miércoles, 30 de enero de 2008

(H. al lib azul)

Milagro es que el amor permanezca

y que todavía corran los ríos

cuando hemos talado los árboles de la tierra.

Ernesto Sabato.


Esta conversación ocurre en un baño de aeropuerto. De pie frente al espejo se encuentran una monja aparentemente de 35 años y otra mujer ( no monja) que roza los cuarenta. La monja tiene desabrochado el habito y el sujetador. La otra dama, de cabello largo, también tiene la blusa abierta. Las dos miran sus tetas frente al espejo.


La otra dama-(tocándo sin intenciones sexuales una teta de la monja) bueno maldita, de haber sabido que tenía que ser monja para quedarme durita...(recapacita) ah ¿ a quien engaño?


La monja- ( sonriéndo compadecida) Tú no estás tan mal... bueno para tu edad y eso. Sígueme contando. Ya sé que te encanta pensar en voz alta.


La otra dama- Total que voy llegando yo al aeropuerto. Iba con mi onda semi hippie- intelectual. - ríen las dos-Ya sabes cómo me gustaba hacerle al show.


La monja- Ay si, nunca olvidaré ese vestido rojo que tenías. Se te tranparentaba todo pero tú te creías que usándolo ibas a redefinir el concepto de lealdad.


La otra dama- Pues iba con ese mismo eh. Siempre has sido muy hija de puta eh, a mi no me vengas con hija de Dios que nada de eso. El punto es que llego al aeropuerto. Llevaba dos maletas enormes que, porsupuesto, pesaban el doble que yo. Lo único que quería era llegar por uno de esos bagels de salmón que había en la parte de arriba. ¿Te acuerdas?


La monja- Claro que me acuerdo si durante tres años sólo hablabas de eso bagels y tus donas glaseadas.


La otra dama- Ay ni me recuerdes Krispy Cream que me muero del antojo. Subo al kiosquillo ese donde los vendían. La señorita no me hacía ningún caso y ya sabes que a mi me choca estar rogándole a la gente atención- ríe-


La monja- Sí claro como cuando te salías de los coches a bailar en los semáforos.- Ríen las dos, La otra dama ríe aplaudiendo, no se sabe porqué-


La otra dama- Siempre he sido muy graciosa. Total que por fin me voltea a ver la señorita de los bagels, iba yo a abrir la boca cuando se me adelanta una voz y dice "Bagel de salmón con queso crema y una coca light". En eso volteo y lo ví. No sabes, se veía guapísimo. Muy trajeado y todo, cosa que a mi nunca me ha gustado, pero olía delicioso y el arete en la ceja seguía ahí. Yo no podía creerlo. Tenía la cara igualita que cuando eramos mocosos, una mirada como más profunda y olía delicioso. Y eso que yo nunca he sido de olores. Lo primero que hice fue gritar "vergaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa", ya sabes mis épocas de corrientez- la monja se avergüenza- Empecé a brincar como una estúpida y gritando "no me lo puedo creer, no me lo puedo creer, joder, qué fuerte". Mi mezcla de lenguajes q siempre llevo a cuestas. Él me abrazó. Sonreía con esa sonrisa suya, esa que hace que salga instantáneamente la mía, pero la mía de cuando estoy con él.

La monja- No empieces de romántica por favor.


La otra dama- Uy sin enojarse eh. Me dijo que llevaba horas en las mesas de Mc Donals, que vió pasar mi vestido y le llamó la atención. Y eso que cuando estaba con él nunca me lo puse eh. Había estado mirándo cómo cargaba las maletas y cómo dejaba que todos pidieran menos yo. Intentando hacer memoria de qué iba yo a pedir. ¡Y le atinó! En eso veo que llevaba en la mano Sidharta, bueno ahí para mí fue lo máximo. Yo fui la primera en recomendárselo. Dijo que algún día lo reelería, que tal vez no era el momento. Le pedí que me ayudara con mis maletas y una vez que nos dieron mi bagel. Ay que rico se me antojó. Nos sentamos a hablar. Yo no tenía ni idea de su vida. Ya sabes, fue la época en que me fui a la montaña y no quería saber nada de nadie. Resulta que le fue llendo cada vez mejor en su trabajo y su negocillo terminó siendo una de las empresas mas fuertes del pueblo.


La monja- No le digas pueblo.


La otra dama- Bueno de la gran metrópoli- haciendo alarde- Me contó que se había casado. Obvio dijo eso y a mi casi se me caen las bragas, pero me hice la casual. Después me enseñó que ya no llevaba anillo, hacía tres años que se había divorciado. Yo seguía sin creerme que estaba con él, que era él, su boca, sus ojos, sus manos. La última vez que habíamos hablado había sido en un cumpleaños, no sé si mío o suyo. Pero después de esa llamada... No me acuerdo qué pasó. Que alguno de los dos quizo dar la historia por terminada y así fue. Yo seguí con mis líos literarios y él con sus dibujos y cosas de esas.


La monja- Anuncios.


La otra dama- No sé, hace de todo. Yo lo escuchaba hablar y sentía como me temblaba el dedo chiquito del pie.
continuará




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