jueves, 30 de agosto de 2012

no se lee antes de escribir

Saber que lo aprendido es una estupidez. Saber que hay marcos que no estan dispuestos a cubrirte del hielo. Que una y otra vez tu voz resuena desde dentro de mi  armario. Los zapatos que nunca me van a importar , sólo sirven para andar. Cien millones de algas picándome en el cuerpo, a ver si así me desfiguro, los desfiguros se llevan por dentro. La sociedad estúpida y poco comprensiva de lo que de verdad vale la pena, de lo que de verdad nos está matando, de lo que nos va a matar... mañana. No hay días de revistas ni chocolates de visceras. 
Un gigante alimentándose del último hígado de elefante. El susurro de una cucaracha antes de ser aplastada. Los miles de tambores que son los vientres al ser untados con arsénico. La muerte del insospechado. Los poemas que nadie leerá, nadie  más que Word. 
El tapíz ojalata del divorciado en ruinas, las dos columnas de salchichon que habítan  el pasado de mi bisabuelo. Pocas antenas que reciban lo que nos grita la aurora. Tu nombre que no significa nada junto al mio. Mi nombre que no significa. Todas las cosas nos significan. Yo significo la mitad de un vaso de leche con hielo. Como cuando dejé de bailar para convertirme en avispón. Hay tres doctoras intentando sacarle a todos el cerebro, yo observo, desde una veladora con la imagen de Pinochet. Mis versos se quedan perdidos en la dimension de donde medito, mis versos y los diálogos entre dos carpinteros que algo intentan decirme. Oigo la voz de una araña, araña amiga, araña maldita, araña babosa, en la orilla de mi cama, me dice "ya estuvo". Tanta quietud, tanto Monterroso y tanto Bolaño  enterrándome agujas en la vagina y en la mente. Un dios sin puesto ni coraje. Mis siete ganas de escribir una novela, las siete lágrimas que derramé por un hueso de pelvis, el siete como número rehabilitador.  Canciones de cuna en la esquina de una isla desierta. Bebés que arañan las paredes por un trozo de llanta. Mi niño que va a nacer muerto. El niño de todas las Yermas, de todos los Lorcas, de todos los que no quisieron ser Dalí. Una espina clavada que es mitad Grotosky mitad Cohelo. El no saber... no tener... no poder... no hacer. Fui la musa de un caballero, ahí cuando apenas iba saliendo mi pirmera pezuña. Fui la musa de un nadador cuando una gota volvió azul el pensamiento del agua. Soy la musa de mi dolor. 
Espías cubiertos de  pelos que sólo auguran el nacimiento de un nuevo partido. Partidos y medios y cuartos que no buscan más que el poder de los cocodrilos. El cuarto que no restauró la cuarta corona. Todos los sillones que guardan las fantasías de los abuelos, los abuelos calvos, los abuelos desertando, los abuelos que no son lo que dicen que fueron, que no fueron lo que dicen que son. Las casas abandonadas en mitad de la estrella, la bipolar. 
Mis pisadas llegando a ser las de un soldado. Un soldado alemán que vio cómo destrozaban a su mujer y a su hijo. Mi sueño de mujer de Juarez, mi sueño de espectadora. Convertida en un reality show. Bajando las escaleras del subsuelo, las escaleras movedizas, las escaleras burguesas que ahogan mis pensamientos, que me cubren de cemento para no ver la realidad. Los 108 muertos y desaparecidos por el capricho de un político, por el capricho de una bala, por el capricho de uno que nunca ha sido. 
Este afán de romper el viento y la voz y el revistero de un tatarabuelo. 

Allí, allí allíiiiiiii