Escorpio se llevó a Sixto o el sistema nos alejó de la muerte
-Hermosa, Sixto
amaneció medio enfermo. Lo voy a subir a la cama con nosotros un ratito. ¿Te
molesta?
María José se había despertado en
el amanecer. Su útero se había hecho presente durante el sueño. El dolor la
despertó. Sabía que esta luna iba a venir complicada. Había hecho ceremonia de
Yagué y los secretos que le habían sido revelados por la abuelita habían sido
grandes tragos amargos y confusos, que todavía intentaba digerir, esa mezcla de
amargura y amor que te trae la planta seguía atravesando su cuerpo. Llevaba 7
días de retraso.
“Cuando me llegue esta luna, se
decía, todo va a ir saliendo de a poquito”.
-
¿Qué le pasa?
Contestó ella
-Ayer no quiso cenar y hoy no
vino a buscarme cuando me levanté. Está tirado, con la mirada triste.
-Traélo.
Durante un rato estuvieron los
tres acostados. María José sintió las punzadas del útero fuerte, se levantó,
hizo un té de Gobernadora con Rosa mosqueta. Quería sentirse mejor y quería
recordar la sensación que le daba la gobernadora cuando trabajaba con ella en
la Patagonia. Quería juntar al norte con el sur. Se acostó de nuevo, puso las piernas en alto. Y
dejó salir unas cuantas lágrimas.
-
¿Te duele mucho?
Preguntó él.
-
Sí.
María José estaba aprendiendo a
sentir el dolor. A no evadirlo, a no irse. A conectar con lo propio. Sabino se
levantó a hacer unos mates. Ella y Sixto se quedaron en cama, abrazados.
-
No vayas hoy!
Gritó él desde la cocina
-
Quedáte acá. Te duele y tenés que descansar. Así
te quedás con Sixto y los dos se apapachan.
María José asintió. Envió
mensajes cancelando sus actividades y volvió a acariciar a Sixto.
-
Está caliente. Hay que llevarlo hoy al
veterinario. Por cualquier cosa.
-
¿Vos decís?
-
Sí.
-
Dale, en un ratito lo llevo.
La gobernadora y la rosa mosqueta
hicieron su efecto. Ella se levantó, ya más sonriente, más tranquila, sabiendo
que se quedaba en casa, que iba a descansar, que podía permitirse estar.
-
Voy contigo
Le dijo después del segundo mate.
-
¿Te sentís mejor?
-
Sí, la gobernadora es mágica.
-
Acá no hay ese yuyo no?
-
No, sólo en mi tierra encontré. La gobernadora, un nombre muy mexicano para
una una planta del norte.
Se hizo un silencio.
-
Me ducho y vamos.
Sixto seguía en la cama. Sabino lo bajó con mucho cuidado y lo llevó
al coche.
-
Vamos viejo, vamos viejo.
Escuchaba ella mientras él convencía al perro de subir a la parte de
atrás. Ella nunca lo había sacado, le habían dicho que se ponía intenso o
agresivo y le daba miedo no poder controlarlo. Todavía recordaba el dolor en
las rodillas de cuando había intentado detener al perro de Chavira y éste se la
llevó puesta por toda la calle. Ese día
pudo llevarlo con la correa. Sixto caminaba tranquilo, contento.
-
Si se porta así no me daría miedo sacarlo.
-
Está tranquilo hoy, debe ser por el dolor.
-
Tómame una foto con él.
Sabino le hizo un vídeo de cámara
lenta porque no sabía usar bien el iphone y nunca se dio cuenta.
La veterinaria dijo que
probablemente había comido un hueso, que sentía mucho dolor y que tal vez algo
le obstruía. Había que regresar en la tarde para que le hagan la ecografía y
análisis. Volvieron a casa, ella buscó
en youtube “música para sanar perros “ y encontró. Se la puso durante todo el
día. Yarela le mandó algunos mantras,
que también puso, para que Sixto se mejorara, pero seguía ahí, tirado a sus
pies bajo la mesa. Sin sus acostumbradas interrupciones. Sin lamerle las manos,
patearle el celular, abrirle y cerrarle la puerta de la cocina constantemente.
