miércoles, 29 de diciembre de 2010

madrid

Es la 1:01 am. Empieza el día. El año está a punto de empezar. Empiezo. Que ya habìa terminado y uno nunca puede empezar a terminar. ¿Y yo qué? Extrañarte.
Intento no pensar en ti. Sólo lo intento. En mi pared hay blanco y hay sueña en las ventanas. Una vez hubo tu rana y las fotos de un verano que no pudo con nosotros. Listones que resaltaban arañas artísticas y lámparas giratorias de cerditos azules. Hubo velas blancas y negras que combinaban con mi edredón y hubo también unas alas de catarina en una habitación que nunca usé. Hubo, había un bonsai y del otro lado mis vestidos colgando como si fueran trofeos. Trofeos de las noches que terminaban en días de churros con chocolate y camas de ajenos. Y las lamparitas rosas-naranjas con espirales brillantes que colgaban del techo.

Escribir me está costando tanto. Tengo que cerrar los ojos y dejar que los dedos se muevan. Los tengo entumidos. De esta falta de entendimiento que me hace no poder traducir el mundo en palabras. Y los temas cansinos del amor y la vida y el dolor. No tengo ideas. Tengo la vaga sensación de que alguien metió una manguera por mi boca y llenó de confeti el interior. Así me rio. Todo el tiempo. Me rio sin Lavapies, sin frío casi nevado y sin caminatas enormes por la Castellana.
Me rio, sonrío sin tus autobuses rojos y tus puertas enormes en cada glorieta. Todavía no entiendo que no estoy contigo, que no estoy en ti. Que mis mudanzas recorriendo la línea circular y más allá se han acabado.
Olvido que fui la reina de Malasaña. De cuando la Via láctea, el Garaje Sónico y Tupperware me recibían antes de llegar a Sala Sol y soltar los prejucios que había ido arrastrando desde el altar. Hasta que ese terciopelo rojo , el escenario y Sebastián me convirtieran en flequillo, vestidos y madrugadas de un eulo.
Tú me esperas. O ya no. Con un Retiro hambriento de inmigrantes, con sangrías y tintos de verano en los parques. Con la plaza dos de mayo desierta porque Gallardón te quiere callar.
CAsi no te respiro y por eso te voy olvidando. Escribir me esta doliendo y la ernia está ampliandose. Sabiendo que me hiciste tan feliz. que guardo partículas de ti y yo no soy yo sin ti. Yo no soy y me confundo con tanta cantera y tantas risas que no me entienden. Que me canso de escuchar que mis pensamientos son locuras. ¿ Dónde estás ciudad de mis sueños fragmentados? Lejos. No se si te perdí o tú me fuiste perdiendo día con día para que no me volviera a sentar en los jardines de ópera y no pasara por la Latina un domingo de cañas y rastro. Me perdiste para que borrara las torres del oso y el masturbador gigante.
Te pierdo con tus vallecanos y mis niños chamberí. A qué te fuiste, dejarme aqui. Aquí sin mi peliroja y mi besa sapos. Aqui que no sufro y todo es socialité. Aqui que se me va olvidando cómo era mi soledad y mis manos en el frío de una ciudad que no es mia, porque eso dice un papel.
En este lugar donde no existen los trayectos de 2 horas para ver a un amor. Dónde mis lecturas escasean por falta de concentración. Tú con tu Colón y tus discusiones de Renfe. Tú con tus cafelitos con leche en vaso y los bares llenos desde las diez de la mañana.
Me dejaste - te dejé sin mis cascos blancos que medían más que mi cabeza. Sin el pez que me acechaba desde un río oscuro y decadente. Sin la locura de los salones de plástico y los domingos de kebap.

Y estoy. Sin que me trague Arganzuela Planetario ni la Plaza Mayor. Más allá del Colorado y de San Sebastián de los Reyes. Cada vez con menos locos y más "normales".

Buscando en la pintura lo que no encontraste en mi.

sábado, 31 de julio de 2010

extraño

y la extraño tanto que un dolor en la boca del estómago me acompaña constantemente. Y no se sabe qué se extraña, ni porqué se extraña ni cómo es que se extraña tanto algo. Tanto que la palabra extrañar ya me suena totalmente extraña. Extraño el extraño, la extraña, extraño, extrañaba, extrañaré.
Tal vez la idea de su olvido es lo que más alimenta a este bicho que ha tomado lugar en mis intestinos. Elementos intercambiables. Una vez más. Soy tu elemento intercambiable, el de todos y todos lo son conmigo. Como antiguamente el trueque de peras por tomates y zapatos por lechuga.
me gusta extrañar, extraño sentimiento. me gusta que duela. granadas en lugar de sangre. Tú y yo que ya no somos tú y yo sino ellas, ellos, palabras en la boca de todos los de la aldea.
palabras de aldeanos que hacen música y dan ritmo a mis pasos. las palabras extrañas de los extraños aldeanos que no te extrañan. A los que les parece extraño que yo te extrañe. Pero te extraño y cada vez que cierro los ojos intento recordar tu olor. pero ahora es extraño y yo soy tu extraña que no para de extrañarte en esta tierra extraña.

