martes, 13 de enero de 2015

no me voy a suicidar.

Estoy de vacaciones. Mi ritmo interno es distinto. Después de mis nuevas clases de Bikram, decido ir al museo. La expo a la que  quiero entrar está agotada (otra vez). Me animo a dar un paseo de regreso a casa. Cruzando el puente de Reforma me acuerdo que, cuando era pequeña,  y mi papá me llevaba a la escuela, cruzábamos un puente en la carretera y siempre decía que un día iba a llevarse una hielera, su whisky y su sillita para ver cómo todos iban estresados a su destino mientras él se emborrachaba viéndolos. Me detuve en lo alto del puente a cumplir el sueño de mi papá, sin whisky ni su silla reclinable. Unos minutos después se me acerca un  chavo, barbón, con tatuajes y gorra. Me toca la espalda y me pregunta si estoy bien le digo que sí, me pregunta si necesito algo, le digo que no, me pide que no me suicide, me río y le digo que no lo haré, me dice que se llama Alejandro (otra vez), le digo que me llamo María José y que no se preocupe que sólo estooy viendo a los coches pasar. Me dice que sería una pena que una mujer como yo se suicide,  vuelvo a reirme. me pide una forma de contactarme y después de darle mi facebook me invita una cerveza. Le digo que tal vez otro día. Se va. Sigo mirando los coches ir a su estresado destino. De pronto alguien me abraza por detrás, con tal fuerza que casi me tira, pienso que es alguien conocido, giro y es una chica como de unos 16 años, me dice que no me suicide, que ela me quiere, la abrazo de vuelta (no se porqué) y le digo que sólo estoy  viendo os coches pasar. Se va. Decido regresar a casa en bici antes de que alguien más regrese a su cama  pensando que pudo haber evitado un suicidio.
De regreso en la bici pienso El día que me quiera suicidar va a estar jodido.