viernes, 21 de noviembre de 2014

Sobre las marchas. No tomé fotos porque mi estatura sólo me permitía ver miles de rodillas.

Sobre las marchas. No tomé fotos porque mi estatura sólo me permitía ver miles de rodillas.

Siempre critico a los artistas que deciden (porque creo firmemente que es una decisión) deprimirse los domingos. Siempre digo que es un cliché, que hay que leer, salir al teatro, al cine, trabajar, lo que sea. Últimamente me están descubriendo mis métodos de defensa ante las olas incontrolables de emoción que, muchas veces, me sobrepasan. Así que este domingo me quedé, por primera vez en muchos años, tirada en la cama viendo una serie fantástica. Buscaba algo que me hiciera creer, en lo que fuera. Me encontré a mi misma llorando por Blanca Nieves, la Cenicienta, Pinocho, etc. Sin desayunar, sin comer, sólo soñando con una realidad que no fuera esta. A eso de las 3 pm me llamó Otto, mi viejo compañero izquierdista, quería saber si iba a la manifestación. Yo no me lo había planteado, estaba tan cansada, tan cruda, disfrutando eso que llaman descansar. Tan desilucionada de las manifestaciones, de estar ahí una y otra vez, de involucrarte emocionalmente con una causa y que luego las cosas sigan igual o peor. Le dije que no creía, que lo llamaba después. En un rato, no se qué me entró, seguramente Pepe grillo, que me hizo levantarme, ducharme y lanzarme en la bici a la manifestación.
Cuando llegué al Ángel hubo muchas cosas que no me gustaron, partidos políticos intentando aprovecharse de la situación, gritos hacia rectores que no tienen nada que ver conmigo ni con lo que yo quiero decir. No me sentía integrada, no me sentía parte de. Los de la UNAM estaban indignados, con toda la razón, el Politécnico se unía y yo los miraba, como de lejos, pero en medio de todos. La gente gritaba y yo no tenía voz. Sólo quería llorar. Pensaba que podría irme, regresar a ver la serie fantástica, ir a comer... lo que sea, pero ese Pepe Grillo que me habita me clavaba los pies en la peregrinación. Pobre Otto, debí ser la peor compañera de manifestaciones en la historia. Cuando llegamos al monumento a la Revolución  y vi que la cosa llegaba hasta ahí me fui, sin saber muy bien dónde había pasado la tarde.

El martes convocaron a 43 artistas para hacer un video sobre  43 gritos de dolor. Aveces creo que mis piernas se mueven sin preguntarle nada a mi cabeza. Ahí estaba yo, la primera en grabar. Cuando me pidieron que gritara, algo raro pasó, soy actriz, canto, y más que nada, soy maestra de voz. Pues no había forma de que me saliera un grito. Dijeron "grita por lo que te duele a ti en México". Cerré los ojos y había tantas imágenes. Ni llorar podía. Salió por fin un grito, uno desconocido, un grito cansado, dolorido, incoloro, denso y sangriento. Al ver la imagen vi cómo mi cara estaba desfigurada, las arrugas que ya llevo adheridas como marcas de vida se hicieron aún más visibles y el ojo  izquierdo se hinchó. No me reconocí.

El 20 de noviembre llegó. En los pasillos de la escuela en la que doy clases escuchaba a los estudiantes discutir sobre las marchas. Que si servían, que si no, que si eran unos vagos, que si la violencia no arregla nada, bla, bla, bla. Lo típico de siempre. Una de mis alumnas se me acercó a decirme que no soportaba a la gente que criticaba a los marchistas, que le daban ganas de llorar y de golpearlos. Asentí, no pude decirle más. Al parecer estos días no puedo decir mucho. Unos momentos después vino otra, la que había causado el revuelo. Me contó que todos sus contactos en facebook la estaban ofendiendo por un comentario que había publicado, que le decían que estudiara una carrera de verdad, una que ayudara en algo al país, y muy enojada me decía que eso era una falta de respeto. Le pregunté si su comentario había ofendido a los que estaban luchando por una causa. Bajó la mirada y asintió. Luego me miró y dijo "es que la violencia no va a lograr nada y todos los que marchan nada más buscan eso" le pregunté si alguna vez había ido a una marcha. Contestó que no. Le dije que una actriz, lo primero que debe hacer es ponerse en los zapatos del otro, entender su situación, hacer un gran trabajo de investigación antes de juzgar. Me preguntó si debería ir a la marcha. Le contesté que no debería de hablar de algo que sólo conoce por posts de facebook. Se fue. Unos minutos más tarde se acercaron otros dos. Uno defendía el movimiento el otro decía que era inútil. Es complicado ser maestra, porque la mayoría de las veces no tienes las respuestas. Entendía los puntos de cada uno. Luego dije: yo voy a ir a marchar porque quiero manifestar que no estoy de acuerdo con lo que esta pasando. Si sirve o no, no lo sé. Sólo siento que no puedo callar.