miércoles, 5 de mayo de 2010

dejando atras lo indejable


La costumbre, ese monstruo, que devora todo sentimiento.
Hamlet
(h. al libro azul)
Así que un día, mientras él firmaba los papeles de divorcio. Se dio cuenta que nunca lo amó. Que las noches que pasaba a su lado entre caricias y abrazos eran sólo reconfortantes para su cuerpo. Para su corazón dolido y alejado del verdadero amor. Soñando todas las noches con ella, despertando con él. Primer acto de la mañana : girarse acariciarlo, besarle la mejilla ylos párpados. Para luego volver a cerrar los ojos y pensar en la sonrisa de ella. No porque así lo quisiera. La mente y la memoria son las eternas traicioneras de nuestra vida. Traidoras y asquerosas que la hacen pensar en ella cuando debería pensar en él y en el calor que hay debajo de sus sábanas. Como él pasaba por ella todos los días, para recogerla del trabajo. Para cargarle el bolso. Para limpiar sus lágrimas. Llevarla a cenar y a bailar. Cantarle Billy Holliday cuando ella ya estaba cansada y no quería otra cosa más que una copa de vino y el blanco de su sofá. Así que él, todo paciencia, todo amor o todo necesidad, cogía el mando del televisor y pretendiendo ser ella, Billy, cantaba hasta las cuatro o cinco de la madrugada. Hasta que ella cerrase los ojos. Después de haber reído de él y con él. Cerraba los ojos pensando que lo amaba, hasta que de nuevo ella, la otra, asaltaba su inconsciente para hacerla reír o llorar en sueños. Para recordarle que aún sigue ahí. Que no se ha ido. Que no se irá. Porque pasan los años y los sueños siguen siendo los mismos. Aunque esté él u otro, u otra.
Nunca se deja de ser la que fue de alguien más. El que fue de alguien más. Aparecen por las noches para que no los olvidemos. Que ella es ella y ellos, de antes y él de ahora.
Hasta que firma el divorcio para descubrir que la próxima vez que amanezca junto a ella o junto a otro soñará con él. Y así sucesivamente.

domingo, 2 de mayo de 2010

limpiando


Los tiempos son crueles cuando somos traidores y no lo sabemos nosotros mismos:
cuando entendemos los rumores por lo que tememos, sino que flotamos en un mar violento y tempestuaos de un lado a otro, moviéndonos.
(lady mcbeth)
Es que llevo aqui ya no se cuánto tiempo. Cuidando todo lo que hago. Recojo cada pelo que se me cae. Porque aquí no es como allá, aquí mis pelos les dan asco. Aunque sea yo la que los recoja. También recojo sus pelos, porque también sus pelos les dan asco. No sé en qué momento me convertí en esta masa amorfa que sólo da asco. Empiezo a tener asco de mi misma. Aquí, porque allá..allá de dónde yo vengo o vine, ya no me acuerdo qué fue primero, no tengo que recojer las moronas, ni las cenizas, ni aspirar los sillones. O eso creo. A veces no me acuerdo cómo era allá y me hago una idea que seguramente sea falsa. Porque cuando pasas el día recogiendo pelos y pipas y colillas de cigarro. La vida de otra parte te parece mejor. Pero ¿hay alguna vida mejor?
Recuerdo, quiero imaginar, que entre la suciedad se está mejor. Entre los miles de cabellos flotantes, entre las pelusas que flotan por los aires y las telarañas que se amontonan en las esquinas de casa. Al menos me puedo mover. Soy parte de ellos.
Aqui limpio y limpio y sigo sintiéndome sucia. Soy yo la suciedad. La peste la traigo yo. Lo puedo ver en sus caras y en la forma en la que quitan la escoba cuando estoy en sus cocinas. Porque cuando entran a casa y se dan cuenta de que sigo ahí cambian el tono de voz. Me saludan con un falso tono agudo que nadamas es una forma de decirme "¿sigues aqui?" Mi sola presencia les repugna. Sé que huelo a sus desechos y por eso me repelen.
La lejía me quema las manos y los pies y por más que intento lavarme sigo oliendo a basura, a comida podrida y a los labios que no volverán a posarse en mi mano izquierda. Sé, recuerdo o soñè que allí.. ahí donde yo... creo que alguien me la besaba en las noches. Antes cuando mis manos no tenían las llagas que dejan la escoba y la fregona entre los dedos. Pero sigo aqui. Limpiando los desechos de los demás para limpiarme a mi. Ya no sé cuándo empecé a sentirme sucia. Quizá cuando empecé a limpiar. Porque no recuerdo que allá.. allí... o talvez sí y lo he olvidado. Me ducho cuatro veces al día, cada vez que voy y vuelvo de limpiar. Mi ducha comienza a oler mal y me asusto. Esto no es normal. ¿podría ser que algo dentro de mi se está pudriendo? Debe ser eso porque mi habitación también huele así y el salón y las calles. A mi no me molesta ese olor. Pero sé que a los demás sí. Eso me avergûenza. Me avergûenza cuando los toco, siempre sin querer, y ellos echan para atrás. Temerán que los contagie. Que éste olor les penetre, como me ha penetrado a mi. Porque antes allì... allá... dónde yo... creo que no me pasaba. Y es que allí... donde yo... todos huelen igual, o eso creo, quiero recordar. También limpiamos pero nos gusta dormir entre hormigas y humedad... Nos gusta... No me acuerdo porqué a veces hablo en plurar. Cómo si no estuviera sola y este olor fuera compartido.

