martes, 13 de noviembre de 2018

Sanémonos Hermana

Mi hermana murió por estos días, nunca sé exactamente el día, ni hace cuánto. Cada año vuelvo a preguntar a mi familia.

¿Cuándo fué que se fue?

Es curioso lo que una decide olvidar, el recuerdo que elegimos no reconstruir, las fechas que se nos escapan entre los dedos una y otra vez, aunque hagas un esfuerzo en retenerlas. Su muerte fue así, tan escorpiana, tan sacando a la luz tantas cosas, tan fuego líquido, lento, que fue atravesando y arrasando todo . Tan plutoniana que vino para transformar todo lo que había a su alrededor.
A veces pienso, ojalá hubiera sabido algo de astrología, algo de chamanismo, algo de sanación femenina, para poder entender a mis 21 años, cómo es que las cosas que amas mueren para renacer en otras vidas, en otras formas, en otros pensamientos. Una nunca espera que se le muera una hermana, imaginas la muerte de los abuelos, de los papás, de algún tío, pero la de una hermana, es una muerte que llega así, de golpe, como un espejo todo poderoso. Una hermana es un espejo de ti misma, y a partir de ella ves todo lo que eres o no, te ves a ti en el cuerpo y en la historia de la otra. La muerte de Vero me transformó a tantos niveles que hoy ya no puedo narrarlos. Recuerdo que en esa época comenzaron a salirme mechones de pelo amarillos, que se volvían blancos y luego la cabeza se me llenaba de huecos. Mi mamá me llevó a varios médicos. Me dieron vitaminas para mallores de 50 años, dietas especiales, pero era la tristeza, la tristeza nomas de perder a una compañera y no saber qué hacer con esa pérdida. Porque aunque sea mexicana, no, no sabía cómo lidiar con la muerte.
La sueño muy seguido, sueño que se avecina una inundación y que las dos vemos las olas del mar crecer y oscurecerse, y la gente a nuestro alrededor corre con miedo, pero nosotras sabemos que no va a pasar nada, así que en vez de huir de la ola, nos metemos a ella, la nadamos juntas. También sueño que está viva, que regresa y que cuando le reclamo su ausencia, me dice que nunca se fue. La soñé cuando llegué al Bolsón, soñé que me decía que ella vivía en el cuarzo rosa. En ese entonces yo no hacía todos los rituales que hago ahora. Busqué cuarzo rosa en google, decía que era una piedra que trabajaba el amor. Yo no sabía que las piedras trabajaban cosas, que estaban vivas, que desprendían energía sanadora.
A principios de este año, me inscribí en un taller de facilitadoras de círculos de mujeres. En esos talleres trabajamos con la sanación de úteros, de nuestros linajes femeninos. De pareja me tocó una mujer, que con los ojos llorosos me dijo
“yo ya no tengo útero, pero lo sigo sintiendo, sigo sintiendo que lo tengo que sanar, sigo sintiendo su poder, su memoria está viva en mi”.
Entonces recordé a mi hermana, recordé que falleció después de una operación en la que le quitaron el útero.
¿Cómo era posible que en los dos años que llevaba sanando el útero no me hubiera dado cuenta que mi hermana había fallecido por un problema ahí? ¿Cómo no me acordaba que a mi mamá le habían quitado, también, la matriz? ¿Que la mamá de mis hermana había muerto tras un parto?
Y que no, no era casualidad que hoy yo estuviera sanando mi útero y el linaje femenino de mi familia.
Hay que sanarnos a todas, hay que hermanarnos. Los círculos de mujeres a son así, compartimos con la palabra HERMANDAD, hermagas, nos llamamos las unas a las otras. Muchas veces pienso en lo hermoso que hubiera sido no haber olvidado estos rituales de mujeres, de juntarnos en círculo, de danzarle a nuestras abuelas, a nuestras madres, a nuestras diosas y mujeres, a todas aquellas que se fueron y las que están, de danzarnos a nosotras y a la vida. De rendirnos ceremonias por nuestras memorias. Tomarnos de las manos alrededor de un fuego y bailar juntas. Estás ahí, con una perfecta desconocida, una chica que conociste hace un par de horas, y sientes, que la conoces de toda la vida, que si hoy están ahí, juntas, bailándole a sus ancestras, es porque en algún momento las dos atravesaron los mismos dolores, los mismos deseos, las mismas ganas de abrazar a tus hermanas.
Hoy me dedico a sanar, sanar sanando, dicen. No sano sólo a mujeres, quien toque mi puerta es recibidx. Porque lo femenino y lo masculino lo tenemos que sanar todxs.
Curandera, Bruja, Hechicera, Chamana, Maestra, me llaman de muchas formas, Igual a mi, me gusta hermana. Así la recuerdo, así recuerdo que la que se me acerca, es ella. Un pedacito de ella que viene a mi, 10, 11 o 12 años después, dije no recuerdo la fecha, y me dice:
“Sanémonos, hermana”

