viernes, 27 de julio de 2007

caer ( h al. l. azul 42)


Suéltate del infierno,
y tu caída quedará interceptada por el cielo.
Djuna Barnes.
Podría dejarme caer. Navegar entre nubes, ángeles y sus arpas. Respirar perfumes todas las mañanas. Pasar las tardes con la sensación de la cobijita y la fogata caliente. Teniendo a quién abrazar por las noches. Podría viajar a montañas y dibujar los atardeceres con un té de chocolate y el queso con miel que toman los abuelos. Podría sentarme a ver películas, bajo paraguas todo poderosos. No sentir el calor, ni la lluvia, ni el frío.
Sucede que me estoy chamuscando y que el ansia es tan grande que necesito seguir en el fuego. Brincando, haciendo malavares. Escapando de los viles. Sintiendo a vena abierta los insomios de lecturas. El abismo de la fiebre a causa de las tormentas. Las explosiones de las cerezas. Percibir en el estómago las agruras del abandono. Quemarme hasta los callos de estupideces. De sin razón.
Parece que soy un hada asesina. Que a veces las otras hadas me aburren con sus rosas y su música de caja. Me corroe el ansia de matar, de correr, de gritar. De no parar. De tener ojeras y adelgazar hasta las muelas a causa del estrés. Otros días de dormir. Sin sombrillas. A flor de piel cada mosquito para llorar porque lo merezco.
Después me arrepentiré y será muy tarde. Puede ser. Pero ahora no puedo descansar.
Ya sé que nadie lo entenderá.

jueves, 26 de julio de 2007

ya sabía ( h. al l. azul 41)


El cuento es sólo uno de los ewscondites mágicos,
del que siempre se vuelve a la vida real
Biruté Ciplijauskaité.
Salí del metro y te encontré en el kiosco de periódicos. Te reconocí por los cabellos impregnados de güisqui y los rastros de Emilia. Supe al momento que no ibas a comprar nada. Aunque la trilogía de Lars Von trier estuviera tan barata. Vi a Selma Jezkova deshaciéndose en tus pestañas. Por eso me acerqué. Finjí, como siempre lo hago, que se me caía el llavero al pasar detrás tuyo. Giraste y sé que te sorprendiste al verme. Una grata sorpresa como cuando crees que ya se te ha acabado el chocolate y descubres que queda un cuadrito más. Levantaste el llavero, después de saludarme con tu aire de desdicha. Preguntaste que significaba y te conté que era un regalo de Argentina. Mencionaste haber estado ahí. En tus pupílas la silueta de una no-Emilia. Dijiste no tener nada que hacer. Comenzamos a leernos. Sin encontrarte antes de un agua de frambuesa con mis demás que a veces es sólo uno. Leíste su historia en mis labios, por eso te identificaste. Como cuando lees una frase de alguien más y sientes que te ha sido arrebatada. Porque eso tendrías que haberlo escrito tú. Quisiste ir por un güisqui. Te dije de cuando lo escupía. Así que para mí un Abascal y para ti un Jack Daniells.
Al sentarnos en la barra rozaste mi cintura, recordé que querías desnudarme y acaricié mi cabello, coqueta. Sabes que lo soy. Lo supiste más ese día después de la tercera copa y de citarme a tu tan idolatrado Borges, que yo no siempre lo entiendo y me aferro más a Cortázar.
Tenías curiosidad sobre los rojos-rojos y yo te hablé de borregos. Es que luego la política es un desastre y terminas lavando un sartén con huevo pegostioso. ¡Y no se quita! Una copa más y pregunté sobre los gritos de los vecinos. Estabas emocionado al describirme sus reacciones. Pensé en tu novela en mi cuello, pagué la cuenta y te arrastré...

miércoles, 25 de julio de 2007

juro (h. al l.azul 40)


Jurar no ser lo que acabamos de decir
es ya serlo a medias.
Moliére
Vivo hechizada entre árboles gigantes que me atrapan en sus estambres..
Enredada en los dibujos de Tilly and the wall. Sin poder salir de las melodías de Azure Ray.
Llena, hasta las rodillas, de lodo. Con las uñas de los pies pintadas de azul.
Confusa entre paralelismos entrecruzados y ventanas vecinas.
Pegostiosa de infancia. Salpicada por rencores ajenos que apestan a ajo.
Juro no haber querido lastimar a nadie. Juro que mis cabellos son hilos dentales tras devorar a las serpientes.
Juro que no tengo ya cutículas pomposas ni rastros de haber sentido frío.
Atrapada por las manos que no son mias y el todo poderoso asfixiando las vanalidades.
Vomitada de retórica abastecida de conejos. Perdida entre páginas en blanco y libros por leer.
Carcomida por motocicletas y la falta de vacaciones. Borracha de sacarina y edulcolorantes de sabor cardamomo.
Juro que nunca advertí su presencia. Juro que me dan asco los besos sin emociones. Juro que nunca seré bruja.
Empastillada de pelotas de golf entre la nuca y la yugular. Protegida hasta las cejas por overgrips naranjas con verde. Mareada de rebajas mentales y bajones de azúcar.
Enferma de sudores a media noche hacia móviles bailarines.
Cansada de no saber lo que sé. Enfadada de hacer lo que no hago. Inmóvil entre vueltas y rodeos lastimosos. Angustiada de alarmas y susurros del libro azul.
Juro no haber sentido deseos. Juro sentir tres mochilas en el dedo pequeño. Juro no recordar alguna canción de Maná.
Embrutecida por las letras en gris y las entradas de los profesores al salón de baile. Rapada hasta las rodillas del coqueteo en la primaria y las pulseras de plástico.
Juro que no escribo. Juro que no escribiré jamás algo que no tenga forma.
Juro que jurar es una palabra de risa contagiosa. Masiva.

