jueves, 28 de febrero de 2008

oponiendo el despertar

Para el amor no satisfecho el mundo es misterio,
un misterio que el amor satisfecho parece entender.
Francis Herbert
Fernanda ha pensado que ducharse vale la pena. Cuando la regadera tiene presión y el agua sale caliente. Cuando al salir de la ducha va a haber un café con leche y una madalena esponjosa. Sale de la ducha y al secarse ve que le ha salido un nuevo lunar en la entre pierna. Sonríe, curiosa. Recordando la noche anterior. Se mira al espejo. Perfil derecho, izquierdo. Todo en su sitio. A lo mejor un poco más delgada. Sonríe por segunda vez. Sabe que la está haciendo adelgazar y de nuevo la noche anterior a su cabeza y las ganas de estar entre esas sábanas rojas.
Saúl está en su habitación, Mozart está entrando en sus oídos por unos cascos gigantes que lo aislan de todo. La luz está apagada y sólo se alcanza a ver la sutil figura de Trotsky en el poster del armario. Ha regresado de Italia la semana pasada, la junta internacional ha sido desepcionante. El partido está perdiendo fuerza y cada vez es menos la esperanza en la cara de sus compañeros. Quedan pocos en la lucha. La causa está muriendo. Es la única frase que le viene a la mente. Paralizados. Siente como la barba está creciéndole. Ha tenido que dejar la habitación de su piso a falta de dinero, de regreso en casa de sus padres. Con Fernanda, su hermana, que se pasa media hora diaria en el baño antes de que venga su novio "el músico" ( eso dice ella) a recojerla. Saúl tiene problemas entendiendo la música de "el músico" Rayar discos. Para él es eso. Atrás las voces y el canto del pueblo reclamando lo suyo. Entonces la voz de Matilde cantando bajito con su guitarra. Vendrá la libertad.
Fernanda se ha echado su Ralph Lauren, la blusa de Mango, las bragas Women´s Secret (temporada pasada), pero eso no lo sabe "el músico", la falda de Desigual. Se mira al espejo y confirma que es toda una popie. Sonríe. A "el músico" le encanta verla con falda, se mira las piernas y ve que la depiladora ha pasado en alto unos bellitos rebeldes. Busca su maquinilla y no está.
-¡Saúl! ( 70 segundos sin respuesta)¡ Sauuuul!
De nuevo su hermano simula no escucharla. Eso piensa ella.
Abre la puerta de la habitación. De nuevo Saúl en la cama. Como las últimas dos semanas. Escuchando música. La barba cada vez mas larga ( ¿es eso una cana?) . Fernanda siente rabia, en el fondo desilución. Su hermano llevaba más de diez años sin vivir en casa. Ha vuelto, y no sabe siquiera cómo tratarlo.
-Sául, Saúl
Saúl siente la presencia en la puerta y se gira, desconecta sus cascos.
-¿Qué pasa?
-¿ Has cogido mi cuchilla?
Fernanda, al hacer esta pregunta y ver la barba de Saúl se siente un poco IMBÉCIL.
-¿Tú qué crees?
- Ya, perdóna. Es que... la tonta de la depilación ( se acerca a la cama, duda un poco y se sienta junto a Saúl) se le quedaron estos pelitos. (estira la mano y enciende la lampara. Saúl rechaza la luz girandose) Mira.
- Hermana, hermana, apaga la luz porfavor. Además no creo que al músico le importe. ¿no que era muy profundo?
- No empieces
- Lo que quiero decir es que una vez que estés en su cama creeme que en lo último que va a pensar es que se te quedaron dos pelitos de nada en el tobillo.
-Pero yo me siento incómoda.
- ¿incómoda por tener tres pelos en una pierna? ay hermana, me encantaría tener el doble de tus preocupaciones.
- Bueno discúlpame por no preocuparme de la globalización y la pobreza mundial. Mínimo no me quedo en una habitación durante siete días. Así seguro que se acaban las guerras.
- Mira Fer no tengo ningunas ganas de discutir, y menos contigo, mis ideologias. Tienes razón, las guerras no se van a acabar y menos por que yo exista.
- Saúl no puedo creer que me estes diciendo esto. Si tú eras el primero en querer cambiar al mundo.
- Tienes razón. Era. Porfavor déjame solo.
Fer se queda dudando, apaga la lámpara.
- Lo siento hermano.
Sale de la habitación. Saúl se gira hacia la pared. Vuelve a ver la silueta de Trotsky, se levanta, arranca el cartel, y sin saber cómo se le doblan las rodillas. Llora amargamente abrazado a la pata de la cama.
Fernanda lo escucha desde fuera. Tocan el timbre, y dos horas después Fer está con su músico, de nuevo en la cama de las sábanas rojas. Ríen.
Saúl duerme en el suelo

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