Era la pelea diaria, a ella le
daba frío, y le gustaba estar encerrada, el perro se ponía en dos patas, alzaba
la patita y abría la puerta todo el día. Peleaban, ella le ponía llave, luego
se la quitaba y así los días que ella pasaba tiempo en casa.
-¿cómo sigue?
Le escribió él por whatsapp.
-
Decaído. Te espero para llevarlo a la eco.
La nueva veterinaria habló de
riñones poliquísticos, luego otros estudios, algo de la creatinina alta y al
siguiente día Sixto ya estaba internado. Por la noche, ella y él lloraron al volver a
casa.
Cuando fue a visitarlo, se le
partió el corazón. Un cuartito de 2x2 ,
había 4 jaulas, en cada una un perrito distinto, conectado, con sueros, la
mirada triste y alguno llorando. Ella nunca había tenido animales. Alguna vez
cuidó a una gata, pero sólo por tres meses. Nunca había sido amante de ellos,
de hecho no entendía ese amor. Los últimos años, su convivencia con Florencia
la astróloga, la habían hecho entender un poco de ese amor. Entendió por qué
Flor iba los fines de semana a un hospital de gatitos. Y le dieron ganas de…
suficiente tenía con las personas.
Cuando el veterinario salió del
cuarto de jaulas, ella silbó una canción, una de esas que le vienen de no sabe
donde y le silbó a cada perro. A Sixto le cantó, pero él no la escuchaba. A
Sabino sí, cuando escuchó la voz de Sabino, Sixto reaccionó.
El cáncer estaba avanzado. Los
veterinarios hablaban de oncología, y de tratamientos largos y dolorosos.
-
Hay que sacarlo. No quiero que pase más días
acá. Que muera en casa.
Lo sacaron. Lo llevaron a casa y
pasaron dos días haciendo rituales con él. Ella se convirtió en esa vieja bruja
chamana que la habita, tirando hechizos, cantos, sahumos y masajes. Él mago
blanco olvidadizo, le leyó cuentos, lo abrazó fuerte, lloró mucho con él. Ella
intentaba abrir el canal, llenarlo de luz, escucharlo. Esencia de cannabis, le
dieron, para que el dolor fuera menos fuerte. Así juntos durmieron los tres en el jardín la
primera noche y la segunda debajo de la mesa de la cocina. El péndulo había fallado, ella no lograba
acceder a sus visiones como solía hacerlo.
“Cuando es alguien así, tan
cercano, no puedo “ Pensaba. “Nunca acompañé a nadie a morir”
Él lloró mucho y ella lo amaba más cada vez que lo veía derramar una
lágrima. Ella nunca vio, en casa, los hombres no lloraban, los hombres no se
sensibilizaban. En casa no había animales.
Tuvieron largas charlas con Sixto, de reconciliación, de perdón, de
agradecimiento. Pero él no se iba. No
comía, no bebía, no caminaba, no lloraba.
-
Siente nuestra angustia y no se quiere ir.
Al tercer día llamaron a un
veterinario para que viniera a casa. Ella, hiperactiva y ácida, conectó con su
luna taurina, o con su venus en piscis, o lo que fuera, y durante dos
horas se la pasó cepillándolo,
cortándole las barbas llenas de baba que se le habían hecho desde el dolor.
-
Te estoy preparando para que llegues guapo al
otro lado.
Le susurró.
El veterinario llegó y él volvió
del trabajo.
-
Hay que anestesiarlo para que no le duela. Para
que esté dormido.
Les decía el extraño.
Él lo agarró de la cabeza,
mirándolo a los ojos, teniendo los últimos diálogos de miradas. Ella con las
manos en su columna intentaba mandar amor.
Dejo
De
Respirar
-
Ya está.
Dijo el extraño.
Ahí, ella lloró. Se abrazó a sus
rodillas y soltó unas cuantas bolsas de agua salada que tenía atoradas.
Él despidió al veterinario. Se
abrazaron. Fumaron juntos. Ella entró en trance. Así le pasaba. Cuando las
ceremonias de Yagué eran cercanas, las plantas sagradas se conectaban en su
cuerpo. El bufo y el yague se activaron. Y ahí, abajo del limonero, al lado de
Sixto se tiró, con los brazos abiertos a llorar y a recordar, su memoria, la de
Sixto, la de la casa, la de sus ancestras y la de la tierra.