miércoles, 31 de octubre de 2018

Escorpio se llevó a Sixto


Escorpio se llevó a  Sixto o el sistema nos alejó de la muerte

 -Hermosa, Sixto amaneció medio enfermo. Lo voy a subir a la cama con nosotros un ratito. ¿Te molesta?
María José se había despertado en el amanecer. Su útero se había hecho presente durante el sueño. El dolor la despertó. Sabía que esta luna iba a venir complicada. Había hecho ceremonia de Yagué y los secretos que le habían sido revelados por la abuelita habían sido grandes tragos amargos y confusos, que todavía intentaba digerir, esa mezcla de amargura y amor que te trae la planta seguía atravesando su cuerpo. Llevaba 7 días de retraso.
“Cuando me llegue esta luna, se decía, todo va a ir saliendo de a poquito”.
-          ¿Qué le pasa?
 Contestó ella
-Ayer no quiso cenar y hoy no vino a buscarme cuando me levanté. Está tirado, con la mirada triste.
-Traélo.
Durante un rato estuvieron los tres acostados. María José sintió las punzadas del útero fuerte, se levantó, hizo un té de Gobernadora con Rosa mosqueta. Quería sentirse mejor y quería recordar la sensación que le daba la gobernadora cuando trabajaba con ella en la Patagonia. Quería juntar al norte con el sur.  Se acostó de nuevo, puso las piernas en alto. Y dejó salir unas cuantas lágrimas.
-          ¿Te duele mucho?
       Preguntó él.
-          Sí.
María José estaba aprendiendo a sentir el dolor. A no evadirlo, a no irse. A conectar con lo propio. Sabino se levantó a hacer unos mates. Ella y Sixto se quedaron en cama, abrazados.
-          No vayas hoy!
Gritó él desde la cocina
-          Quedáte acá. Te duele y tenés que descansar. Así te quedás con Sixto y los dos se apapachan.
María José asintió. Envió mensajes cancelando sus actividades y volvió a acariciar a Sixto.
-          Está caliente. Hay que llevarlo hoy al veterinario. Por cualquier cosa.
-          ¿Vos decís?
-          Sí.
-          Dale, en un ratito lo llevo.
La gobernadora y la rosa mosqueta hicieron su efecto. Ella se levantó, ya más sonriente, más tranquila, sabiendo que se quedaba en casa, que iba a descansar, que podía permitirse estar.
-          Voy contigo
Le dijo después del segundo mate.
-          ¿Te sentís mejor?
-          Sí, la gobernadora es mágica.
-          Acá no hay ese yuyo no?
-          No, sólo en mi tierra encontré.  La gobernadora, un nombre muy mexicano para una una planta del norte.  
Se hizo un silencio.
-          Me ducho y vamos.
Sixto seguía en la cama.  Sabino lo bajó con mucho cuidado y lo llevó al coche.
-          Vamos viejo, vamos viejo.
Escuchaba ella mientras él  convencía al perro de subir a la parte de atrás. Ella nunca lo había sacado, le habían dicho que se ponía intenso o agresivo y le daba miedo no poder controlarlo. Todavía recordaba el dolor en las rodillas de cuando había intentado detener al perro de Chavira y éste se la llevó puesta por toda la calle.  Ese día pudo llevarlo con la correa. Sixto caminaba tranquilo, contento.
-          Si se porta así no me daría miedo sacarlo. 
-          Está tranquilo hoy, debe ser por el dolor.
-          Tómame una foto con él.
Sabino le hizo un vídeo de cámara lenta porque no sabía usar bien el iphone y nunca se dio cuenta.
La veterinaria dijo que probablemente había comido un hueso, que sentía mucho dolor y que tal vez algo le obstruía. Había que regresar en la tarde para que le hagan la ecografía y análisis. Volvieron a casa,  ella buscó en youtube “música para sanar perros “ y encontró. Se la puso durante todo el día.  Yarela le mandó algunos mantras, que también puso, para que Sixto se mejorara, pero seguía ahí, tirado a sus pies bajo la mesa. Sin sus acostumbradas interrupciones. Sin lamerle las manos, patearle el celular, abrirle y cerrarle la puerta de la cocina constantemente.
