Me despertaron. Sus gritos. Son las luces asesinas, que de noche en noche reprochan al mar no haber nacido más bello. Aúllaban desgarrándome los oídos y los pellejos de las uñas.
Pensé que nunca volvería a dormir. Aterrada, les grité para que callaran. Su ruido seguía aumentando mi trauma. Hasta que decidí hacer lo que hago siempre que no sé qué procede. Cantar. Empecé suavecito una canción de cuna, la voz me temblaba, casi transparente antes de despertar. Fui agitándo más el impulso, seguro serían las ganas de arrancárles la boca y triturarles las cutículas. Sin darme cuenta fue creciendo el volúmen y potente destruí las gafas del anciano. Mi canto llenó la habítación, salió por el corredor, la sala, la cocina, hasta llegar al mar. Tal vez fue la luna la que me olló y las ordenó callar. Quizá el mar me comprendió. Puede ser que las mismas luces asesinas se asustaron al escucharme. Callaron. Acabé la canción. Temblando me acurruqué de nuevo en la cama y volví a dormir.
2 comentarios:
yastás.. desde hace tanto!
zombie.
Muy bien pensado pero oyò de oir va con y en vez de ll.
Atte
Duende Asesino, je.
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