martes, 5 de agosto de 2014

Un fin de semana de reencuentros.

Terminaba la historia en el autobús de regreso a casa. La carretera estaba libre, al parecer nadie quiere viajar al D.F los jueves por la tarde. Yo estoy sentada, mirando la ventana, hacia la capital se avecina una tormenta, la misma que se avecina en mi garganta. No logro poner atención a la película que pasa Primera Plus, y eso que lo que más quiero en ese momento es pensar en cualquier otra cosa, porque el dolor no se va, no se irá, pero los pensamientos siempre ayudan a alivianar lo que ya sabemos todos que es una cicatriz eterna, y que no hay manera de curar.  Primera plus no ayuda,nada, nada. Recuerdo que llevo el libro de Elena Garro en el morral. Nunca antes había reparado en la mujer que acompañó a Paz. Hace unos meses, al conocer el centro cultural que lleva su nombre, me entró la curiosidad y pues empecé este libro. Sentada en ese autobus que va Querétaro- Df, con la tormenta que se avecina a mi llegada, abro justo una página en la que habla de la aparente capacidad de olvido del pueblo mexicano. Una vez más, casi como siempre, me pierdo en la lectura para vivir una historia que no es la mia y que el dolor del otro sea el que me habite. Así paso dos horas, perdiéndome entre las letras de esta mujer desconocida para la mayoría de nosotros. Cuando cruzo la segunda caseta es como si alguien pulsara mi botón de "poder llorar" y así me suelto, dejando salir todo lo retenido durante los últimos dos días en los que me tocó ser el soporte. Rompo por todo periférico y las calles aledañas a la central del norte. Lloro porque me siento en casa, es curioso que mientras más lejos de casa esté más me sienta en casa. Llegando a la central decido tomar un taxi, puedo ser hedonista hoy, saltarme la hora en el metro y explotar las ventajas de ganar quincenalmente. Cojo el taxi y deseo con todas mis fuerzas que al llegar a casa este mi mejor amigo y pueda abrazarlo y llorar, ninguna de las dos cosas es probable, primero porque no he hablado con él, y segundo porque me es excesivamente difícil romperme en los brazos de alguien, y en ese momento deseo con todas mis fuerzas ser lo suficientemente mujer como para abandonarme en los brazos de alguien más. Pero llego a casa y en su lugar me encuentro con una reunión de mujeres, quejándose de otras mujeres, ahh, la queja... eterna condición del ser humano. Tomo unas cervezas con ellas, me doy un buen toque y desconecto del universo.
Viernes, despierto 7 am, hoy me salto pilates, alguien me espera en el aeropuerto. Me ducho a jicarazos y vuelo en el metro. No logro leer más de una página y lloro, lloro sin saber la razón exacta, desahogo. Es curioso esta confianza que le tengo a los vagones, desde hace tanto, para depositar en ellos todas las lágrimas que no puedo depositar en los humanos.
Llego al aeropuerto, he perdido el registro le las veces que he venido a llevar y recoger a tantas personas, las veces que me he ido y he vuelto. Encuentro la pantalla. Espero al amigo de los 17, el que me enseñó a caguamear, poco a poquito, primero con caribe cooler y ya que me chingué una Sol brava entera estuvo a punto de hacerme una fiesta. Tarda y yo me muero de ganas de ir al baño.
Llega él, Pelón, el amigo de la adolescencia, con su 1.90 de altura, su tensión eterna en el cuello,  sus ojillos a medio morir y el resto de los bailes de Nirvana y Pearl Jam que nos grabamos en los jardines. Su llegada, el reencuentro, la tranquilidad de saberme con alguien que ya me sabe. Aterrizamos en unos buenos tacos de barbacoa roja, el Palidero, qué buen nombre pa este changarrito. Echamos el chisme de los meses pasados (aunque se hable diario por whatsapp, nunca es lo mismo). Me lo llevo a caminar por la Roma, la Condesa, enseñándole lo que me rodea día con día. Compartirle mi yo aqui. Echarnos unas buenas risas de los lugares chic, de las galerías conceptuales, sin poder diferenciar entre una galería de chocolates de axiote con diseños basados en Dalí y Miró (huevos) y un local de depilación láser.  Tomamos un buen expresso con coco y descubrimos muebles totalmente inservibles. Las razones por las que lloraba hace unas horas han desaparecido. Ya sólo me habitan anécdotas preparatorianas y de  mi decadencia madrileña.  Duermo antes de ir a reiki. Una sesión extraña, la muerte me visitó y tuve mucho miedo.
Noche de función: me encuentro frente al espejo, con un corsette de calaveras negras, maquillada hasta el paladar, y pienso "Joder, en qué momento pasé de estar en el parque de Carretas abriendo caguamas con los colmillos, a ser la pornstar de los viernes noche" y me entra un poco de vergüenza de que mi amigo me vea así. Las ojeras delatan la semana vivida y el brillo de mi pelo se quedó en Querétaro.
Logro dos funciones gracias a un buen Red Bull. Cuando salgo Pelón intenta hacerse el ligero y relajado pero los 33 mensajes que mandó en el chat a los amigos delatan su trauma de haberme visto desnuda.  Cansada, porque el día ha sido recordar y recordar también cansa, lo llevo a La clandestina. Mezcalería donde me he perdido más de una vez. No será el día. Un mezcal, una cerveza, naranjas enchiladas y semillas saladitas antes de volver andando a casa.