Era la pelea diaria, a ella le daba frío, y le gustaba estar encerrada, el perro se ponía en dos patas, alzaba la patita y abría la puerta todo el día. Peleaban, ella le ponía llave, luego se la quitaba y así los días que ella pasaba tiempo en casa.
-¿cómo sigue?
Le escribió él por whatsapp.
-          Decaído. Te espero para llevarlo a la eco.
La nueva veterinaria habló de riñones poliquísticos, luego otros estudios, algo de la creatinina alta y al siguiente día Sixto ya estaba internado.  Por la noche, ella y él lloraron al volver a casa.
Cuando fue a visitarlo, se le partió el corazón.  Un cuartito de 2x2 , había 4 jaulas, en cada una un perrito distinto, conectado, con sueros, la mirada triste y alguno llorando. Ella nunca había tenido animales. Alguna vez cuidó a una gata, pero sólo por tres meses. Nunca había sido amante de ellos, de hecho no entendía ese amor. Los últimos años, su convivencia con Florencia la astróloga, la habían hecho entender un poco de ese amor. Entendió por qué Flor iba los fines de semana a un hospital de gatitos. Y le dieron ganas de… suficiente tenía con las personas.
Cuando el veterinario salió del cuarto de jaulas, ella silbó una canción, una de esas que le vienen de no sabe donde y le silbó a cada perro. A Sixto le cantó, pero él no la escuchaba. A Sabino sí, cuando escuchó la voz de Sabino, Sixto reaccionó.
El cáncer estaba avanzado. Los veterinarios hablaban de oncología, y de tratamientos largos y dolorosos.
-          Hay que sacarlo. No quiero que pase más días acá.  Que muera en casa.
Lo sacaron. Lo llevaron a casa y pasaron dos días haciendo rituales con él. Ella se convirtió en esa vieja bruja chamana que la habita, tirando hechizos, cantos, sahumos y masajes. Él mago blanco olvidadizo, le leyó cuentos, lo abrazó fuerte, lloró mucho con él. Ella intentaba abrir el canal, llenarlo de luz, escucharlo. Esencia de cannabis, le dieron, para que el dolor fuera menos fuerte.  Así juntos durmieron los tres en el jardín la primera noche y la segunda debajo de la mesa de la cocina.  El péndulo había fallado, ella no lograba acceder a sus visiones como solía hacerlo.
“Cuando es alguien así, tan cercano, no puedo “ Pensaba. “Nunca acompañé a nadie a morir”
  Él lloró mucho y ella lo amaba más cada vez que lo veía derramar una lágrima. Ella nunca vio, en casa, los hombres no lloraban, los hombres no se sensibilizaban. En casa no había animales.  Tuvieron largas charlas con Sixto, de reconciliación, de perdón, de agradecimiento. Pero él no se iba.  No comía, no bebía, no caminaba, no lloraba.
-          Siente nuestra angustia y no se quiere ir.
Al tercer día llamaron a un veterinario para que viniera a casa. Ella, hiperactiva y ácida, conectó con su luna taurina, o con su venus en piscis, o lo que fuera, y durante dos horas  se la pasó cepillándolo, cortándole las barbas llenas de baba que se le habían hecho desde el dolor.  
-          Te estoy preparando para que llegues guapo al otro lado.
Le susurró.
El veterinario llegó y él volvió del trabajo.
-          Hay que anestesiarlo para que no le duela. Para que esté dormido.
Les decía el extraño.
Él lo agarró de la cabeza, mirándolo a los ojos, teniendo los últimos diálogos de miradas. Ella con las manos en su columna intentaba mandar amor.
Dejo
De
Respirar
-          Ya está.
Dijo el extraño.
Ahí, ella lloró. Se abrazó a sus rodillas y soltó unas cuantas bolsas de agua salada que tenía atoradas.
Él despidió al veterinario. Se abrazaron. Fumaron juntos. Ella entró en trance. Así le pasaba. Cuando las ceremonias de Yagué eran cercanas, las plantas sagradas se conectaban en su cuerpo. El bufo y el yague se activaron. Y ahí, abajo del limonero, al lado de Sixto se tiró, con los brazos abiertos a llorar y a recordar, su memoria, la de Sixto, la de la casa, la de sus ancestras  y la de la tierra.