lunes, 19 de abril de 2010

hija de mama pulpo

Es necesario proteger a las lámparas; un golpe de viento puede apagarlas.

El principito.Antoine de SAint Exúpery
(homenaje al libro azul)
Era tan delgada que el viento de abril podía levantarla en sus brazos y hacerla girar sobre los jardines de la estación. Sus ojos, aceitunas, casi cerezas salían por su ventana cuando llegaba la luna, también otros días, cuando algún ave cantaba en el marco. A veces era sólo ojos. Nunca se llamó Jimena, tampoco Fernanda y poco le faltó para llamarse Colilla.
Ella también sintió que no pertenecía a este mundo. Como tantos personajes fantásticos y tantos artistas secuestrados. Le dolían las uñas con el sólo suspiro de un árbol. También pensó que nunca encontraría el lugar. Pensaba en el lugar porque el amor le importaba poco. Sus cabellos largos y oscuros le hacían olvidar que las fresas no crecen en todas las estaciones y que el equilibrio era un concepto casi inexistente en su planeta. Olvidó que tenía intestino para dejarse volar.
Su madre fue un pulpo color pastel. No tuvo padre porque cuando las madres son pulpos los padres no pueden ser. No se puede tener hijos con pulpos color pastel. Ahora, que si fuera de otro color, sería probable. Todo depende de el color con el que se mire. Los pulpos pastel sólo pueden verse en pastel.
Creció lamiendo los tentáculos debajo de la cama y luego debajo del río. Hay pulpos que son de río. Su saliva se volvió ácida y agridulce, dependiendo la hora del día.
Pudo haber sabido que los planetas tienen manchas y que el sol tiene atmósfera pero al no ponerse los tacones olvidó todo lo que pudo haber aprendido.
Reía como ríen las anclas de los barcos al llegar a tierra. Se escondía a reír detrás de las maletas y las ligas de aeropuerto. Alguno llegó a escucharla pero lo ha olvidado. Como los martes terminaron por eliminar el recuerdo de su cabello saliendo de duchar y los lunes su pestañear antes de abrir los ojos.
Frágil, porque los tentáculos dan seguridad pero no fuerza. Por eso caía cada vez que el cielo tronaba y algún rayo entraba por su cajonera.
Leyó Peter pan y se enamoró del verde. Como cuando otras se enamoran del naranja. No supo que existía la crueldad porque detrás de un mostrador y un par de maletas casi no se ve a los perros malos. Salvo la vez que la mordieron y por eso lo olvidó.
Soñó que no soñaba y eso la hizo más pequeña y los ojos se le salieron más. Mamá pulpo la esperaba debajo de la cama o en la esquina del sofá cuando era la hora del té. Para que no temblara si se encontraba con algún pollo mutilado.
Se le veía blanca y despierta antes de las 4. Cuando paseaba por los pasillos. Siempre entre pasillos y paseos que iban del norte al sur. Y es que el este y el oeste le arrugaban la piel.
Pasó de Asturias a Bahía Blanca esperando que Júpiter se acordara de ella. O del pequeño tentáculo que le salía en la comisura de los labios. Pero Júpiter atrapado por Marzo la dejó en el olvido y a ella también se le olvidó la alineación de los planetas.
Mamá pulpo la arrullaba en su cuello cuando las focas la asustaban o cuando los toros bailaban tango desesperados.
Se alejó de las golondrinas asustadas y arrebató los gritos del mar. Se escondío debajo de la farola y ahora desde ahí tramita el suspiro para llegar al final.

martes, 13 de abril de 2010

resurreccion.

