miércoles, 21 de noviembre de 2007

con ojos de turroncin ( h al l. a)


La espectativa, ya con los niños acostados,
del aburrimiento sin cura de la noche.
Lobo Antunez.
Se han dormido los niños y el silencio en la casa no hace más que recordarme que en el instante que ellos cierran los ojos mi vida se apaga. El sueño tarda cuatro horas en asaltarme. Trato de coleccionar actividades para esa hora pero todo lo que hago carece de sentido. Sin ellos. A veces quiero despertarlos para no recordar porqué son las dos de la madrugada y sigo sentada frente al televisor viendo salsa rosa o anuncios de cosas que no sirven, comprobado. Tampoco es que quisiera estar con alguien, es que a esta hora me visitan los recuerdos. De lo que era. De lo que ya no voy a ser. Que al tomarme el cereal la cuchara hace eco por el pasillo, y yo lo escucho. Escucho el eco de mi cuchara todas las noches. Qué cosa más triste. Tan terriblemente triste como el verde de mis pantuflas. Como el viaje que ya no hice porque alguien me dejó aqui botada. Sin culpa alguna. No me queda de otra que volver a planchar la ropa. La de mi niño chiquito, que le encanta el olor a algodón caliente. Para que en la mañana me diga "huele a lentito". Quitarle las lagañas y abrazarlo fuerte. Mi pequeño turroncín. Con sus ojitos verdes que no se parecen en nada a los míos. Porque él sí que es inteligente. Él no va a dejar que lo maltraten, no va a dejar que la vida se le vaya de las manos y sienta como todos los demás avanzan y lo dejan atrás. Ya sé que me han pasado cosas buenas. A veces se me olvidan.
Entonces abro otra de mis novelas, que no hacen más que levantarme las esperanzas sobre una historia que no es mía y que nunca será. El eterno vacío al cerrar un libro.
Que ya no fui. Hasta que sea de mañana seré.

martes, 20 de noviembre de 2007

no mataré. ( h. al l.a)

Nunca tendré real influencia,
porque ni maté a nadie
ni quiero matar.
Bernard Shaw.
Llevar al extremo un deseo. Resulta difícil cuando la vida te parece pusilánime. ¿porqué la necesidad del extremo? Eso se deja para la gente que no haya sufrido lo suficiente. Para los que si, hay que diluir más bien el día con día. Dejarlos leer, relajarse. ¿porqué hay que aflorar cada sentimiento? Somos, ya, de antemano sacos rellenos de sensibilidad. Ahora hay que sacar cada uno. El muno no puede vivir en extremos. Sería lastimoso a los ojos. Llorar y querer no siempre tienen una razón sentimental. Puede haberte caido ácido en el ojo. Sin sensiblerias. El objetivo de no perforar cada corazón. A veces la mirada con sólo existir golpea los cerebros y las fibras de otros. Más.
El talento natural ¿puede ser estropeado con la educación? y si así fuera entonces ¿sería talento natural?
Forzarte a sentir. No suena ya como una contradicción. Forzar- sentir ¿pueden ir de la mano?
Poder tomar la mano de alguien sin remordimiento a lo que pueda suceder en el futuro o a que deje de suceder algo en el futuro. No hay importancia de las cosas como tal . Por eso la concentración en nimiedades viles como las parejas y el metabolismo nervioso.
No poder aprovechar el espacio infantil, que siempre es el que más llega, porque una mesa verde y fría se interpone entre las dos. Una mesa que para mi nunca fue pupitre. Puede ser que para ella sí. Utilizar la palabra "fuerte" en medio de dos debilidades. Más con más da menos. No siempre hay resultados.
Ser viejo, o vieja tejer en lugar de cocinar. Los tejidos que no tienen forma. La comida de todas maneras va a perder su figura y la tuya. Llueve, yo sin paragüas, sin tejido, con las gotas rodando por mi cabello, intentando no dormirme en el autobús. El viejo del otro asiento me sigue. Lo supe desde que me subí al autobús. No me molesta. Si quiere le doy mi dirección. No hay nada escondido. Sólo la masa latiente de carne. sudorosa.

lunes, 19 de noviembre de 2007

ll


Sin miedo, no hay humanidad.
Sólo cuando él vino al mundo,
pudo empezar la historia.
Gil Berra.
Resulta que es así. Que depronto todo nos parece terrible. Vas de la mano de la noche. Somos la noche. No las noches estrelladas, ésas de los poetas. Las noches de los payasos asesinos. Del miedo debajo de las cobijas. Los alaridos del aire denunciando que ahí fuera están pasando cosas horribles. No queremos salir. No escuchar. Todo te va a traicionar.
Descubrimos que las flores no son flores, o que sí lo son pero que mueren rápido. Son débiles. Morimos lentamente, dudando el sentido de nuestra existencia y no sólo de ella. De cada actividad, de cada relación, de cada sentimiento. Hacemos por miedo y dejamos de hacer por la misma razon.
El mismo hecho de llorar resulta deprimente. Innecesario. Nada se puede hacer ante el caos. Ya no es la muerte. Es la vida. Es salir a la calle y mojarte con la lluvia, con los gritos. Racismo. También, entre otras cosas y miedos paternales.
La musica no puede tranquilizarnos. Ni los tés para el insomnio. Algo nos devora el estómago y la nuca suda. El crecimiento inparable. Se desbordan los años y las épocas. NO hay solución. Las pastillas no nos duermen. Nos alteran los nervios. Nos dejan medio muertos. Queremos correr. No se debe, las piernas tienen que permanecer ocultas. Los gigantes pueden despedazarlas.
El aullido del feroz, de la bibliotecaria caduca. El viejo que no supo acariciar a su perro, por eso se arranco los pelos. El retrete desgastado y lleno de mierda. La mierda congelada. Desechos de sandías y tiburones que dicen ser delfines. Ya no hay inteligencia hay instintos y sin razón, sin sazón, sin leche en la madrugada.