martes, 24 de julio de 2007

aunque lejos ( h. al l. azul 39)


A serchi..
Vida oscura la del poeta
que nos expresa en la libre animación
de lo soñado esta verdad humana
de poder crear, de poder creer,
de ser o de poder hacerce sueño.
Sueño de vida.
José Bergamín
Tendré poco que decirte. Que tal vez no tendría que escribir esto. Bastaría con que leyeras Balada del mal genio y entendiéras mis porqués. Que lamento no poder servir, ya. De nada. No poder ser tu Amelié, ni mirar el cielo juntos. Se me han desgastado los consejos y la esperanza. Tienes razón, nunca puede faltar el tiempo para ver el cielo. Pero paso mucho tiempo en el metro. Te extraño, no te lo digo porque odio doblarme ante ti. Pero extraño tus brownies y los chocolates para mamá. ¿Recuerdás que te soñé empapado por la lluvia, triste y la triste era yo? Ya sé que te hago reír. Que nos enfadamos de todo porque no sabemos estar juntos. Que me fascina cuando aceptas tus debilidades y me burlo de ti cuando crees igualar a Einstein. Que pocos me llaman "migajita" con el cariño que lo haces tú. Aunque después me digas que estoy gorda y me debatas al Ché. Publico esto para que veas que no me das pena. No te evado cuando me cuentas de tus vacíos. Es que ya no tengo palabras de aliento. Me las arrancaron, ahora están sustituidas por ironía. Ni siquiera mis sarcasmos. Ayer caminaba y me dieron ganas de correr. A toda velocidad y que estuvieras tú del otro lado de la acera, mojado por la lluvia y con los brazos abiertos. A veces necesito tanto tus abrazos. O tus canciones eternas en el piano. Lo que sí es que puedo prescindir de tu soberbia y tus cantos. Es que lo haces muy mal.
Me gustaría poder consolarte. Regalar un poco de la esperanza de esa Amelié que veías en mi. Volver a conectarnos en sueños. Ya no hablo agudo ¿sabías? Es que no tengo a quien molestar y la garganta me pesa muchos días.
Yo también abro el períodico y me siento vacía. Tu paseas por Polanco, autoafirmando tu ego, seguramente para llenar el vacío ¿no es así? Yo tengo que trabajar mucho, pero también autoafirmo mi ego con faldas.
Y somos, los novios que nunca hubieran podido serlo, los hermanos que nunca hubieran podido serlo. La cascada que sólo cayó en las tardes de lluvia entre la montaña y el lago. Aunque no aprendiéramos inglés, ni filosofía, ni literatura. Juntos no podemos, y menos política.
Sigo diciendo que si llegas alto me levantaré en armas en tu contra. Y tú pensando que mi arte es barato y carezco de talento.
Mejor estar lejos y extrañar nuestras pláticas que acababan en discusión. O en noches tuyas frente al espejo intentando ponerte triste, o pagándome una limpia para que dejara de molestarte. Esta vez no hay chamanes que curen mi dolor. Creo que tampoco el tuyo. Tampoco hay novios a quien colgarles dulces, ni envidiosos que nos ponchen las llantas del coche. Nadie me lee la mirada en las mañanas. Sólo hoy, un bebé. Aquí sólo hay messenger y un encuentro casual de vez en cuando.
Impotente de consuelo. Nos queda el cielo en común y la sensación de haber sido derrotados.

menos mal ( h. al l.azul 38)