Vamos a volver. Porque escribir nos hace libres. Sacamos un poco de las raíces que crecen por dentro y se enredan. Hay que podar. Poco a poco para no intoxicarnos con las tijeras. Sin meter el bisturí a fondo que si no nos ahogamos.
Lejos te crecen las ramas y los estambres se convierten en pelos de gato que miden más de siete metros. Sentí que llovía en mi estómago y eso que todavía no empezaba a llover en la ventana ni en mis ojos.
Es un martes, un martes trece ,el día en el que vuelve la sensación a ahogarme y si no lo saco por los dedos después no podré despertar. Hidrocefalia estomacal, que no sería hidrocefalia. Aunque puede ser que ya lo esté siendo. Si paso 12 horas en una cama las uñas de los pies me torturan con su culpa y sus temores. Son palabras lo que me está ahogando. Lo que quiere hundirme. No son tristezas, ni miedos, ni errores, ni tú, ni yo, ni él, ni ella. Son palabras.
Hay que escribir, escribir y no parar hasta que alguien más lo haga. Hasta que saques eso que tiene que florecer fuera de ti.
Abrir la boca y cantar tan alto que puedas alcanzar el universo paralelo con tu voz.
Abrir los brazos y amar. Amar con todo lo que ésto implica. Sin temores. Amar. Como suena. La palabra más pesada, por eso hay que sacarla y cantarla y decirla y gritarla y escribirla y dibujarla. Para que no pese dentro de nosotros. Porque el amor es lo que màs puede pesar. A veces más que el odio.
Abrir los ojos y leer. Leer los labios, leer los ojos, leer los olores, leer el ayer y leer el hoy que todavìa no acaba.
Abrirme de la a a la z y no parar hasta que los colores se apoderen de mí y no pueda hacer otra cosa que vivir de Dickens a Arrabal y no sentir que falta poesia a mi alrededor.
Abrirme las hojas y sentir las gotas de lluvia en mi piel y no en el intestino.

Volveremos y volveremos con todo. Hada y yo, asesina y yo, renacida y yo.

lunes, 22 de marzo de 2010

Respira profundo. Sàcalo, suelta. vuelve y vuelve. La sensaciòn de mareo. Las nauseas. ¿dònde està mi acordeòn? Era èl el que estaba detràs de la ventana. ERas tù. Eran todos. Son todos. Mi sangre se està volviendo pesada y lenta y no tengo a quièn acechar. Anoche pensè que podìa sentir como leòn, pero aùn sigo herido y mis garras asustàn hasta a los vagabundos.
Habìa días en los que llovía y yo pensaba que me iba a morir quemado. Mi torpeza al escribir como la de los que gobiernan siendo oscuros de encías. Hay que caer, levantarse, retroceder. Vivir de paranoias, revivir locuras, incestos, incertidumbres. Asaltar las calles y los bancos. Escupirle al gordo inmundo que se sienta delante de ti en el cine. En una sala que por ser alternativa huele a meados y a semen amargo de parejas esclavizadas por sus instintos.
Ayer derramè una làgrima y pensè que era una mosca. Asì se me confunden las cosas. Como confundo mis uñas con las colillas de los cigarros y las cascáras de limón con el ardor de mis axilas.
Confié en que podría y tú no has hecho más que destrozarme el corazón y comertelo con un millar de tenedores. Como si necesitaras tantos. Necesitarás, eso si, mi abrigo y ya no te lo daré porque ahora mismo tengo ganas de cogerte de los pelos y estrellarte la cabeza contra la pared. Vas a acabar conmigo y eso te va a sentar bien. Porque te darás cuenta de que no había tanta bondad en ti como predicas en los estancos.
Hoy un perro me anunció la muerte de este amor y me reí a carcajadas amargas y agrias. POrque lo supe desde el primer día.
Me queda coger mi abrigo de cosaco y enredarme entre pelos de musarañas para olvidar que siempre te he creido y te sigo creyendo ahora. Vuelve a abofetearme que nadamás que eso te hace feliz. tirarme del ombligo una y otra vez arrastràndome por las calles. ¿Quieres mi sangre? Bébetela, a tragos grandes y sin eruptar. Hasta el final. quedáte todo lo que quieras tener y deja mi piel colgando de una alcantarilla. Total que más da.
El olor a primavera ya venia pudriendo la fruta