Llegué a casa, sin comer, tenía frío. Mi semana, en general, ha sido una mierda. Estaba muy cansada. Llamé a los amigos que supuestamente estarían allí. Todos entraban a buzón. Cuando uno me contestó, me dijo que no iba porque tenía frío. Entonces se me quitó el frío, el hambre y el cansancio y en seguida tomé la bici y me fui a la glorieta de Insurgentes, para ese entonces ya había encontrado a Daniel (el indiohermoso), que estaba en la misma situación que yo. Caminamos por Reforma hasta alcanzar la columna. No tardamos mucho. Eso era algo imperdible. He ido a muchas manifestaciones pero la de ayer... La gente estaba tan unida. Había muchos que más que la rabia los invadía la felicidad de ser tantos, tan seguros de estar donde estaban. Había todo tipo de gente, no importaba la clase social, ni la escuela, ni la profesión, ni el color de piel.
Como ya dije antes, en esta época yo me encuentro con menos ganas, a veces bloqueo todas las emociones porque no entiendo nada. Suelo hacer eso. Si no entiendo quiero no sentir.
La gente gritaba con todas sus fuerzas. Yo a veces me siento sin ellas. También me pasa que hay cosas, que gritan que, para mi,  carecen de importancia.
No me interesa gritar sobre el copete de Peña Nieto, o sobre  la Gaviota y su reputación sexual. Esas cosas no tienen mucho sentido para mi.
Se me enchina la piel cuando se grita:

"Por qué, por qué, por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina"
Cuando se gritan los números, hasta llegar a 43 y al final un gran JUSTICIA.

Recorrimos gran parte de la columna, escuchamos todo tipo de porras, vimos miles de carteles con frases infinitamente tristes. La gente no paraba de gritar. Llegamos al contingente artístico, donde estaban nuestros amigos. Extrañamente cuando llegamos estaban todos en silencio. Quién viera a los actores callados. Más tarde volvió el revoloteo. 
Como siempre, por coincidencias de la vida, me tocó ser una de las portadoras de una enorme bandera de México de luto. Alguien dijo : ¿Qué necesidad de tener así nuestra bandera?
 Fue bonito encontrarme a tanta gente conocida en el contingente artístico. Otra casualidad más me llevó a hacer de cadena humana para proteger la columna. Sujetándome la mano, una chica con la que compartí amante. Al principio hubo tensión pero después las dos entendimos porqué estábamos ahí y qué era lo importante.
 Hoy leí un post diciendo que eso, la cadena,  sólo nos dividía más y que era un mero pretexto de protagonismo.  Estoy en desacuerdo.  Yo misma no entendía porqué lo hacíamos hasta que ya casi llegando a Zócalo se nos acercó un hombre sin camisa, bastante grande y sucio y mirándonos a los ojos dijo "esto es de parte de " y soltó un nombre que nadie entendió, algo indú, y luego nos aventó algo. Mi compañera y yo nos echamos al suelo, hasta que vimos que sólo había tirado cáscaras de naranja. Igual el susto nadie nos lo quita. Entonces entendí la necesidad de protegernos. A aquellos que están criticando esa medida de seguridad, no se confundan, este no es el momento de empezar a crear conflicto entre nosotros. Es momento de dejar nuestros prejuicios e inseguridades a un lado.
Aquella chica y yo terminamos siendo grandes compañeras. Entiendo porqué compartimos amorío y ahora compartimos mucho más. 

La vida es rara y te coloca en un lugar, en un momento para que veas o sientas a alguien sin saber porqué ni para qué. A las personas que pensé encontrar nunca las vi y a aquél que pensé no iba a reencontrar en mucho tiempo fue con el primero con el que me crucé. Las manifestaciones, para mi han sido grandes reencuentros, conmigo y con el otro.

Al llegar a Zócalo la gente comenzó a asustarse, se hablaba de granaderos, del ejército en el Palacio, de bombas. Empezamos a dividirnos. Hasta que volvimos a juntarnos y agarrados de las manos salimos pacíficamente del Zócalo. Siempre gritando NO VIOLENCIA. Para ese momento yo ya estaba contagiada y gritaba con toda la fuerza de mis pulmones, tomando fuertemente la mano de Daniel, por un lado y la de Laura por el otro, sintiendo que el día de hoy había valido la pena. Los pies dolían y el cansancio en el cuerpo era enorme. Pero ese encuentro entre seres humanos era todo lo que había estado esperando durante estos meses.

Que si las marchas van a cambiar algo en el gobierno? No lo se. Sólo sé que en mi cambiaron algo. Y hoy me vuelvo a creer con fuerza para luchar por lo que creo. Porque hay muchos que lo están haciendo.