sábado, 17 de mayo de 2008

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Se cruzan los días de locura. De desahogo necesario. Las arterias se saturan de emociónes. Mi ser es un conjunto de mecanismos de defensa que se pierden con mis deseos y confundo los unos con los otros. La irrealidad. Estas ganas de convertirme en locura embriagada de néctar. Porque la desilución es constante. Las mentiras te acechan detrás de cada semáforo. El miedo a que todos los ojos se transformen en los tuyos y los tuyos dejen de ser los de nadie. Soy menos incoherente de lo que se piensa o más coherente de lo que se esperaba. Una búsqueda constante para encontrar desechos de seres humanos. manos cortadas por la infelicidad. La desesperación del humano por llegar a ser, por no ser, por tener que morir y seguir vivo día tras día. SE cae en la locura por no saber en qué caerse y los más locos son los más cuerdos, los más cuerdos son los más locos. Por eso el absurdo y la cadencia de efemérides en los labios del lacerado. Las lágrimas en la madre negra gorda con siete hijos y un gato con sarna. Todos sospechan y conspiran estrategias, porque somos tan lamentables que nos hemos acostumbrado a regirnos a través de estrategias, de dinámicas baratas, de consejos escolares, de escuelas que nunca han entendido nada del hombre y de su devaluación hasta el estado de un viejo arañado, arrugado y con necesidad de que le limpien los meados. Humillado. La gente llora en el teléfono porque se pelea con sus parejas, porque no entiende a sus padres, porque el maestro los ha suspendido, porque su familia se ha vuelto loca. La única razón para llorar es el estado tan desesperante que es vivir en un espacio desconocido. Con el vérgigo de caer a cada instante, de perdernos en lo que decimos conocer pero que no tenemos ni idea de qué es. Caigo, me tropiezo, me golpeo. Los cristales se estrellan en mi corazón. Porque todavía tengo uno. Detrás del perro vagabundo asesinado. Los desconciertos del más allá y la tortura de no volver a ver al ser querido. Esta inservible conciencia de que las historias se acaban y no sirven de nada... De que no podemos ser constantes y nuestro cariño es relativo. Como son relativas las estaciones del año.Cada año hace más frío y más calor cada que lo esperámos. En invierno queremos que sea verano y en verano que sea invierno. Porque somos infelices. Porque no somos concientes de que no hay conciencia alguna que sirva. No hay porqués y los discernimientos son estúpidos entre nosotros, que de nada sirve respetar lo que tú pienses o lo que yo piense porque eso al final no tiene importancia para nadie. Ni para las miradas de azúcar de un niño cuando vienen los reyes magos. Inventamos nuestra historia, inventamos la historia, que no hay historias, que ayer no existe, el ayer se acabó cuando despertaste hoy. Todo se esfuma y hay que acostumbrarse, dolorosamente, a perder. Con la mente ocupada en el presente para no pensar en el pasado ni en el futuro. Para no pensar en los que sufren más ( que es una putada) en los que han sido arrastrados por nosotros mismos, en los que lloran y se ríen por no tener nada más que hacer, en los que se mueren de hambre, de frío, de traición, de un balazo en la espalda o del simple dolor de ver a todo su país despedazándose unos con otros, muertos. Hasta llegar a un no-sentir, para después querer sentir de golpe. Subirte a un escenario o ser el centro de una conversación para intentar hacer que renazcan los sentidos y los sentimientos. Un sin-sentido.

lunes, 12 de mayo de 2008

el chamaco que jugó con la cal(h.a.l azul)





El mundo me parecía, entonces, como la creación de un dios adolorido y torturado.

Nietzsche.


