martes, 24 de julio de 2007

menos mal ( h. al l.azul 38)


Porque soy del tamaño de lo que veo
y no del tamaño de mi estatura.
Fernando Pessoa.
Menos mal que exista un Pessoa que nos entienda. Que sepa que cuando vamos a un concierto no vemos ni madres y nos tenemos que conformar con escuchar la música, a menos que te trepes a una barda y pases veinte minutos deteniéndote para no caerte, se te hinchen los pies de tanto estar de puntitas. Entonces pierdes interés en el escenario y te conformas con mirar las sombras o a las estrellas. Se disfruta, a veces, más la música. Claro que te pierdes el espectáculo y a lo mejor nunca conoces las caras de los actores o de los músicos. Realmente no son tan necesarias. Al final todos son payasos. Te concentras en sus voces y en la intensidad de su proyección.
Si soy del tamaño de lo que pienso, con tanta estupidez sería un híbrido. Una masa amorfa de emociones e ideas pre menstruales. Mejor que salir al antro o a algún garito de moda. Dónde los olores que llegan a tu altura son los peores, y también, por que nadie te ve, puedes descubrir los gestos hipócritas al saludarse. O cuando se sacan la tanga las chicas del cabello planchado y los pantalones blancos entallados. Los hombres rascándose y tú ahi, mirándo, pasmada de saber que nadie se da cuenta de que estás. De lo animales que somos. Por eso odio que los chicos se rasquen los pezones por debajo de la camiseta y crean que es sexy! Peor cuando traen rosarios colgados haciéndose los fashion ( o farsion diría algún andaluz). Porque todos lo vemos. Y las niñas con sus pulseritas de la virgen maría y los santos y la "mamada del muerto". Después se les pierden y con ellos su personalidad. Bueno no es que realmente la tengamos. Porque los changos no tenemos personalidades distintas. Unos se rascan la cabeza, otros la cola, otros la nariz. Pero eso si, con rosarios, pulseras y anillos de estrellas. No importan las clasificaciones. Ya se lo he dicho. Punk, Emo, Indie, Anarco. ¡Changos marrangos! bajitos toodos. Hasta el tal Enrico. Con pensamientos baratos que nunca alcanzarán a Galilei. A menos que excluyamos al mundo entero y a los aviones que nos progresan. Aceleramos el ritmo cardíaco con red bulls, tutsi pops y cafés. Porque latimos tan lento. Sin respuestas a nada. Porque toda esa filosofía de café es barata. Como las suposiciones en el lago mientras vomitas y él habla de poesía.
Bajitos, changos, neanthertales en busca de comida y patatas con limón.
Del tamaño de lo que pensamos. Y pensamos en tanta estupidez. Como si fuera a correr dentro de las venas un hada felina que ensordesca las células capilares.
Bajitos, negritos. Cerdos para hablar y sin haber podido escuchar nunca.
No hay camapanas de resurrección.

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