miércoles, 16 de enero de 2008

agarrotado ( h. al l. azul)


Su semblante denotaba una tristeza
a menudo incomprensible para él mismo.
Luis Angel GArcia Melero.
Cierra la puerta. Con la chaqueta delicada. Sabe que no puede decir nada. Que la cabeza recien arreglada puede decir poco en comparación de las palabras retenidas en sus uñas. Exactamente lo único que siente es lluvia. Poco a poco se va encharcando por dentro. No hay redes de pesca ni cuerdas de escape. No llora porque los hombres no lo hacen. Ella podría haberlo abrazado pero le es imposible. Reglas magnéticas impiden el acercamiento y la cara de una rosa marchita. Ella sabe que podría llorar en este momento, es el momento perfecto, pero no lo hace. Él tampoco. No esta ahí, desde hace rato. Ella recurrirá a la tercera edad y a pantallas con letras hambrientas. Con hojas a rellenar. Vacíos que ninguno de los dos logra llenar. TAl vez es que no sabemos. Quizá no queremos. Sabemos que nos gusta ser seres tristes pero no nos gusta aparentarlo. Yo no suelo beber a las 4 de la tarde. Sólo cuando no se que hacer.
- ¿Estas bien?
- Estamos locos y sobra la ansiedad.
A veces el pelo crece por salir y se cae cuando ve que afuera no es lo que creía. Aún asi se sigue aferrando a crecer. Las relaciones sociales son una desilucion constante. Las cosas deben de seguir mientras yo estoy sentada. No hay un buzón con cartas de interpretaciones infinitas. Hay... Ella, frente a un ordenador sacando al alma por las yemas.

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