sábado, 16 de febrero de 2008

I

Son las cuatro de la mañana. Hoy, como cualquier otro viernes salgo a pasear. Regreso a esta hora porque es cuando mi sompra está reflejada con exactitud. Voy de regreso a casa y mirando al suelo veo mi sombrero, giro hacia la primer vitrina y veo que es catorce de febrero. Hoy hace un año , ¿o hace tres?, he perdido la noción del tiempo junto con mis sujetadores, conocí al Pancho. Era el concierto de Kpaz de la Sierra y yo me arreglé como en aquellas épocas mías. Sujetador rosa,k blusa transparentosa de piel de zebra, mis shorsitos de mezclilla y mis botas rosas. Me veía bien guapa, la verdad. Íbamos con el amigo de no se quién que nos dejaba su palco. Yo estaba cantando a todo pulmón ( odio las tipas que van a los conciertos con cara de ya me lo conozco todo). En eso volteó y en el palco de al lado estaban dos tipos. Uno, todo mi estilo, con su sombrero de paja y cinturón de evilla, apenas me vio me guiñó el ojo. El otro era un clásico matado de escuela. Lógicamente me fijé en el del sombrero.
Cuatro quince y cómo quisiera llegar a casa, quitarme la ropa y quedarme en ropa interior. Acostarme junto a mi Pancho y esperar a que se despierte con el peso de mi cuerpo en la cama y me quite él mi sujetador rosa que tanto le gustaba, mis bragas con el dedo pequeño mientras me acariciaba el pelo y pasaba su cara entre mis pechos.
No voy a contar esto largamente. Mi sombrerudo después de guiñarme el ojo se me presentó. "Pancho Villagomez Loreto pa' servirle a uste señorita", se quitó el sombrero y yo casi me desmayo. Veinte minutos después estábamos en el baño. Él quitándome el sujetador, yo desabrochándole la evilla de plata. De ese día recuerdo poco a su primo Guillermo, que era el ñoño que lo acompañaba. Me acuerdo que vino al baño a decirle "Correle Pancho, ya llegaron esos gueyes tenemos que irnos" y al verme ahí con cara de caballo despotrado "perdone usté señorita, pero se me tengo que llevarlo de su lao".
¡Vaya tetazo! pensé yo mientras los veía irse corriendo, con el número de Pancho escrito arriba del ombligo, con mi labial y los tacones enlodados del camino hacia el baño.
Hoy, siendo catorce, me acuerdo de Pancho y de Guillermo. No sé a cuál de los dos olvidaré primero. Seguro que a ninguno. Mi memoria tiene el defecto de ser perfecta y mis tacones de ser baratos.
Cuatro de la mañana, hace frío. Mi sombrero se parece poco al de hace dos años y pasa lo mismo con mi piel. Desde aquél día en el Hotel Misión, mi piel ha dejado de ser de mármol para ser una violeta a punto de marchitar.
Ay mi Pancho, ojalá me escucharas aqui y allá. Que me cantaras tus favoritas de Intocable y Los Ángeles mientras me rocías cerveza entre las piernas.
Me dejaste a Guillermo y sus palabras complicadas que no entiendo. Su soledad que se adhiere a la mia cuando recordamos tu cadáver en el hotel y los móviles que coleccionabas. me dejaste esta puta clínica dónde sigo tratando de olvidarte, a ti y tu olor a Aqua Brava que me deshacía los sentidos. Pancho, pinche cabrón, segurito tú estas muy ancho. Yo estoy aqui, escuchando a tu primo, dejándolo hacerme favores. Que no siempre me molesta, hasta eso es tierno el muchacho, pero nadie es tú. Salvo que él lleva viniendo 1 o tres años a esta clínica. Ya ni me acuerdo el tiempo. Sólo me acuerdo que fue un catorce de febrero en el que te arrancaron la vida estando entre mis brazos. Maldito sea el Hotel Mision y todas sus cadenas.

Te extraño Pancho , pero Guillermo, con todo y sonso me cuida bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

MISS: mira, que me encanata lo que escribes y lo que haremos...