viernes, 7 de marzo de 2008

Mas allá de mi. (h. al. azul)


He arrojado esa cosa minúscula que llaman "yo"
y me he convertido en el mundo inmenso.
Soseki.
A veces son las ganas de ser agua. De derretirme y nadar hasta los mares. Empezar siendo un riachuelo, después formar un río y viajar, viajar hasta llegar con todos los demás ríos a ser Mar. Océano. De empezar siendo una corriente de aire hasta ser la causa de la caída de las ojas. Ser flor, aún mejor ser aroma. Colarme por las ventanas de las cabañas y salir oliendo a sauce. Haber dejado todas las lagrimas y los pesos en algún lugar. Acomodados. Donde no tengan que salir más. Sacudirme de ésta pereza y este enmismamiento que me comienza a pudrir. Por eso las pesadillas estas noches. Telarañas llenas de huevos que soy incapaz de matar. El hombre de los audífonos que está a punto de matarme, entonces abro los ojos y sigue ahí y no puedo hacer nada mas que querer correr. En cambio me enrollo de nuevo a las cobijas y comienzo a pensar en algún cabello pelirrojo y rizado. Aferrarme a su brillo para olvidar que en la otra dimensión hay alguien dispuesto a matarme. Salir de este aro de humo que solo huele a mi. A un yo difuso, equivocado, cobarde. Quiero ir más allá. La búsqueda. Lo único es el pelo liso y las pestañas sobresaliendo. Cuando no hay un alma de algún color. Es el alma raída, enviciada. Son unos ojos materiales, conformistas. Atrás quedó el brillo de la confiable y graciosa. De la que buscaba a Dios en cada árbol. De la Dakiny. Y no hay tristeza, ni rabia, ni ... no hay nada. Hay tardes enteras que se resbalan de los dedos sin haber hecho nada. Y si el mundo se acaba hoy diría "ok, vamonos". No tengo nada que llevarme. Y si me quedo no sé si vaya a hacer algo productivo. Estas ganas inmensas de salir de mi, de ver más allá. Que el metro deje de obstaculizar el paisaje, las sonrisas. El sonido de las gotitas callendo sobre el pasto y los pies descalzos. A veces me surgen ganas de querer, de querer a alguien tan fuerte que sea capaz de cambiar. Son segundos contados, después se esfuman. Ganas de creer. Ganas de ser un poco más que estos ciento cincuenta centímetros con cara de muñeca.

1 comentario:

limbocolectivo dijo...

A veces la única manera de salir es meterse en uno mismo,dicen.