Porque soy del tamaño de lo que veo
y no del tamaño de mi estatura.
Fernando Pessoa.
Menos mal que exista un Pessoa que nos entienda. Que sepa que cuando vamos a un concierto no vemos ni madres y nos tenemos que conformar con escuchar la música, a menos que te trepes a una barda y pases veinte minutos deteniéndote para no caerte, se te hinchen los pies de tanto estar de puntitas. Entonces pierdes interés en el escenario y te conformas con mirar las sombras o a las estrellas. Se disfruta, a veces, más la música. Claro que te pierdes el espectáculo y a lo mejor nunca conoces las caras de los actores o de los músicos. Realmente no son tan necesarias. Al final todos son payasos. Te concentras en sus voces y en la intensidad de su proyección.
Si soy del tamaño de lo que pienso, con tanta estupidez sería un híbrido. Una masa amorfa de emociones e ideas pre menstruales. Mejor que salir al antro o a algún garito de moda. Dónde los olores que llegan a tu altura son los peores, y también, por que nadie te ve, puedes descubrir los gestos hipócritas al saludarse. O cuando se sacan la tanga las chicas del cabello planchado y los pantalones blancos entallados. Los hombres rascándose y tú ahi, mirándo, pasmada de saber que nadie se da cuenta de que estás. De lo animales que somos. Por eso odio que los chicos se rasquen los pezones por debajo de la camiseta y crean que es sexy! Peor cuando traen rosarios colgados haciéndose los fashion ( o farsion diría algún andaluz). Porque todos lo vemos. Y las niñas con sus pulseritas de la virgen maría y los santos y la "mamada del muerto". Después se les pierden y con ellos su personalidad. Bueno no es que realmente la tengamos. Porque los changos no tenemos personalidades distintas. Unos se rascan la cabeza, otros la cola, otros la nariz. Pero eso si, con rosarios, pulseras y anillos de estrellas. No importan las clasificaciones. Ya se lo he dicho. Punk, Emo, Indie, Anarco. ¡Changos marrangos! bajitos toodos. Hasta el tal Enrico. Con pensamientos baratos que nunca alcanzarán a Galilei. A menos que excluyamos al mundo entero y a los aviones que nos progresan. Aceleramos el ritmo cardíaco con red bulls, tutsi pops y cafés. Porque latimos tan lento. Sin respuestas a nada. Porque toda esa filosofía de café es barata. Como las suposiciones en el lago mientras vomitas y él habla de poesía.
Bajitos, changos, neanthertales en busca de comida y patatas con limón.
Del tamaño de lo que pensamos. Y pensamos en tanta estupidez. Como si fuera a correr dentro de las venas un hada felina que ensordesca las células capilares.
Bajitos, negritos. Cerdos para hablar y sin haber podido escuchar nunca.
No hay camapanas de resurrección.

lunes, 23 de julio de 2007

sigue... (homenaje al.l. azul 37)


Caigo y los cristales de mi historia
forman en el aire
un vitral de historias inconexas
diálogos lugares personas circunstanicas
cuya única fusión es mi presente
Román Luján
¡zombie!
"Se que voy a quererte
sin preguntas
se que vas a quererme
sin respuestas"
Recitaba. Otra vez sola y sin ganas de beber. Aunque oliera tanto a alcohol. Nunca he sido poeta, se me dan mal las matemáticas. Pero a veces, en las noches, algún poeta me arrastra entre hilos de nostalgia hasta envolverme en sus ecuaciones.
Esa noche, como siempre en voz alta. Lo hago hasta que se cansa la garganta. Pongo de pretexto mi profesión. Pero la verdad es que me encanta escuchar las lecturas, jugar con sus melodías y hacer como si fueran de mi. Que nunca lo serán.
Te acercaste a mi mesa, Guillermo, o Pancho. Me pierdo entre tus nombres y tus estados de ánimo. Como cuando no encuentro las piezas del rompecabezas y las mastico con té de limón.
"que él nostalgie". Terminaste la frase. Hice como si girara asombrándome. Lo fingí. Siempre supe que te atraería con un verso. Aunque lo hayas puesto tú y un tercero me lo haya recordado.
Nos sentamos y seguimos. A mi Don Jesús no me cae también. No es que él tenga la culpa. Es que no sabe hacer micheladas y siempre me llama Margarita.
Seguí ese día y sigo. Me contaminé de tu voz y de la forma en la que parpadeas cuando algo te sorprende. Como cuando descubriste que no era gorda ni estaba teñida de rubio. Sabías que llevaba gafetes con mi nombre para ver tus labios pronunciándome.
Reí y dije que ya somos dos a los que nos revienta. ¿No sientes ganas de hacerlo cuando recuerdas que te sigue queriendo, o que tú sigues queriendo?
Te colgaba un cabello dorado de la barba a medio rasurar. Dos días después supe que era de Emilia. Te lo quite tratándo de ser delicada. Intentando tocarte. No me atreví a tocar tu piel... aquella noche.. pero el cabello quedó entre mis dedos y olió a violetas. Violetas con güisqui.
Moví rápido las manos para que no notases mis uñas despintadas. Dicen que eso habla mucho de ti. No quería que supieras tanto.
Con las manos debajo de la mesa te expliqué porqué estaba sola y porqué quería estarlo. Supe que me entendías cuando te acabaste la copa de un trago y apretaste tus manos con el cenicero.