sábado, 9 de julio de 2011

¡órale valientes! H. l azul.

Renuncia a la erudicción y evitarás preocupaciones.
(Lao Tse- Tao Te King)

El que capacita. Qué graciosa palabra, capacitar. ¡Orale a ser valientes, capaces, voraces! Sale de la sala, en la que estuvo media hora hablando sobre la nueva campaña publicitaria mientras yo lo espero afuera. Lo espero con una de tantas actrices olvidadas que sonríen ante quien les conviene y no se dan cuenta que tal vez el de al lado sea un mejor escalón. Nos dedicamos a blofear un rato que si hice tal novela, yo tal película, a mi no me gusta el teatro, a mi leer, agencia a,b y x. Nombres de personas que me he ido aprendiendo los últimos dos meses. Porque hay que estar al día y diría el que capacita. "Todas las mañanas a ver fashion tv"
Sale el que capacita, argentino mediano. Seguro mi argentina lo llamaría negro. Él era un negro en su país. Aquí nos ha conquistado con un poco de labia y los centímetros de ego que le faltan de estatura. Con razón habla tanto de Napoleón. Entonces me mira con esa desfachatez de porteño. No puedo evitar remitirme a aquella jefa del pádel que no paraba de hablar de todo lo que no tenía. Y con todo el morro que lo podía preceder, anuncia que no dará el curso, por tal, cual y pascual. No nos queda más que sonreír. Mirándolo a los ojos, estando totalmente seguras de que miente, de que en realidad nuestro tiempo, dinero y demás (que es de lo que él habla) no le importa un carajo. Pero entre tantas luces, música y dolares. Uno asiente y sale mentando madres sólo en su interior.
Para volver a un destino a dos horas donde llueve y las calles están inundadas. Los taxistas dormidos y las flores de muerto pudriéndose en las paredes.
Queda un libro de Xavier Velasco y un paraguas roto que combina con las botas mojadas.

Una transición entre el limbo y la duda sobre los besos. La importancia de los besos. Las apuestas. Igual luego no besas porque te dan cosquillas en la nuca y besar esa boca sería entrar a profundidades en las que ahora mismo no se puede volver. Hay que estar recta, coger el metrobus, el metro y caminar quince minutos. Eso lo primero. Luego buscarse una vida.
O igual sólo son las no ganas. Una cama repleta de ropa, algunas medias mías que llevaban ahí ocho meses y ya hasta los rombos se habían borrado. Una ventana con vista a un supuesto mar que en realidad es Reforma con Periférico. O es no hacer lo que hacen los demás. Es una gripa y un parásito y una bacteria.

Es un ir y venir por tierras de marcas y tierras de letras. Son librerías repletas de libros que nunca he leído y supongo que no leeré. Son comezones en la cintura por una máquina para endurecer. Es dormir en un armario con un muñeco del principito. Pensar en Maquiavelo y en los moscos que se empeñan en no dejarnos dormir.

Es una mesa y un suelo repleto de kleenex. Una nariz roja y desentonada. Una gran mudanza para hacer y muy pocas ganas de hacerlo todo a la vez. Un nextel a punto de morir. Tres libros de actuación esperando ser terminados. Dos de arte contemporáneo que algún amor, de esos pasajeros, dejó en mi casi buró para que entendiera su arte abstracto y saliera de mi Dalí. 27 películas de arte que no he visto. Una pila de diarios por transcribir. Una caja con nuevas ideas sobre papiroflexia, la Tia cositas, y la onda indie. Un kiss que abrí y se quedó a medias. Una lavadora que no quiere echar a andar. Ciertas reflexiones sobre la última película de Godard y un momento mágico en el metro Insurgentes haciendo música con la voz de alguien más y sus palmadas y su no barba.

Entonces es cuando el argentino, el que capacita, el negro, el Napoleón. Me importa menos. Y cómo me va a importar que me hable una hora y media o dos sobre New York, Einstein, Dolce, CArtier, Mac, y tantas otras más si no hay espacio suficiente para ser. Ese muñequito que quiere que sea. Como las matronas en las novelas de Sade, o de cualquiera. No puedo ser de su familia. Nos separa una vida y un corazón. En este caso creo que es el mio. Nos separan dos horas de metro y de carretera.
Ya capacitarme pierde sentido.

1 comentario:

Devitt dijo...

Pobre Hada atrapada en el laberinto del infame mundo consumista (ese donde la necesidad de más necesidades es la única constante porque uno no emplea a las marcas sino las marcas a uno, cada persona se vuelve un escaparate de alguien más).
Emplear tu genialidad para vender productos me parece en verdad maquiavélico.

P.D. Te deje otra entrada, me encanto tu primera respuesta.