Sabino, instantáneamente, con su
hermosa luna en acuario, se puso a cavar, debajo del árbol de Noche buena.
“El limonero brilla porque la noche buena lo irradia, la noche buena
brilla por el limonero, son como nosotros. Mi ascendente leonino brilla gracias
al reflejo de tu sol leonino…”
Cosas así decía ella en voz baja.
Cuando entra en trances, él sabe, ella ve, escucha, siente. Después de un rato, con mucho cuidado y
trabajo se levantó.
-
A las brujas nos quemaban porque no producimos.
No podemos producir la materia que el capitalismo necesita. Siento que viajé
muy lejos. ¿Te ayudo?
Sabino ya había cavado un hoyo,
lo suficientemente grande como para que Sixto entrara.
-Pasá los últimos detalles con la
palita chiquita.
Cuando ella se arrodilló en la
tierra, encontró un ajito chiquito, fruto del ajo que había sembrado meses
atrás en su sanación uterina. Sonrió.
Juntos cargaron a Sixto al hoyo.
Trajeron las bolsas de flores.
Sobre el cuerpo:
Humo de tabaco sagrado para
iniciar la ceremonia y abrir el nuevo portal
Una cama de lavanda, para aliviar el dolor, para que transmutes placenteramente
hacia tu nuevo camino.
Una cama de manzanilla, para que
te de calor, que te ilumine el sendero,
que calme los nervios
Una cama de menta, para darle
sentido al camino, para refrescar el viaje, para alivianar la travesía.
Unos buches de mezcal escupidos
por él y por ella, para dar fuerza y valor
Una cama de tierra para asentar
la perdida.
Un rocío de semillas de
caléndula, para que tu muerte sea la siembra de vida nueva y sanadora
Un hueso de aguacate, para que el
camino sea suave y dulce, fácil de atravesar.
Él le tiró unas flores del amor,
para que lo recuerde, nomás
Ella unas de sanación, para que
la perdone, capaz
Entre los dos terminaron de
enterrar.
-
Falta algo,
Dijo ella
Fue a su altar sagrado, y de una cajita muy pequeña sacó una telita
envuelta en un listón, la abrió, y sobre la tierra esparció unas semillas.
-
Me las dieron hace un año, en un aquelarre. No
sé que son.
Volvieron a llorar. Tomaron un
vaso de cerveza. Él se fue a escribir y ella escuchó la voz de una viejita de
dos trenzas que la ponía a cocinar.
“Después de una batalla así, hay
que comer fuerte, para que el estómago trabaje y la mente descanse”
- Cocinó unas tortillas con
tocino, picante y queso.
Comieron del mismo plato y se fueron a la cama.
-Tenemos 15 minutos de sueño
antes de ir a trabajar.
Ella lo re pensó. Se levantó,
abrió el agua caliente de la bañera. Roció Laurel, romero, lavanda y
manzanilla. Esperó a que la bañera se llenara un poco. Luego fue a despertarlo,
pensó que él no iba a querer, que preferiría dormir. Con un par de besos le abrió los ojos
-
¿Un baño de flores?
Juntos, se metieron, y soltaron
un suspiro de alivio grande.
“El sistema nos alejó del proceso de muerte, que es el
proceso de vida. Tal vez, si hubiera hecho esto con mi hermana, podría haberlo
procesado mejor, no que de pronto, era sólo una loza de mármol, y nunca más su
cuerpo… bueno, la muerte llega como tiene que llegar” Pensó ella en voz alta. “También
fue bajo un sol escorpiano, que mi hermana se fue” Él cerraba los ojos.
Cuando salieron, se acostaron en la cama y con una energía que venía de sabe dónde,
hicieron el amor. Volvieron a suspirar.
-
Vamos a estar bien
Dijo alguno de los dos.
Se vistieron, emprendieron
autopista en autobús, porque el coche, también se había roto.
Él a dar teatro, ella a hacer cine.
Porque sí, porque sólo el arte,
nos libera del dolor.
Parece que pensaban.
31/10/2018