lunes, 18 de junio de 2007

Renfe ( h. al l.a 12)


No vivir sino arrastrarse
por la existencia
Osvaldo Fernandez.
El tren acababa de arrancar. Faltaba mucho para llegar a casa. Creyó que leer a Washington Irving le ayudaría a mantenerse despierto. Se equivocaba. Las ocho horas de sueñ0 en toda la semana empezaban a reportar abusos. Las pestañas pesaron y se abrían gracias a la grocería de los cabeceos compinches de la gravedad.
" El amor como los ajos, siempre se pasa". Esa frase lo despertó. Una gran señora a su lado. Gorda, era muy gorda. Parecía tener cincuenta años y llevaba toda la cabeza llena de rizos. Clase media baja. Buena ama de casa. Olía a ajos. Hablaba con la chica de enfrente. La típica muchacha tímida. A juzgar por su cara, no conocía a la gran señora.
Él, todavía modorro, se giró para escuchar bien.
" Todo es como eso. El amor se pasa. Podrás durar cuatro o cinco años enamorado. ¿pero más? claro que no. Uno se queda.Porque ya da pereza moverse, buscar otras opciones. Porque el cariño de tantos año lo envicia a uno. Pero ya no hay amor hija. Hay complicidad, hay hijos en común. Uno esta lleno de recuerdos juntos. De cosas de los dos. Y con treinta años de casados, ya con casa y coche. ¿ a dónde se va uno? Así pasa con todo. No es sólo el amor. Así pasa en el trabajo y con las vecinas y en el super. Es lo que hay. Y a uno no le queda nada más que tirar pa' lante. Porque a dónde vayas va a ser igual. A todos les pasa lo mismo. Digo yo que es mucho andar pa' nada. Pero esto es la vida hija, nada más esto"
La muchacha tímida. Asentía sonriendo, muy incómoda. A ratos miraba al chico buscando complicidad. El chico no le respondía. Estaba embobado con la señora.
-¿Tú qué piensas hija? ( la gran señora)
- A mi lo que más me impresiona es lo del agua. Tanto lío. Parece que también se va a acabar.
La señora quedó mirándola totalmente sorprendida. De todas las respuestas que esperába ¿ésa?
El chico no tuvo más remedio que reir. A carcajadas. La gran señora lo miró. Giró hacia él esperándo una explicación. El chico, que ya no tenía nada de dormido, se sintió incómodo. Dos segundos. Se acercaba su parada. Se levantó del asiento. Mirando a la señora y aplaudiendo le dijo. Es usted una gran filósofa, me encantaría vivir más lejos. La tímida consternada por el agua lo miró bajarse con la boca abierta.
Washingon Irving fue olvidado en el bagón.

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