Los ideasilstas deben darse prisa en cambiar el mundo
antes de que el mundo les cambie a ellos
Mafalda (o Quino).
Era entonces. Cuando unas veces era Elena, otras Beatriz, después Emilia que no dejaba de aparecer en sus cuentos y en los mios.
Por la ventana, las veía desfilar. A colores fuertes y definitivos. Indelebles. Unos labios en los de otro. Por el monitor.
Cuando unas veces era un país y otras otro. Seguía recargada en la ventana, viendo sus descripciones tan vagas, que eran casi mías. Llegué a olerlas y a querer tocarlas. O a Pancho.
Cuando una vez fue la barba y otra la espalda. El arqueo del sueño escrito en automática.
Casi siempre de tarde, con frases escupidas por el librito azul. Sin coherencia alguna y las dos muñecas que sabían que nunca fue.
En el calendario de un lado el tormento de los días sin alucines y güisquis. El llavero argentino arrebatado en una borrachera. Las comisuras de los labios ya saladas por el mar seco. se co .
Conexiones sin cables que no pueden ser ideales, idealizadas, ideadas. Sin idealistas porque no era republicano ni yo comunista. La voz apresura mis dedos y tengo que irme. Antes. Voveré a pasar.
1 comentario:
1/6... ( 3 allá )
saludos, zombie
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