Esta mañana he acompañado a mi mamá al trabajo. Me encanta acompañarla los días que va a la Delegación. Todos me saludan como "la hija de la licenciada" me traen pulparindos, chaparritas, carlos V. Y a mi me encanta que me consientan tanto. La secretaria nos trae gorditas, y el señor de enfrente del escritorio de mi mamá, no me acuerdo cómo se llama, uno que lleva un sombrero, bigote y su chamarra de piel café siempre llega con tamales. A mi me da el de dulce, yo odio los tamales de dulce, pero mi mamá no me deja decirle y me lo tengo que comer, porque mi abuela dice que es pecado desperdiciar y mi padre que es de mala educación rechazar lo que te dan los demás. Así que cuando veo que viene ese señor, me voy a donde la secretaria y me escondo abajo de la mesa.
Hoy no me la pasé tan bien. Normalmente mi mamá me deja con la secretaria casi todo el tiempo. Pero Anita no fue hoy, así que tuve que estar con mi mamá en su oficina toda la mañana. Primero llegó una señora llorando. Su ropa estaba muy sucia y olía a elotes podridos. Apenas abrió la puerta se puso llore y llore, y se tapaba la cara con las manos, me fijé que sus dedos estaban llenos de cortadas y no tenía las manos suaves como las de mi mamá, ni blancas, tenía las uñas llenas de mugre. Mi mamá se acercó hasta la puerta y la sentó. Se le salían los mocos, nunca había visto a alguien llorar así. Mi mamá muy tranquila , como si ya estuviera acostumbrada,se sentó a su lado, le acarició la espalda y le dijo:
- A ver, Conchita, tranquilizate. Cuéntamé que pasó.
La mujer no volteó a ver a mi mamá. Se limitó a gemir, o a decir cosas entre gemidos, yo no la entendía.
- Conchita, no te entiendo nada. Aqui mi hija te va a traer un té y a ver si así te relajas un poquito.
No necesité que mi mamá me dijera nada porque cuando volteó a verme yo ya estaba en la puerta. Justo cuando iba a abrir, la señora se levantó de la silla y fue corriendo hacia a mi gritando:
- ¡No, no! por favor que no lo vea.
Yo me asusté muchisimo y me quedé quietecita mirándola. Me entraron ganas de llorar, pero mi mamá me tomó de la mano y hizo esa cara que hace cuando no pasa nada. Entonces se me fue el susto, pero me entro la curiosidad y quería abrir la puerta más que antes. En eso que la señora como que respira y dice:
- Ay Licenciada, es mi chamaco, que si su niña lo ve me da vergüenza, ella tan chiquita, tan finita, se vaya a enfermar del susto y no vaya a ser que por mi culpa.
-Bueno Conchita, no te preocupes, mi niña no va a salir hasta que tú me expliques qué pasó. Ella ya está grandecita, así que tu tranquila, cuentáme y no te preocupes por mi niña que más tienes tú por que preocuparte.
Ella intentó sonreír, pero luego luego fue como si viera un fantasma o uno de esos pajarracos negros, como que se acordó que no podía sonreír.
-Pos mire Licenciada, ¿usté se acuerda de mi Juan?
Mi mamá dijo que sí con la cabeza, pero yo sabía que no se acordaba.
-Pos resulta quel Juan taba hoy trabajando conl chamaquito, pos eso lo hace siempre.
En eso se volvió a soltar llorando, ahora más fuerte que antes. Se tiró al suelo y se agarró las rodillas. Ahí sí vi que mi mamá se asustó y dejó de estar tranquila. Se hincó junto a la señora y la abrazó muy fuerte.
-No licenciada, por favor, no me abrace usté que la voy a llenar di la mala olor, que traigo a la muerte conmigo. Usté dice y dice que no, pero va a ser que sí. Que me echaron el mal di ojo y no hay quien me lo quite. Que a mi los gatos negros me persiguen y el Juan dice y dice que no que son visiones mias pero ya ve usté, primero mi amá, luego mi apá, mis tres hermanos, mi hijo el Ruben y ahora.
