sábado, 4 de agosto de 2007

a tope de agua

- ¡quítale el veStido! aquí.
Él Siguió Sin eScucharme.
- hazlo aquí, en el portal.
Él no quería.
Parece que la noche anterior la había viSto divagar por las calleS encajándoSe laS uñaS en laS muñecaS.
Le dio miedo.
Ya Sabía que llevaba unos díaS extraña. Pero no tanto.
- meá en ella. marca tu territorio.
Él Siempre dice que eS demaSiado tarde y yo me deSeSpero.
- Si quiereS la entierro en un jardín y tú echaS ahi el orín.
ESa canción nunca me guStó. Pero reSultaba Ser gracioSa cuando había que marcar territorio.
AnimaleS.
EntonceS le digo - olvídate de su peinado y quítale el veStido.
Él dice que laS coStraS de SuS muñecaS lo aterran.
le digo- no pienSeS en ellaS. No veaS SuS muñecaS ve SuS piernaS.
Dice que Si ve SuS ojoS Se deShace.
- Si tanto te urge quítale tú el veStído. Me dice.
Yo no puedo quitárSelo porque ella pertenece a él. ES el Sueño de él, yo Soy parte de Su Sueño. ES impoSible que Se lo quite yo, Si laS manoS Son de él. Pero me encantaría que Se lo quitara. Yo le tengo máS cariño. Aqui entre noS, Sería incapaz de quitarle el veStido. Como él eS incapaz.
Ella Se lo va a quitar. En cualquier Segundo. ESo eS Seguro.
TenemoS que eSperar. A menoS que todavía le duelan las muñecaS.
Sabe encajarSe las uñaS como nadie.
- Si no le quitaS el veStido, róbale un zapato. HaremoS experimentoS con él.
Él Se queda callado. Ahora Sé que eSta recordando que a ella le apeStan loS pieS. Siempre pretextoS.
- un buen polvo. ¿no necesitaS un buen polvo?
- NeceSito su conciencia. Ser poSeedor de su conciencia. De Su alma. No me intereSa el cuerpo.
Miente. Sé que miente. Siempre hemoS querido poSeer su cuerpo. UnaS veceS él máS que yo. La gran mayoría loS doS. Suena bien. Hay muchaS SSS en eSte parráfo.
Lo jalaría del cabello y lo metería al báter. ¡Que deSpierte! Me refiero a que reaccione porque Si deSpierta yo deSaparezco.
- haz puré SuS SentimientoS y trágateloS. DeSpúeS los vomitaS. Para eSo Siempre hay tiempo.
Sonríe. Sé que le encanta la idea que le acabo de dar. Suelo dar muy buenaS ideaS y me encanta empezar laS oracioneS con S.
-Sácale los botoneS. ArráncaloS con el cúter de los portavaSoS. Luego empújala a la cama y aquí licúaS a SuS demonioS. Aunque Sea por eSta noche.
Ya Sé que él no puede. PiensSa demaSiado. PenSamos demaSiado. Aunque eStemoS Soñando. ES por culpa de Calderón. Y del agua. Lo que tomó ayer. Lo abStrae. Ahí eS dónde entro yo. Siempre me trae cuando eSta ella. No puede Solo. Con ella nadie puede Solo. Por eSo ella eStá Sola. No todaS laS nocheS, pero eSta Sola.
- Se va, Se marcha. ¡quítale el veStido!
No pudo arrancar. Se quedó inmóvil frente a la puerta y cuando ella Se va yo deSaparezco. HaSta otra noche, cuando vuelva a SumergirSe y yo Surja con miS SS S bailarinaS.


viernes, 3 de agosto de 2007

no se pudo (h. al librito azul 47)


Huyó de su deplorable suburbio color rosa tiznado.
Borges.
-Huele a loción
de mar
- Coperttone
- El castillo
el que dice, de espuma.
se
c
a
e
- Tendría que haberlo hecho antes.
- ¿Dónde están esos días?
- En tu cabeza
la locura
de tu cabeza
-No recuerdo nada.
que era rosa. Molestaba.
- Siempre fuiste dina-mita.
Te quedó
pequeño
- los rostros
tres rostros
no lloraban
- Decías que era amarillo
pero era
rosa
- De papel.
mojada.
no quema a la piel en las madrugadas.
- Aquí sí.
- Sí. El mate, el café
el alcohol
hier hier hier ben
-hierba
- yerbabuena, hierba buena, hierva hierbe
mala hierba mala
- no divagues. Otra vez, escupe en mi mano si lo necesitas.
- tirarme en mis brazos de mujer desgarrada
- en los brazos de niña contenta
- contenta, la niña. Se despintan las
¿uñas?
- Tus sueños. Volverán.
- No sé si sirva de algo.
Poemas y Beckett.
- Eres turista en tu propia tierra.
- todos somos turistas de nosotros mismos. Aún no lo sabemos.
- y no hay drogas
- no hay drogas. escupir, en tu mano.
en el
ORDEN
ORDENA
ORDENADOR
- sin h. con o. o de ondulado.
- mi pelo lo era. Antes de las tijeras.
- no volverás.
- la tierra rosa, el pueblo rosa
le....
jos....
-dueles en las pestañas
- duelo. duele
duele demasiado
lo dije ayer.
era hoy, hace rato
en la madrugada. hace un siglo.
- Yo tengo que volver
- arrojaré los pestillos cuando se pueda.

