miércoles, 2 de noviembre de 2016

ella se va

Ese día ella despertó con la certeza de que  nada podía ser igual.
Sabía lo que iba a pasar y sabía que pasaría porque ella lo deseaba, porque algo en ella, sabe, la loba que estaba arañando para despertar, estaba urgida de salir a los campos, de abandonar lo viejo, lo ya hecho, lo acostumbrado.
Se duchó, se miró al espejo y  con mucho cuidado y lentamente se peino, con todo el amor que le podía dar a su cabellera.
Tocaba su pelo con una mezcla de ilusión y nostalgia, porque sabía que esa iba a ser la última vez que lo tocara, la última vez en mucho tiempo que se peinara, que viera ese reflejo frente al espejo.
Un pequeño homenaje para la compañía que habitaba en su cabeza desde hacía tanto tiempo, y que aunque varias veces le hubiera dado formas y colores distintos, seguía siendo el mismo.

"Cortar de raíz" escuchaba en su cabeza, y al tiempo se iba despidiendo del olor de las canastas de ese baño.

Se puso un vestido largo, negro, strapless. Se preguntó si quizá era demasiado, pero la respuesta fue un intenso

"No, hoy es noche de muertos y una gran parte de ti va a morir, ríndele homenaje a tu muerte"

Tras este pensamiento, o esa voz que le susurraba fuerza al oído, su tesitura muscular cambió,  transformó la nostalgia en coraje y  se maquilló con el debido respeto, como una buena bruja contemporánea, porque ya a esta altura, nada era demasiado. Se puso unos tacones altos, se sirvió un mezcal y esperó pacientemente en el balcón. Cuando el Lord Inglés pasó por ella le preguntó:

¿Tanto?
 Y más.

El Lord la llevó a un supermercado, la gente la miraba al pasar por los pasillos, pero en tiempos de muertos cualquier duda se justifica tras unos segundos. Compró 70 cervezas de distintas marcas, 2 botellas de Gin, 2 de Tequila y una de mezcal y lo subieron al coche.
Llegaron a un departamento prestado , con algunos asientos de terciopelo, el espejo de casi 3 metros con el marco dorado y supo que ese era el lugar.
Sus allegados y allegadas fueron llegando de apoquito, algunos con disfraces, otros no, Todos con la misma duda:
¿Lo vas a hacer?
A lo que ella contestaba con un trago de mezcal, para el preguntón y  otro para ella. Llegaron su amigo y su amiga cineastas, acomodaron el espacio, porque esto tenía que ser grabado.
Antes del momento ella se dejó cargar de brazos en brazos hasta que llegó a la silla.
Carlitos ya había preparado los utensilios, la máquina, la espuma, el agua.
Ella pegó un fuerte grito.
¡Vamos a empezar, estén de acuerdo o no con lo que voy a hacer los necesito aquí y necesito que lo hagan conmigo así que vengan!
 Aproximadamente 60 personas la rodearon.

Con los nervios, la fuerza y el intento de glamour que la sacudían se sentó. Miró a la cámara y dijo.
Venga.
Su pupila más allegada gritó a lo lejos
¡No lo hagas, no te vayas, soñé que no volvías!
Ella pensó que la pupila era una dramática, no sabía que no se equivocaba.
Uno a uno fueron pasando los y las invitadas y con la maquinita le fueron arancando un trozo de pelo, ella sonreía, temblaba, reía a carcajadas. La consigna era darle un deseo y luego llevarse un trozo de su cabello, podado por ellos mismos. La ayudaron su hermana, su hermano, sus primas, amigos y amigas de otras ciudades, alumnos  y alumnas de diferentes talleres, cuando el último de sus amantes se acercó la miró tembloroso
Llévate lo tuyo.
Así se lo soltó, sin registrar cómo y porqué se lo decía. A medio camino alguno le dijo
¡Para ahí, estás a tiempo!
Pero ella no sabía parar. Nunca había sabido.
Hubo doble o triple vuelta hasta que terminaron. Después Carlitos se acercó y con todo el amor hacia ella que lo caracterizaba le llenó la cabeza de crema, le dio un beso en la mejilla y soltó
Ahora vamos a dejarlo bonito.
¡No, ya no, déjalo así!
Ella miró a Carlitos y asintió. Carlitos tomó la cuchilla y fue rasurando delicadamente zona por zona, hasta que quedara sólo un huevito blanco.

Cuando Carlitos terminó, Ella se levantó, cruzó la sala, llena de gente, sin escuchar sus voces se acercó al espejo, al grande y comenzó a conocerse.

Alguien desde atrás, mientras le tomaba una foto le susurró,

No era necesario, con irte bastaba.
Para tí no , para mi si.

Y ahí arrancó el viaje.