Mi mamá la siguió abrazando y a mi me entraron ganas de llorar y abrazarla también porque yo nunca había oído que a alguien se le muriera tanta gente. Sólo a Chispita cuando se le mueren sus papás. Pero eso es en la televisión.
-No digas tonterías mujer, ¿Cómo vas a traer tú la muerte?¿Qué fue lo que pasó Conchita?
- Ya verá, ya verá, si lo decía mi tia Carmela, que a mi no hay mas que verme pa que vengan los zopilotes a comer. Pos que el Juan andaba trabajando conl chamaco y pos como él ya taba acostumbrao a andar con la cal no le dijo na' al niño, pa que entienda usté, que no le dijo que con eso no se juega y que en eso el Juan se distrae y que va el chamaco con las manitas llenas de cal se talla los ojos.
Mi mamá suspiró, como si se aliviara. Y le dijo.
- Hombre Conchita pero si ya me habías asustado. Que no pasa nada. Ahora llamamos a mi hermano el médico y verás como te lo cura.
-No licencia, que no es eso. Que pos los ojos de mi chamaco empezaron a burbujear asi como cuando la agua esta recaliente. Tons yo salgo y que le pego al Juan y le digo que si será tonto que cómo no cuida al chamaco, yel chamaco llore y llore, ¡mi arde, mi arde! gritaba el pobrecito.y que le empieza a salir una agua amarilla de los ojos. y yo pegándole al Juan, pero que lihiciste al niño, y corre y corre de un lao a otro sin saber pa onde marchar. Tons jue la Romi a buscar al dotor y que no estaba y la agua esa amarilla del niño se hizo como una masa, y el niño llore y llore, que no veo, que no veo. Y yo ¡que me dejaste ciego al niño, borrachote! y el Juan no taba borracho pero pos la costumbre licencia. Tons que se me asusta el Juan y que va y coje el cuchillo, y pos yo me asusté retearto y le dije " Como me vuelvas a pegar, cabrón, te mato" y que en eso me miró como nunca mi había mirao.
De nuevo la señora se puso a llorar y no le entendíamos y yo cada vez con más ganas de salir y de ver al niño ese con la masa amarilla en los ojos.
En eso vuelve a hablar la señora y, como si le hubieran cambiado la voz dice:
-Y que se lo clava licenciada, se clavó el cuchillo en el cuello, ahí en mi meritita cara. Se me mató, Licenciada, se me mató por mi culpa, por que le dije que era borrachote y él no tenía la culpa.
A mi me empezó a dar mucho calor y no pude resistir las ganas, me fui corriendo a la puerta. Abrí, había mucha gente esperándo, todos olían a elotes podridos, busqué al niño, al chamaquito,. Lo encontré en una esquina, lo reconocí porque estaba sentado solito tapándose la cara, estaba llorando. Parecía como de cinco años. Me acerqué a él y me temblaba la panza. Oí que mi mamá me gritaba, entonces le toqué el hombro. Alzó la cabeza y ví la cosa más fea que he visto. Más fea que la película de Eso. Vi como de sus ojos chiquititos le salian dos pelotas, una era como una naranja pero sin forma y la otra era una gelatina incrustada y no se le veían las pupilas. Me dolió mucho la panza y lo abracé. No sé porqué, si mi abuela dice que uno no debe de tocar a cualquier persona y que siempre que lleguemos de misa hay que lavarnos las manos porque no sabemos qué habrán cogido las personas a las que les damos la paz. A mi me entraron muchas ganas de abrazarlo y lo abracé. Y cuando me volví a separar, empecé a ver todo borroso y brillante y me caí.
Ahora estoy en mi casa. Dice Licha mi muchacha, que me desmayé. Yo nunca me había desmayado. Lleva toda la tarde consintiéndome. Le hablé a mi mamá para que se viniera a la casa pero me dijo que todavía tenía mucha gente que atender. Me preguntó que si quería que me traiga algo y me dio permiso de ver la tele en su cuarto. No sé cómo se llame ese niño, y algo me dice que no me van a dejar volver a la oficina de mi mamá, pero a mi nunca se me va a olvidar, ni su mamá, ni él, ni porqué yo estoy aqui a punto de meterme a la piscina y él estaba trabajando con su papá.