Sábado de buscar departamento. Pelón afirma no querer separarse de mi lado, y yo admiro esa capacidad suya para ser amoroso sin sentirse vulnerable. Buscar departamento, qué gran putada. Te entra una dualidad entre la ilusión de una nueva vida, nuevo espacio, nuevos lugares, nuevo aire y el miedo a dejar atrás todo lo que te ha hecho feliz los últimos años, volverte a adaptar. Da miedo. No importa cuántas veces lo hayas hecho, yo me he mudado 14 veces en los últimos 10 años y aún así me sigue dando pánico cambiarme de cuadra. Como si una parte de mi fuera a morir. O algo así. No me logro poner de acuerdo cn mi hermana entre lo que ella quiere y lo que yo, así que lo más lógico nos parece que es sentarnos en una cantina del centro y brindar por la visita de Pelón. Ellos se deciden por un baresillo semijapo muy hipster, yo no estoy de acuerdo, y ya sentada, cuando la mesera me dice que no hay micheladas no se exactamente a quién asesinar si a ella o a mi hermana. Ante mi desdicha deciden ceder e irnos a la cantina barata de al lado. Para ir a un bar hipster ya esta la Roma. Cruzo 2 cervezas con las pastillas de la gripa que me tomé en la mañana y automáticamente estoy borracha, mi hermana 2 tequilas y le pasa casi lo mismo, no se si es la caminata.
Pelón parte al partido del Cruz Azul (según él una oportunidad única) mi hermana y yo a nuestro encuentro con un desconocido multinacionalidad. Un amigo de un amigo lo mandó con nosotras y en el camino vamos haciendo recuento de la cantidad de personas que hemos recibido en diferentes partes del mundo. Deberíamos poner un albergue, o una casa de entretenimiento para extranjeros. Logramos reconocer al extraño en cuestión por la cara de susto que tiene ante la marabunta mexicana que invade las calles del centro. Nos presentamos, y con tanta gente y calor, la peda se nos baja. Eso, y las ganas de quedar bien con el nuevo personaje. Resulta ser un investigador de arte (o algo así logré traducir). Lo llevamos al Hotel ciudad de México y muy elegantemente decidimos comer ahi (sería la peda). No esta mal comer en una terraza viendo el Zócalo desde las alturas, eso, porque la comida no esta nada buena. Llega una amiga más y a hacerle la chorcha al extranjero. Terminamos de comer y yo huyo a toda velocidad al teatro. Me encuentro con mi andaluza favorita. Todo aquel que hace teatro es el que menos disfruta de verlo. Me quedo con la idea de lo difícil que es como actor desprenderte de tu ego para dejar que sea el del personaje el que te gobierne y la duda en si seré de la tribu de los que contestan la verdad a la primera pregunta o la mentira.
Alcanzamos a los no teatreros en la Bipo de Coyoacán, y todo deriva en la gente borracha, y yo controlando las caderas de mi hermana, dandole agua mineral a Pelón, que ya no puede ni hablar, explicándole al primo de la andaluza porqué no es nada buena idea que me invite a salir y analizando los rituales de apareamiento de los jóvenes a mi alrededor, sí señor, soy una abuela malfollada.  Hasta que aparece de sorpresa El benja, otro gran compañero de duras épocas, que cayó de visita, con sus pelos largos y sus bailes andróginos acompañados de múltiples muestras de cariño que me hacen levantarme a bailar al ritmo de XuXa. El taxista que nos trajo a casa, seguramente tuvo grandes pesadillas con nosotros.
 Estas noches han sido muy extrañas, sueño que en mi plexo habita una luz que quiere salir y me duele mucho al abrirse mis costillas, siento punzadas en la espalda, se que es para bien, que necesito abrir el corazón (será terapia y lo de reiki) pero duele un chingo y me dan ataques de ansiedad, no logro respirar. Voy al baño y me encuentro una pequeña mariposa negra que me ha revoloteado las últimas 2 madrugadas. Entre sueños abro la puerta por si me muero que El benja y su larga cabellera se den cuenta por la mañana. Pero horas más tarde entra Pelón a mi cuarto gritando que necesita barbacoa con urgencia. 

