era muy chavita, un día me pidió que le ayudara a levantarse y cuando estaba desde arriba me di cuenta que no podía verlo a los ojos. Me ponía en llamas, diría la prima.

La monja y la otra dama ríen sin parar.

La monja-(mirando el reloj) nos quedan siete minutos. Apúrale antes de que vengan.

La otra dama- Bueno pues seguimos hablando. Había como esa magia, tensión sexual. Para qué le hago a la poeta. A tope. Me empezó a contar no se que cosas de los amigos de antes y no pude más. Me levanté de la silla, lo abracé tan fuerte que me dolió. Ahí ya me separó él y me dio un beso que... pufff.

La monja- No empieces de guarronga que ya sabes que no me gusta.

La otra dama- Chale a ti hasta un beso te pone verdad. Yo estaba hablando ahí en plan romántico. Bueno el punto es que ese beso fue lo que me hizo llegar hasta aqui. Ya pasaron los siete minutos. ¡Corre!

La monja y la otra dama salen apuradas del baño. La otra dama sin darse cuenta de que lleva la blusa y el sujetador al aire. Quizá por costumbre. No se sabe. Dejaron el neceser dentro del baño.

miércoles, 30 de enero de 2008

(H. al lib azul)

Milagro es que el amor permanezca

y que todavía corran los ríos

cuando hemos talado los árboles de la tierra.

Ernesto Sabato.


Esta conversación ocurre en un baño de aeropuerto. De pie frente al espejo se encuentran una monja aparentemente de 35 años y otra mujer ( no monja) que roza los cuarenta. La monja tiene desabrochado el habito y el sujetador. La otra dama, de cabello largo, también tiene la blusa abierta. Las dos miran sus tetas frente al espejo.


La otra dama-(tocándo sin intenciones sexuales una teta de la monja) bueno maldita, de haber sabido que tenía que ser monja para quedarme durita...(recapacita) ah ¿ a quien engaño?


La monja- ( sonriéndo compadecida) Tú no estás tan mal... bueno para tu edad y eso. Sígueme contando. Ya sé que te encanta pensar en voz alta.


La otra dama- Total que voy llegando yo al aeropuerto. Iba con mi onda semi hippie- intelectual. - ríen las dos-Ya sabes cómo me gustaba hacerle al show.


La monja- Ay si, nunca olvidaré ese vestido rojo que tenías. Se te tranparentaba todo pero tú te creías que usándolo ibas a redefinir el concepto de lealdad.


La otra dama- Pues iba con ese mismo eh. Siempre has sido muy hija de puta eh, a mi no me vengas con hija de Dios que nada de eso. El punto es que llego al aeropuerto. Llevaba dos maletas enormes que, porsupuesto, pesaban el doble que yo. Lo único que quería era llegar por uno de esos bagels de salmón que había en la parte de arriba. ¿Te acuerdas?


La monja- Claro que me acuerdo si durante tres años sólo hablabas de eso bagels y tus donas glaseadas.


La otra dama- Ay ni me recuerdes Krispy Cream que me muero del antojo. Subo al kiosquillo ese donde los vendían. La señorita no me hacía ningún caso y ya sabes que a mi me choca estar rogándole a la gente atención- ríe-


La monja- Sí claro como cuando te salías de los coches a bailar en los semáforos.- Ríen las dos, La otra dama ríe aplaudiendo, no se sabe porqué-


La otra dama- Siempre he sido muy graciosa. Total que por fin me voltea a ver la señorita de los bagels, iba yo a abrir la boca cuando se me adelanta una voz y dice "Bagel de salmón con queso crema y una coca light". En eso volteo y lo ví. No sabes, se veía guapísimo. Muy trajeado y todo, cosa que a mi nunca me ha gustado, pero olía delicioso y el arete en la ceja seguía ahí. Yo no podía creerlo. Tenía la cara igualita que cuando eramos mocosos, una mirada como más profunda y olía delicioso. Y eso que yo nunca he sido de olores. Lo primero que hice fue gritar "vergaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa", ya sabes mis épocas de corrientez- la monja se avergüenza- Empecé a brincar como una estúpida y gritando "no me lo puedo creer, no me lo puedo creer, joder, qué fuerte". Mi mezcla de lenguajes q siempre llevo a cuestas. Él me abrazó. Sonreía con esa sonrisa suya, esa que hace que salga instantáneamente la mía, pero la mía de cuando estoy con él.

La monja- No empieces de romántica por favor.


La otra dama- Uy sin enojarse eh. Me dijo que llevaba horas en las mesas de Mc Donals, que vió pasar mi vestido y le llamó la atención. Y eso que cuando estaba con él nunca me lo puse eh. Había estado mirándo cómo cargaba las maletas y cómo dejaba que todos pidieran menos yo. Intentando hacer memoria de qué iba yo a pedir. ¡Y le atinó! En eso veo que llevaba en la mano Sidharta, bueno ahí para mí fue lo máximo. Yo fui la primera en recomendárselo. Dijo que algún día lo reelería, que tal vez no era el momento. Le pedí que me ayudara con mis maletas y una vez que nos dieron mi bagel. Ay que rico se me antojó. Nos sentamos a hablar. Yo no tenía ni idea de su vida. Ya sabes, fue la época en que me fui a la montaña y no quería saber nada de nadie. Resulta que le fue llendo cada vez mejor en su trabajo y su negocillo terminó siendo una de las empresas mas fuertes del pueblo.


