Es absurdo pensar que dejaré de quererte cuando te vayas. Como puede serlo combinar una pijama de mafalda con una de pastelitos azules.
Es absurdo pensar que dejaré de quererte cuando me escupas en la cara. Todavía no hay máquinas Dell que expulsen virus antiamor.
Absurdo que al cerrar los ojos voy a dejar de pensar en ti, aunque vivas con otra, o con muchas, aunque haya lazos que un dios, no se el de quién, haya juntado. Que Tron esté deshaciendo las palomitas de caramelo que hicimos cuando desperté en tu cama.
Tan absurdo como lo que dicen los diarios y las entrevistas sobre los amores contemporáneos. Que yo no olvido. Que yo soy Simone y María y Midori y antes que nada soy yo y no soy yo sin el tú.
La masa de angustia que no me deja dormir por que no impedí que nadie se fuera. Porque me quedé bajo un móvil de recuerdos en brillantina y luces de colores.
Leyendo.
Es absurdo que porque nos separan tantos kilómetros uno deja de pensar y de sentir.
La sinergia de que si yo amo a C siempre habrá un D que me ame a mi. Y así se mueve el mundo, en multitudes amorosas siguiendo la cola del alebrije prehispánico. Para amanecer en un Bisquets Obregón comiendo enchiladas verdes.
Lejos de cualquier desayuno anterior.
Tan absurdo como que porque tú no me ames a mi yo voy a dejar de amarte. Porque todos nos amamos en algún punto. Se me ocurre amarte en el punto en el que lo último que quisiera es volver a sentir tu lunar, no el del cuello, el que se esconde detrás de tu naríz.
Se guarda el amor en moléculas que flotan, cada una a una altura y el resto son espacios vacíos. La sensación de no haber estado o la misma de estar soñando entre boligomas.
Casi el mismo absurdo que el de dejar de pensarte antes de escribir las últimas letras sobre ti. Todavía no ha habido últimas, tampoco habrá primeras, esas nadie supo cuales fueron. Ni el mismo lápiz. Da igual quién seas, cuál seas, a quién te dedicas. Absurda tu manera de no verme porque yo soy tu ceguera y tu nuevo paisaje. Yo soy el paisaje en el que no estoy. Como tú eres las fotos que me tomo para no estar contigo.
Sigue en tu absurdo del deseguimiento. Absurdo de dosmil millones de dedos en escenarios paralizados por el mar de una política rojiazul con alianzas...¿tengo que repetir la palabra?
Absurdo cómo giro en yoga para mirarme en el espejo, justo detrás de las pesas, alargando de la barba al pubis, pensando que esto servirá para la última posición que haré contigo en la cama. Aunque ya no estás, digas que no estarás. Yo sé que es absurdo.
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