jueves, 2 de agosto de 2007

puaj! ( homenaje a l l. azul 46)

¿ Es necesario que todo cambie
para que todo siga igual?
Dario Prieto.
Es que la necesidad de transformarse. Te asalta. Y una vez que empiezas no puedes parar. Cambios, cambios ,cambios. ¿Límites? Se han difuminado con el ron Santa Teresa. El cristal transparente ha de volverse opáco y pudrirse ante el salón del pianista. Metamorfósis, intencional que ahora confunde. Arroja los principios por la ventana.
Escupir en las estatuillas de los santos y los conceptos mamados. Que no siempre es tan bueno pero hay que hacerlo. De vez en cuando. Incendiar el autoretrato de la falsa perfección. Y ya no queda nada. O algo habrá porque luego la sensación de lo que era.
Costumbres malparidas sin haber saboreado con antelación...algo.. del todo. Pecadora.
La relatividad de los conceptos con los de afuera. Tu cabeza te juega. pasadas buenas y malas. Vitamina C en el estómago.
Ahi ando, pues sí. En medio, estoy en medio a un lado el malo y al otro el bueno. Jalame el cabello. ¡Dos bofetadas y devuélveme a la realidad! Mejor no, mejor no. La realidad apesta. A huevo y pescado de brigadier.
Tranquilo. Sin volar. ¡no se puede! algo más algomás.
soliloquios infortunos, inoportunos. soliloquios. Me acerco a la locura

miércoles, 1 de agosto de 2007

por si acaso ( h. al l.azul 45)


El sueño se rompe cuando la vida
te obliga a despertar.
Manel Roig Griñon.
- Teníamos una casa en la punta de la peña. A un lado el mar y del otro la selva. Estaba dividida por una línea de burbújas. Te parabas justo en el centro, que estaba bien señalado con gelatina fluorescente, ponías todo tu peso de un lado y la casa se movía contigo. Las urrácas del lado de la selva volaban instantáneamente y cantaban "You are sixteen, going on seventeen...". Eso hacía el lado izquierdo. En el derecho sentías la brisa del mar en las orejas y las gerberas cantaban " si acaso quieres volar..."
- ¿Ella cómo era?
- Con los cabellos hasta la cadera. Al caminar los tirabuzones rozaban su pelbis. Casi siempre con flores enredadas en los rizos. Era color dorado cobre. Nunca dejaba de sonreír. Vestida de blanco y rojo.
- ¿Qué lado le gustaba más?
- ¿No te lo estoy diciendo? Cada día uno distinto, cada momento. Cambios. Por eso era ella. Nadie más podía hacerlo. Solía dibujar mariposas con los labios a las cinco de la tarde. Justo antes de que cayera la última pluma del dragón.
- ¿Los dragones tienen plumas?
- ¿ A ti qué más te da? ¡Visualiza! Sus cabellos daban cosquillas cuando me besaba el cuello. Una vez amaneció con las muñecas cubiertas de mercurio. Se echó el cabello, su cabello olía a mango, se echó el cabello para atrás, y el mercurio antes una sola forma rompió en cientos de perlitas que le adornaron la cabellera durante toda la semana.
- Sus ojos eran verdes. Una vez los vi. ¿Cómo te miraba?
- Como un bebé la primera vez que escucha música. También su piel era suave. Me acariciaba los pechos constantemente. Las sirenas bailaban a nuestro alrededor, después nos besaban. Antes de que nosotras nos consumieramos entre la playa y la selva. El león siempre fue celoso.
- Ah, claro. Aquella vez que llegaste hecha trizas. La camisa desgarrada y eso. Habría sido el león.
- ¡Qué va a ser el león!. Ese fue su hermano. Una vez que no me di cuenta mientras la tocaba y él surgió en el punto exacto de las burbujas fluorescientes. Iracundo me echó de su lado. Pero yo volví y ella me recibió más contenta que la primera vez.
- Los hermanos son indecentes. Nunca tienen ocupación. Pueden pasarse el día rellenando botellas de aceite o jugando con el televisor a que son diseñadores.
- Ella quiso ser diseñadora. Prefirió andar desnuda entre la hierba. Yo también lo preferí. Desnudas nos acariciábamos todo el tiempo.
- Guardas muchos secretos. Conozco a alguien que no sabe gguardar más secreto que el de su agonía. Y, lo guarda mal porque a mi me duele constantemente. ¿Su agonía sabes?
- No empieces con ella. Estamos con la mía. Su boca era parecida a la de una virgen. Una virgen suicida.
- Me encantó esa película. Quedé totalmente enamorado de Lux.
- Como todos los chicos. Ahí la del encanto es Cecilia. Soñé con ella de los quince a los veintiuno. Nosotras sabemos diferenciar el encanto. Ustedes no.
- ¿pero nunca te fijaste en los omóplatos de Kirsten Dunst? Es maravillosa.
- Tú eres un poco de los Locos Adams. Sigo con mi historia, no soporto a Kirsten Dunst. Solíamos pasar las mañanas en la selva y a partir de las cinco, cruzabamos al mar. A las siete de la noche, antes de que el sol se fuera por completo tomabamos el café en una casa de cristal. Una ancianda gorda y de pelo morado nos hacía cafés de zarzamora y caramelo. Entonces llovía y nos besábamos sintiéndo las gotas en nuestras coronas frío afuera y zarzamora calientita en la garganta. La anciana siempre olía a nata con chispas. El chocolate era espectacular.
- ¿Recuerdas el nombre de la anciana?
- Nunca nos lo dijo; sólo decía : " mis niñas, hora del café" Era cuando desaparecían la selva y la playa y sólo quedaba la cristalera cubierta de lluvia..
- ¿Porqué la dejaste?
- Porque despertó un día. Me le acerqué. No recuerdo que le dije. Contestó que no era homosexual. La enfermera la sacó de la cama. La vistió frente a mi. Tortura extrema. La puso en la silla de ruedas y salieron. Me quedé sin poder volver a entrar en las burbujas fluorescentes.

