martes, 19 de junio de 2007

la ventana del otro lado (h al.l. azul 13)


Que muchas mujeres quieren
porque ven querer.
Lope de Vega.
Nunca había querido ser madre. Repudiaba la sola idea de cargar con alguien para toda la vida. De ser la responsable de otro ser. En este mundo en el que con trabajos la gente carga consigo misma, y con eso hace desastres. Recién se había mudado cuando se cruzó con ella en la acera. Un ligero saludo con ella y el pequeño.
La veía todas las mañanas por la ventana.Mientras tomaba el café con el periódico. Del otro lado; la otra, despidiéndo al pequeño cuando subía al autobús. Le hacía recordar a la vecina de Brooklyn Follies, había olvidado el nombre de ese personaje. Como olvidó títulos y autores. Como había olvidado a las ratas y los sapos que se le pegaban por la noche. Como había olvidado los aeropuertos, las caras y las bicicletas. Como había olvidado que había que cambiar.
Todos los días a las ocho salía al jardín. A respirar el aire de la nueva ciudad. El olor a huevo y a avena de la casa de enfrente,de casa de la madre, la hacía meterse de nuevo. Nunca le gustó la avena con huevo.
De ventana a ventana espiaba a la pareja. El niño con la boca sucia y la madre limpiándolo. Preparando la mochila.
Llegaba el medio día y la madre, siempre ansiosa esperába al chiquillo en la puerta. Se abrazaban, fuerte. Ella lo hacía girar en el aire. Hasta su cocina escuchaba las risas. Comía sola, del otro lado de la calle viéndolos jugar.
Sin querer queriendo salía al jardín cuando llegaba la hora de las escondidillas. Fingía leer. Los escuchaba gritar. Veía a la madre correr detrás del pequeño. Otra vez abrazos.
Ahora por las mañanas ella también con huevo y avena. Por las tardes bizcochos y chocolatinas. Para ella. Sola. Del otro lado de la calle. Imaginándo a un niño, o niña, al niño del otro lado.
Sola, sin niño, pasaron los años. Nunca encontró quién le hiciera uno. No quería a ese alguien. Quería al niño o niña, al niño del otro lado. Pero que fueran sólo dos en el desayuno, dos en la comida, dos en el jardín con la bicicleta, dos en la cena, dos en la cama leyendo cuentos. Sin terceros asesinos.
Del otro lado de la calle, arrugada. Sin niño en la ventana de enfrente los días se hicieron gárgolas de avena y chocolate. Hasta que la lluvia tocó a su puerta. Y, sola, sin niño o niña, o el niño del otro lado, quedó inmovil entre sus cristales.

2 comentarios:

pepe dijo...

soy de esos terceros asesinos. zombies infatiles!

Anónimo dijo...

oorale migui que fuertes situaciones escribes! mejor escribe algo de una princesa en su mundo rosa de arcoiris jajajajaja a verdad? esta chingon este en especial me movio mucho
te amo
canape