martes, 7 de enero de 2014

Querétaro

Como si poco a poco una telaraña me fuera envolviendo, atrapando en la comodidad queretana, en sus calles del centro, en sus amigos de la infancia, de la adolescencia, de la locura, en sus comidas familiares.
Y todo empieza a parecerte el día a día. La red se va tejiendo hasta que comienzan las noches de angustia., el andar por las calles pensando en un montón de vanalidades, sólo mías. El sin pensar o el bien pensar. Abres los ojos por las madrugada y algo te aqueja y no sabes qué es. Intentas mover un brazo o una pierna y ya están atrapados. Te miras al espejo y estás mutándote de nuevo, en una cosa amorfa, que ya no querías ser.
Empieza el miedo. Buscas una navaja, un cuchillo, algo que te libere de esos hilos. Sólo llega el anuncio de otra comida, de otra cena, de otra reunión. La telaraña se flexibiliza, sales, casi no la sientes, hablas, te ríes, bebes, comes. Todo pasa en otro sinsentido, hasta que vuelves a esa cama, a las 4 am, o sus horas allegadas, borracha (más que tú). Te acuestas y a las 3 horas vuelve la angustia, la falta de tranquilidad, el mareo emocional. Vuelves a despertar y desde temprano hay que ir a cuidar a enfermo A, enferma B, enfermo se.
La red sigue tejiéndose.
Algún rayo de sol te deja ver su reflejo y así, de día, después de vomitar, no buscas un cuchillo, ni tijeras, ni navaja. Vas directamente por el machete y un boleto de Primera Plus. Así duermes de regreso a un lugar que no te vio crecer.
La telaraña sigue esperándote.
Sabe dios quién está detrás.