Domingo. Pensaba que iba a descansar, pero en cambio me encontré curandoles la cruda a las visitas a muy temprana hora, tacos de barbacoa, gatorades y un buen rol por los bazares de antigüedades. A las doce me entra el ansia inmensa por un buen café. Volvemos a casa los cuatro. El benja se arma un café turco con cardamomo (sepa dios lo que es eso). Armamos el toque y al rededor de la mesa debutamos tranquilamente, muchas risas, aplausos, acto seguido despierto en medio de 4 bultos en el salón. Ese café no sirve mucho para despertar. Mientras ellos duermen yo vuelvo a Elena Garro y recuerdo que el dolor de los días anteriores se ha ido ahora que el Benja y Pelón están conmigo. Me voy en ecobici con Pelón al encuentro de sus primos y en el trayecto me siento como puberta de película gringa. Encontramos al Dido, el Roco y compañía, nos montan en la parte de atrás de una Pick up. y seguidos por 2 de ellos en motos nos vamos a las hamburguesas, otra película gringa. Termino antes que todos y me voy en la bici al teatro. Llego 30 minutos antes porque soy una obsesa de la puntualidad. Me agarran de achichincle para las cosas que faltan en la producción, veo el trabajo de mis amigos y me entran muchas ganas de llorar, namas de ver que uno puede lograr lo que soñaba.
Al volver a casa me esperan El Benja y Pelón, El Benja esta tocando el violín. Me recuesto en la sala y disfruto de verlos en mi hogar. Luego me voy a dormir.
Esta noche no se me abrió el plexo solar.

Lunes.El Benjas sigue dormido en la sala, lo despierto, me tomo una taza de agua caliente con él y me voy a yoga. A seguir con las contorsiones y trabajando a través del cuerpo todo lo que necesita mi mente. Al volver a casa El benja ha partido de regreso dejando el sonido del violín que no había sido tocado en esta casa y que seguía empolvándose. Mi hermana se había ido a trabajar y Pelón me esperaba como perrito que fue abandonado en las vacaciones. Desayunamos, puro licuado raro y lo llevé a La Tapo. Cuando se subió al camión el dolor se había ido. Volví con Elena Garro, muriendo de gripa. En casa me esperaba el trabajo. Más tarde la llamada de otra amiga de la adolescencia anunciando su estancia en la ciudad. Bajé a comer con ella. Hay tantas cosas que te pueden seguir uniendo a personas que ya no estan en tu vida diaria... y tantas que te separan. De vuelta a comprarle un libro a ese alumno mio que se niega a leer y lo lograré a toda costa, igual Jack Kerouac es un buen comienzo.  Y a rearrancar con mi yo profesora.

El dolor con el que terminé-empecé esta dormido. Lo han sedado las viejas amistades que vinieron a renovarme un poco... hasta mañana.



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