miércoles, 22 de agosto de 2007

arraigada ( h. al l.azul 48)


Estar en sociedad puede ser muy aburrido,
pero no estarlo resulta una verdadera tragedia.
Oscar Wilde
La una se quejaba por el exeso de compañía. Porque el móvil no paraba de sonar. Ni un minuto libre para hacer lo suyo. Ciento dos mails a contestar todos los días. Todos esperándo algo de ella. Algo, aunque fueran palabras, su voz. Esperando que hiciera lo correcto. Que había dejado de hacerlo. El trabajo, los enamorados, los proyectos. El metro y el autobús sin espacio. Cualquiera le saca conversación y a dónde vaya liga. Le desesperaba saber que cada quien quería algo a cambio. Como ella. Lo peor era la conciencia de poder defraudarlos a todos. Inconsciente, abismal el hilo de las relaciones.
La otra se quejaba de ser víctima del rechazo. Apartada desde pequeña de los lazos de amistades. Nunca pudo enamorarse. Piensa que nunca lo hará. Miente diciendo que esta sola porque no soporta la compañía y mientras menos haya que hablar con la que quiere ser su amiga mejor. Hablar de chicos le producen arcadas. Prefiere mil veces la compañía de la plaga de hormigas que habita en su pequeña habitación en la punta de la Gran Via, que cualquier voz de ser humano. Mentira. Lo sabe ella y lo sabe la otra.
Querrían intercambiar vidas. Como esas películas domingueras. Un deseo mirando a una estrella fugaz y cada quien a arreglar la vida de la otra. El cielo nunca ha sido tan bondadoso, eso es invento de los americanos para que los adolescentes respeten a los ñoños.
Escapar. Integrarse. Contradictorias sus vidas en el cafe. La una de colores, la otra de uniforme. La una como un buho. La otra colibrí. No se puede intercambiar. Aunque una visualice las montañas solitarias como refugio de su futuro y la otra la fama en la televisión.
Las dos igual. Trabajando en el mismo almacén. Hasta los 50. Una abrazará los recuerdos de haber sido querida. La otra seguirá llorando por no haberlo sido.
La torre de sal y azucar desmoronada por los rayos insaciables del sol cuando es atardecer. Naranja las paredes de sal y amarillas las ventanas de azucar. A base del reflejo azul en el piso de cristal. Infelices por las razones opuestas y por la misma. La soledad. Aunque esta sea lo único que las mantiene vivas. La una que todavía no logra estarlo, la otra que no sabe no estar. Acariciadas por la brisa salada con birutas dulces. No lloran. No saben hacerlo. No son amigas. Se cruzaron en el autobús alguna tarde resagada. Hablar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

en realidad las dos estan solas y si se parecen mucho

Anónimo dijo...

Miguis!! ya volvi.. aqui estoy para escribirte otra vez jaja tengo ganas de verte Llamame!
TE QUIERO


P.D y todos me miran me miran me miran porq se q soy linda porq todos me admiran..

magly pop dijo...

sigue asi!^-^