martes, 31 de julio de 2007

cuando en cuando (h. al l. azul 44)


Cuando brillaba la luna no
veíamos la vela.
El brillo mayor oscurece al menor.
Shakespeare.
De cuando en cuando un beso antes de dormir.
La caricia minutos antes de la lágrima.
Sin interrupciones en el canto de las chicharras.
De cuando en cuando cuentos de aztecas y princesas árabes.
Colateral, el asfalto
cuando en cuando cruzas la calle y te sonríen.
Hermandades enúmeradas. Avaricia del lobo cuando en cuando tenía que matar a los pastores.
Entonces la Torre Eiffel y no las terrazas y el acordión antes del acordeón. Un anciando con polvo en las arrugas y petalos en las raíces del cabello.
Los locos que te comían el sueño
de cuando en cuando la pasta se les quedaba en las barbas. Ahora espectros enjaulados en el psiquiatríco.
De cuando en cuando la indiferencia ante la pesadilla atada,
solucionada.
De cuando en cuando los locos no dejan de salir de entre las paredes y las esquinas. Oliendo a miados antes que de cuando en cuando las orugas se te peguen a la nariz y te succionen las venas de los orificios.
Las películas son de cartón. Afuera, en la terraza y la fuente están las escenas. No en las melodías, en las miradas.
De cuando en cuando en los pies del peregrino que no encontró. Otros en grandes apartamentos escuchando a Mozart. Sin tierra,
ni pelusas.
De cuando en cuando la nieve y el sudor son indistinguibles ante las distancias....
bagones perdidos en el inframundo.
De cuando en cuando no quedan lámparas,
ni siglo de luces
la tibia y mediocre luz de una vela
que
puede
a pa gar se

lunes, 30 de julio de 2007

desde entonces ( h. al librito azul 43)


La mujer ha sido siempre prisionera de amor
y sólo empieza a salir de la cárcel
cuando lo convierte en palabra.
Carmen Martín Gaite.
Se alejó poco a poco. Fue la retirada de los cangrejos al amanecer. Dejó de besarla en las madrugadas. Sus jornadas laborales se extendían hasta horas en las que el sueño ya le había condensado la espera de su llegada.
Intercambió sus poemas por discursos políticos. Ella ya no reía a su lado. Se asqueo de su ropa interior morada y de sus persecusiones al salir de la bañera.
En las mañanas él salía oliendo a colonia, regresaba con olor a perfume. Ella comenzó a esperarlo despierta. A veces a cerrar la puerta a partir de determinada hora, a ver si así se acortaban sus fiestas. No pasó. Él siguió llegando cada vez más tarde y en las mañanas más enojado.
Ella se dedicó a sus hijos y sus aficiones por las joyas. No quería dejarlo. Sabía que ya no la quería. Fue incapaz de dejarlo de amar. Se teñía el cabello, nuevos cortes de pelo, cambios de look. Nada funcionó.
Él se volvió un gran político. Compraron casa nueva. Sirvientes. Ella decoró la casa con estatuillas africanas y fotos de fríos fines de semana.
Sólo una posición en diez años. Ella creía que era normal.
Alguna vez lloró. Poco se lo permitía. Entre los niños y la conciencia de ser ella la culpable. Una tarde arrojó el anillo por la ventana. Él no se dio cuenta hasta el día con el forense.
Se volvió histérica y caprichuda. A momentos. Él cada vez mas estático. Un inmortal.
Ella nunca entendió por qué. Un poco como a Alfonsina, olas se la fueron llevando. Nadie se dio cuenta. La corriente de la tristeza a veces es invisible. Por alguna u otra razón, terminó en cachitos, en un congelador.
La otra estuvo en su funeral. Él dio un buen discurso.