Sabino, instantáneamente, con su hermosa luna en acuario, se puso a cavar, debajo del árbol de Noche buena.
“El limonero brilla porque  la noche buena lo irradia, la noche buena brilla por el limonero, son como nosotros. Mi ascendente leonino brilla gracias al reflejo de tu sol leonino…”
Cosas así decía ella en voz baja. Cuando entra en trances, él sabe, ella ve, escucha, siente.  Después de un rato, con mucho cuidado y trabajo se levantó.
-          A las brujas nos quemaban porque no producimos. No podemos producir la materia que el capitalismo necesita. Siento que viajé muy lejos.  ¿Te ayudo?
Sabino ya había cavado un hoyo, lo suficientemente grande como para que Sixto entrara.
-Pasá los últimos detalles con la palita chiquita.
Cuando ella se arrodilló en la tierra, encontró un ajito chiquito, fruto del ajo que había sembrado meses atrás en su sanación uterina. Sonrió.
Juntos cargaron a Sixto al hoyo.
 Trajeron las bolsas de flores. 
Sobre el cuerpo:
Humo de tabaco sagrado para iniciar la ceremonia y abrir el nuevo portal
Una cama de lavanda,  para aliviar el dolor, para que transmutes placenteramente hacia tu nuevo camino.
Una cama de manzanilla, para que te de calor, que te ilumine el sendero,  que calme los nervios
Una cama de menta, para darle sentido al camino, para refrescar el viaje, para alivianar la travesía.
Unos buches de mezcal escupidos por él y por ella, para dar fuerza y valor
Una cama de tierra para asentar la perdida.
Un rocío de semillas de caléndula, para que tu muerte sea la siembra de vida nueva y sanadora
Un hueso de aguacate, para que el camino sea suave y dulce, fácil de atravesar.
Él le tiró unas flores del amor, para que lo recuerde, nomás
Ella unas de sanación, para que la perdone, capaz
Entre los dos terminaron de enterrar.
-          Falta algo,
Dijo ella
Fue a su altar sagrado,  y de una cajita muy pequeña sacó una telita envuelta en un listón, la abrió, y sobre la tierra esparció unas semillas.
-          Me las dieron hace un año, en un aquelarre. No sé que son.
Volvieron a llorar. Tomaron un vaso de cerveza. Él se fue a escribir y ella escuchó la voz de una viejita de dos trenzas que la ponía a cocinar.
“Después de una batalla así, hay que comer fuerte, para que el estómago trabaje y la mente descanse”
- Cocinó unas tortillas con tocino, picante y queso.
Comieron del mismo plato  y se fueron a la cama.
-Tenemos 15 minutos de sueño antes de ir a trabajar.
Ella lo re pensó. Se levantó, abrió el agua caliente de la bañera. Roció Laurel, romero, lavanda y manzanilla. Esperó a que la bañera se llenara un poco. Luego fue a despertarlo, pensó que él no iba a querer, que preferiría dormir.  Con un par de besos le abrió los ojos
-          ¿Un baño de flores?
Juntos, se metieron, y soltaron un suspiro de alivio grande.
“El sistema nos alejó del proceso de muerte, que es el proceso de vida. Tal vez, si hubiera hecho esto con mi hermana, podría haberlo procesado mejor, no que de pronto, era sólo una loza de mármol, y nunca más su cuerpo… bueno, la muerte llega como tiene que llegar” Pensó ella en voz alta. “También fue bajo un sol escorpiano, que mi hermana se fue” Él cerraba los ojos.
Cuando salieron, se acostaron en la cama  y con una energía que venía de sabe dónde, hicieron el amor. Volvieron a suspirar.
-          Vamos a estar bien
Dijo alguno de los dos.
Se vistieron, emprendieron autopista en autobús, porque el coche, también se había roto.
Él  a dar teatro, ella a hacer cine.
Porque sí, porque sólo el arte, nos libera del dolor.
Parece que pensaban.
31/10/2018