lunes, 9 de julio de 2007

En ese momento vi claro qué solo había
estado realmente. Coger mi existencia y
tirarla por la ventana o a los pies de
mis parientes hubiera tenido en cualquier
caso el mismo efecto.
Thomas Benhard
Son las tres de la tarde. Sigo en la cama. Mis sábanas apestan a los restos de alcohol y cigarrillo. Las manos, el cabello, la nuca. Mi cuerpo hediondo. Destilo ron. La boca todavía sabe a bilis. Tanto vomité ayer.
Imposible levantarme. Intento poner un pie en el suelo pero todo da vueltas. ¡Cómo pesa la cabeza! Hoy hay comida familiar. Escucho a la abuela dar órdenes. Que raro que no haya venido aún El Gori a darme el coñazo. Quiero ducharme. Estoy pegostioso. Sudé mucho. Tantas pesadillas. No puedo nisiquiera sentarme. Es la tercera vez que papá grita que me levante y le ayude con la parrilla. Sé que me grita a mi, pero de verdad no puedo. Miro la puerta intentando responderle. Me pierdo en el póster de Nirvana. Necesito unas gafas como las de Kurt. . Seguro él no iba a comidas familiares. Por eso All apologies. Igual algún día yo también. Ya sé que en una hora estaré de pie ayudando con la parrilla y cargando las cervezas. El olor a cerveza es lo único que podría levantarme. Como a Homero. Es una lástima que en mi vida no haya una March. Después de ayer, ahora sé, que nunca la habrá.
Sigo con la sensación de haber dormido con ella sin dormir.
Ella nunca duerme, con sus crisis y pataleos. Tampoco duermo yo cuando estoy a su lado. Cuando estaba. Se me olvida que ya no estaré. Menos mal que se me olvida por segundos. Tengo que mear. Hay ocho avenidas entre el báter y yo. Hay tres metros, tres metros que son ocho avenidas y un atropello de tren. Encima se reía de mi. La muy cabrona.
Ya sé que ella es así. Que era así. Empezaré a hablar de ella en pasado, como si ya no estuviera, como si se hubiera muerto. Si se muere me muero con ella. Pero ya no está. La elimino por su estúpida risa y su beso de compasión. Como si fuera un puto drogata. Ella también lo es. Ella más que yo. Por eso pensé que me entendía. El muy gilipollas creyendo que no era yo el único condenado, que alguien entendía mi tormento cada amanecer. Maldita sea mi resaca. Ojalá ella este igual. Que este peor. Lamentando no haberme entendido. Que la torture su conciencia.
Ella no tiene conciencia. Ni corazón. Ya lo dijo cuando la conocí.
Ahora otra vez. A follarme putillas de fines de semana. Volveré a Camila. Aunque esté loca. Yo también. Pero a ella, a ella la dejo con su puta nicotina y sus patadas en la madrugada. Hiedo a su abrazo cuando se le olvida que esta dormida. Cuando piensa, pensaba, que estaba dormido y no me daba cuenta de que por las noches se desnuda, desnudaba, bajo las sábanas.
Se escachaba la muy cabrona. En mi cara. Ya le dolerá. Dice, decía, que ya no le duele nada. Nisiquiera yo. ¡Qué asco da en las mañanas después de ron barato! Otra vez grita mi padre. No ha venido El Gori, estará de resaca él también. Encima me dolió. Me duele. ¡Joder con la cabeza!
Creo que también tengo agruras. Será el reflujo después de tanto vómito. No más chupitos de tequila para mi. Eso dije cuando la conocí. Ya viene la abuela. Tengo que dejar de pensarla. Ya veo venir a la familia arrollándome a preguntas. No la veré más. Bueno... quizá esta tarde... una última película a su lado... o para gritarle ¡Cabrona me dueles en las resacas!

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