La monja- No le digas pueblo.


La otra dama- Bueno de la gran metrópoli- haciendo alarde- Me contó que se había casado. Obvio dijo eso y a mi casi se me caen las bragas, pero me hice la casual. Después me enseñó que ya no llevaba anillo, hacía tres años que se había divorciado. Yo seguía sin creerme que estaba con él, que era él, su boca, sus ojos, sus manos. La última vez que habíamos hablado había sido en un cumpleaños, no sé si mío o suyo. Pero después de esa llamada... No me acuerdo qué pasó. Que alguno de los dos quizo dar la historia por terminada y así fue. Yo seguí con mis líos literarios y él con sus dibujos y cosas de esas.


La monja- Anuncios.


La otra dama- No sé, hace de todo. Yo lo escuchaba hablar y sentía como me temblaba el dedo chiquito del pie.
continuará




martes, 29 de enero de 2008

(h. al l.azul)

El hermoso consuelo
de encontrar el mundo en un alma
de abrazar a mi especie en una criatura amiga.
F.Holderin
El abuelo que toma en brazos al nieto recién nacido,
desnudo.
El par de chicas que se miran las tetas frente al espejo,
desnudas.
El perro y la perra que se olfatean en la acera,
desnudos.
La gran parvada en el cielo en forma de V.
El móvil que suena a las cuatro de la mañana cuando ninguno de los dos,
duerme.
El vagabundo que encuentra un cajero abierto con otra vagabunda dentro,
duermen
Mientras escribo tus sueños en mi pantalla
duermes.
Las estrellas que quieren estallar en medio del campo,
oscuro.
El encuentro de un caballo y un toro en medio de la noche,
oscura.
Los ojos que te hechizaron y a los que escribiste tantas veces,
oscuros.
El Calor que desprenden dos cuerpos que se quieren,
amor.

domingo, 27 de enero de 2008

a andres

Andrés está pegado al teléfono. Sólo le quedan veinte pesos en la tarjeta, es la tercera vez que llama y otra vez...
tut-tut-tut.
-¿Noriko?
tut-tut-tut
- Noriko
La interferencia se vuelve más fuerte y sólo se escuchan los grises de la televisión. Antes de ponerse las rayitas de colores.

Noriko está bailando, ya no es consciente de que baila. Sus pies actúan solos, está pactado con su cerebro. Sus ojos miran hacia el escenario. Donde una vez bailaba acompañada. No sabe si habla o el calvo la está cargando. La peliroja le ha preguntado más de una vez que en dónde está.
-Aqui..creo.
Contestó las primeras 2 veces. La tercera se limitó a sonreír. Y a seguir bailando. En automático. La pila no para. Realmente está en el limbo. Le encanta esa palabra, más que el concepto, o casi igual. "Los niños no bautizados van al LIMBO" ¿qué coño será eso? No sabe, pero ahí está. Es el exeso de alcohol y la muerte de neuronas. Los no-bailes en las escaleras y el nuevo baile de la bufanda.

La mano de Andrés suda en el teléfono. Se acaban los veinte pesos. Su espalda golpea la pared.
Llamó a Noriko, porque ella lo escuchaba, así, cuando llegaba nada más para saber qué pensaba y esas cosas. Ahora está llegando, a otra habitación. Pero "llegar" le ha recordado que tenía que llamarla. Noriko no contesta, o no está. Andrés berrea. No por Noriko, por llegar.

Noriko sube las escaleras. Ahora sin espada. El chico del cabello largo descorre la cortina y Noriko siente frío. Otra vez la calle. Otra vez las cuatro de la mañana y ella fuera de casa llena de alcohol. Mira su movil y ve 7 llamadas en el buzón. Todos números desconocidos. Sabe que dos son el mismo y lo conoce, aunque en la pantalla aparezca desconocido. La peliroja le está hablando así que no escucha los mensajes de voz. Llega a la gran fuente. Iluminada a las cuatro de la mañana. Es una suerte vivir en primer mundo. Las fuentes brillan toda la noche. El agua no para.

Han pasado cinco minutos desde que Andrés colgó. Ahora está de pie. Otra vez. El ojo derecho semiabierto . Mete las manos a los bolsillos y coge el siguiente autobús. Primera Plus huele a sandwich. Pide agua para acompañarlo. Los refrescos calientes suelen molestarlo. Como a todos. Él es un chico provinciano, prefiere el agua o una buena cerveza.

-Noriko ¿a dónde vas? - pregunta la peliroja
Noriko se ha subido al autobús. No supo que la peliroja se quedaba atrás hasta que la vio sola en la esquina, Noriko ya iba en movimiento. Su avenida favorita y vuelta en la estación de tren. Baja en la glorieta. Con el rimel corrido ( de un mes). El vestido rojo huele a humo y los converses pegostiosos. El ascensor esta averiado y sube andando los tres pisos. Todavía hay cajas en el pasillo. Pasa el baño, la cocina (sucia). Entra a ponerse la pijama. Sola. La cama está vacía y en la esquina hay un montón de bolsas vacías. Las bolsas y sus manos. Se sienta cansada sobre la colcha blanca. Marca 123. Escucha con una sonrisa. Cuelga y se entristece.

-Andrés, no alcánzo a coger el espiral. Se me va de las manos. Andrés ¿me escuchas?